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martes, 19 de octubre de 2021

EN EL MANICURE

 Los medios de comunicación masiva, no ajenos a grandes intereses económicos las más de las veces, han logrado instaurar una nueva forma de "debatir" que consiste en anular de entrada cualquier posible debate, o incluso diálogo mínimo. Como se sabe, con un loco no es posible discutir, puesto que habla solo y tiende a hacerlo de manera incoherente. El asunto no es tan nuevo, puesto que en cierta cotidianeidad se estila, de algunas décadas para acá, tildar de loco a quien se quiere descalificar o hacer a un lado.

     El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador tiene experiencia con lo dicho, puesto que desde el inicio de su mandato un buen número de columnistas lo acusó de estar "fuera de la realidad" hasta llegar a los floridos regalos de un Héctor de Mauleón, por ejemplo: el actual mandatario de México está por los rumbos de lo "delirante" o lo "demencial". Desde luego, ya nació el periodista que escribió en El Financiero que López Obrador está "enloquecido y sin control".

     Lo mismo ocurrió con el presidente estadounidense Donald Trump, en medio de una verdadera batalla por saber qué es la "postverdad" o qué son fake news. Trump fue reiteradamente retratado como alguien con una personalidad "peligrosa", al grado de que desde la cabeza de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi sugirió quitarle a aquél el botón nuclear. Trump no estuvo mucho mejor: acusó a Pelosi de "loca", en varias ocasiones, llegando a referirse a "Nancy la loca". Cabe preguntarse si son maneras de debatir o si es un exceso de "psicologización" de todo, algo también de moda. Lo propio de un loco es no darse cuenta de que lo está. El asunto pudo ser grave si Trump y Pelosi lo estaban, aunque un loco rara vez acusa a alguien más de estarlo. Simplemente deambula por una "realidad alternativa", que es de lo que se ha querido acusar a López Obrador.

     Una parte de la izquierda decidió hacer lo mismo, si se toma en cuenta a rotativos como el mexicano La Jornada o, bastante más grave aún, al muy venenoso argentino Página 12, que han buscado imitar décadas de mala leche socialdemócrata y ultraizquierdista de un periódico como el francés Libération. En la perspectiva de las elecciones francesas del año próximo salió la candidatura de Eric Zemmour, un intelectual mediático. El hecho de querer frenar la inmigración no quiere decir que alguien sea xenófobo, de la misma manera en que criticar al feminismo no hace de alguien un misógino, sobre todo si los inmigrantes recientes no son todos los de ascendencia extranjera o las feministas no son todas las mujeres. El hecho de no gustar de los homosexuales no convierte en homófobo. Pues bien, Página 12 resolvió en estos días que Zemmour, por cierto que judío, es "el pinocho fascista de los franceses", por tener una "narrativa xenófoba, islamófoba, homófoba, lesbianófoba y anti feminista".

      He aquí el "argumento" principal: "hay personas que viven en mundos alternativos y logran convencer a millones de ciudadanos de que ese mundo es la realidad". En suma: fuera de la realidad, Zemmour (quien por cierto no arrasa en las intenciones de voto) tiene a millones de franceses fuera de la realidad. Se supone que es una variante del trumpismo. Se puede hablar ya de "Eric Zemmour y su fascismo repintado" que ejercen "una fascinación espeluznante" (entre 13 % y 14 % de votos, hasta ahora). Seguimos con Página 12: "el teatro está abierto para que cualquier delirio sea una opción más legítima que la propia historia o la razón". Si a alguien no le gustan los homosexuales, las lesbianas, el feminismo y el islamismo, es que está loco, no que tiene alguna razón que dar para alimentar un debate. Simplemente se está muy in o se está completamente out.

      Detrás de ésto se encuentra algo de décadas en Francia, inventado por el mandatario socialista Francois Mitterrand (quien metió al Frente Nacional al "juego" electoral, además de que se puede recordar el colaboracionismo de los socialistas con el nazismo): gritar "!ahí viene el fascismo!" para que en la segunda vuelta ganen los "antifascistas unidos", sea detrás de un socialista sea de alguien como el actual presidente Emmanuel Macron. Por lo general, el truco no falla. Ahora se puede por lo demás decir que cualquier otra opción es simplemente "la locura".

      Lo otro es la creencia de que un loquito como Adolfo Hitler volvió igual de locos a millones de alemanes, de un día para otro, sin que hubiera explicación racional de nada. Es la explicación más falsa que pueda haber: el ascenso de Hitler y sus aventuras fueron apoyadas prácticamente hasta el final con tal de liquidar a la Unión Soviética; apoyadas desde el gran capital hasta señorones como el primer ministro británico Winston Churchill (amigote de Benito Mussolini y de Francisco Franco), o si no averiguese en qué consistió el intento de la "Operación Impensable" (Operation Unthinkable) en 1945, sirviéndose de los restos del nazismo.

      Es una faceta de las cosas: también debe entenderse, seguramente, que hay países que han vivido por largas décadas fuera de la realidad, sea la Unión Soviética ya desaparecida o sea el México postrevolucionario, salvo en los seis años del cardenismo (encantador: se está siete décadas o incluso cien años en la locura autoritaria, pero hay un momento de cordura democrática con el presidente Lázaro Cárdenas, etcétera). En fin, que los fantasmas del pasado nos acechan y amenazan con convertir el mundo en un asilo de locos, por lo que, a la próxima !vota por la realidad! Es más o menos ésta con Macron, si pasa (el tipo se ve de lo más cuerdo):



     


LO QUE HAY QUE TENER (THE RIGHT STUFF)

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