Al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, se le ocurrió dar su opinión sobre la universidad pública mexicana, a la que acusó de haber virado hace rato al llamado "neoliberalismo". Lo cierto es que, contra lo que cree la jefe de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, la función de una universidad pública es dar servicio "al público", y no en exclusiva "al pueblo", puesto que no se trata de una universidad popular. El llamado "neoliberalismo" ha calado tan hondo que Sheinbaum cree que la universidad debe responder a "quienes pagan impuestos" (es "el recurso que recibimos"), supuestamente el (del) pueblo. Lo que muestra lo anterior es la total ausencia de la idea de república como "cosa pública". Si una universidad es pública, se debe a la "cosa pública" y no al pueblo, ni por cierto a la nación, máxime cuando gran parte de ésta se encuentra perfectamente dispuesta a saltarse a la torera la "cosa pública".
Como quiera, López Obrador tuvo la valentía de mencionar a un gran corruptor de la universidad pública, el obispo de Copilco, también conocido como José Ramón Narro Robles, y a quienes se dejaron cooptar en masa por el seductor de la patria. El señor Guillermo Sheridan, el tipo de pseudo intelectual incapaz de salir de "Zona Paz" y de cambiar de chistoretes contra una caricatura de izquierda, acusó a López Obrador de confundir a la universidad pública con un partido político: si era de pasada la enésima acusación contra John Ackerman, quien ciertamente está en esa confusión sin que casi nadie se lo impida, no debe olvidarse que Narro utilizó dicha universidad como su trampolín personal para "lanzarse a la grande" con una Secretaría de Estado y luego intentando la presidencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Narro quiso dar a entender que no se sirvió de la universidad, pero gente como Sheridan olvida una y la misma época, cuando, al mismo tiempo que se hacía crecer artificialmente a Ackerman para cooptarlo (algo en lo que se sigue, en nombre de los "equilibrios políticos"), se hacían cónclaves priístas en la ya mencionada universidad. Toda la trayectoria de Narro se hizo en brincos entre administraciones priístas, incluyendo la del seductor de la patria, y la sombra de rectores como Jorge Carpizo y José Sarukhán.
El hecho es que a lo dicho por López Obrador, la universidad pública respondió con un alud de menciones de "libertades": la de cátedra, la de expresión, la de pensamiento, la de opinar, la de tener la ideología que se quiera...No se habló de ninguna obligación con la "cosa pública" porque tal vez tampoco se tiene noción de la misma, y se mostró en cambio, y para variar, la ignorancia que puede permitirse quien hace rato que se ha dormido en sus laureles: se dijo "sin ideologías impuestas" cuando lo propio de la ideología suele ser el imponerse incluso a pesar de quienes se creen ajenos a ella, sea en la derecha o en la izquierda. En suma, la universidad pública rechazó lo dicho por López Obrador utilizando el mejor cliché del llamado "neoliberalismo".
Lo propio de la propagación actual del capitalismo es no hablar más que de "las libertades" (+ los derechos, igual que Sheinbaum), sin mención alguna de otro ideal, ni se diga la igualdad o la fraternidad. Es típicamente estadounidense. Cada quien es libre de hacer lo que le venga en gana, ya se sabe (igual en clase, es de suponer), mientras no dañe a otro y no le imponga su parecer. Un albañil es libre de ser atendido en el mejor hospital privado del país: basta con que disponga del dinero necesario. Una prostituta es libre de escoger este servicio como el de optar por ser "asistente ejecutiva" de algún jefe. Para gozar de estas y muchas otras libertades, lo único que hay que saber hacer es venderse ("ofertarse") y acomodarse a lo que el cliente pida ("la demanda") para conseguir el dinero, si alcanza. Se trata, en pocas palabras, de lo que dijo López Obrador: de hacer negocio.
En principio, no es el fin de la "cosa pública" ni de la universidad pública, pero la mercantilización va viento en popa: dicha universidad se oferta por doquier, desde provincia hasta el extranjero, y se adapta a una demanda estudiantil que hasta cierto punto no pide más que una cosa, dado el estado de la educación en general: que le "bajen la escala" para tener el papelito que permita venderse como se pueda, a lo que las autoridades universitarias han sabido responder con la mejor demagogia y sacrificando todo lo que sea calidad en aras de la cantidad y de la "visibilidad". Autonomía respecto del mercado no hay, y es por ende una mercantilización completa y de facto que ha naturalizado el negocio y rechaza como "ideología" cualquier tipo de juicio de valor sobre el mismo. Esto ha penetrado muy profundamente en amplias capas de la sociedad y ni se diga en las clases medias. Lo que de otra manera podría llamarse como forma de "poner la universidad a talonear" -a ver qué medio de comunicación masiva le pide "expertís" o a qué agenda internacional se responde- no es más que lo normal, a estas alturas: como se ofertó y se vendió, ahora hay que dar el "plus", la ganancia, bajo la forma de temas de moda. La universidad empresa no habla más que de "productos" y de "productividad", por si hubiera lugar a dudas. Para Sheinbaum, encima se necesita "modernización" y "trabajo colectivo" que está mucho más presente de lo que se cree (tú haces el artículo y lo firmamos entre cinco: son cinco puntos, uno para cada firmante, y el reporte de un artículo por firmante, es decir, la magia de cinco artículos en las estadísticas de una dependencia). Por lo demás, tratándose de una de las mejores universidades del mundo se puede desde luego llegar a doctorado con un nivel de preparatoria o a la Junta de Gobierno sin saber redactar un párrafo. ¿Por qué para muchos no aparece que se ha abandonado la "cosa pública" y que se está en la empresa? Porque se cooptó a la izquierda (o existe gentuza como la del Instituto para Estudios de la Transición Democrática) que "oferta" el cambio permanente, siendo que las cosas se están cayendo por conservadurismo e inercia.
Vamos, vale para López Obrador lo que dijo el presidente Enrique Peña Nieto: "no me despierto cada mañana pensando cómo joder al país". No se equivocó a sugerir que lo de la universidad pública es hoy el negocio. Y encima, éste no se detiene, mientras el obispo de Copilco se rasca la cabeza (foto).