El presidente del Perú, Pedro Castillo, ha tenido un difícil comienzo de mandato: desde luego, la oposición, que no es poca, ve terroristas de Sendero Luminoso por doquier, con tal de meter miedo en la población y descalificar al gobernante. Como no es parte de la camarilla progresista, Castillo no fue foco de atención a su paso reciente por México, y tuvo después que hacer una que otra concesión en Estados Unidos, seguramente a cambio de que el Congreso peruano no declare la vacante presidencial. Buena parte del asunto consiste en empujar a Castillo al "centro" para que haga lo menos posible por los intereses populares y lo más por la clase media, lo que explicaría la política de cooptación del secretario estadounidense de Estado, Antony Blinken. Castillo ya tuvo que deshacerse del presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido y de un primer gabinete, para armar uno más "moderado". Afortunadamente, personalidades como la líder progresista Verónika Mendoza han mantenido un apoyo cuerdo a Castillo, aunque el Grupo de Puebla no esté ni enterado de lo que ocurre en el Perú, sino más ocupado en el mate que compartieron José Mujica y Luiz Inácio Lula da Silva.
De este modo, ha reinado el silencio absoluto sobre una primera medida importante de Castillo, la "segunda Reforma Agraria", y que debiera acompañarse, al decir de Mendoza y con razón, de una reforma tributaria para financiar las necesidades de salud y educación y de una nacionalización del gas, sin expropiación. De lo que trata dicha Reforma, a medio siglo de lo hecho por el militarismo reformista de Juan Velasco Alvarado, es de beneficiar a dos millones de familias gracias a la agricultura familiar, comunera y cooperativa. Se busca crear una planta nacional de fertilizantes (fosfatos de Bayóvar), programar compras públicas en la agricultura, crear un gabinete especializado en el tema, ayudar a la llamada "siembra y cosecha de agua" y muy en particular de fortalecer todo el sistema de cooperativas. Una de las ideas es ayudar a la producción nacional ante la competencia desleal de productos extranjeros, mejorando la franja de precios. Por otra parte, esta iniciativa no está desligada de formas nuevas de industrialización, entre otras cosas mejorando la conectividad, la electrificación y la capacidad de elaboración industrial para el agro. El anuncio de Castillo, una persona que tiene claro el hecho de que la riqueza la produce quien trabaja y no el empresariado, se hizo en la fortaleza de Sacsayhuamán, cerca del Cusco. Por cierto que también se ha lanzado un plan de cuencas sagradas biorregional para la Amazonía.
Tal vez la izquierda progresista haría bien en no menospreciar a Castillo, a reserva de que en el Perú se lo deje gobernar, salvo que no se trate de promover el ascenso de gente de abajo, sino de crear una mediación no exenta de riesgos por parte de la clase media. Es de esperar que, con las medidas que alcance a tomar, Castillo pueda tener el suficiente apoyo popular para que la oposición de derecha piense las cosas dos veces antes de intentar tumbar al mandatario, que está lejos de ser el último de los tontos "advenedizos": a éstos hay que buscarlos en parte de la clase media. Un poco del Perú de hoy (da click en el botón de reproducción).