Ya está demostrado que la derecha no puede gobernar en América Latina, aunque no queda claro hasta dónde puede llegar una izquierda que tiende a carecer de horizontes claros y de doctrina, al haber llegado por momentos a la confusión entre ideas e ideología..
En el Ecuador, el mal llamado "correísmo", en la medida en que el ex mandatario Rafael Correa está lejos de ser lo que la derecha le atribuye y mucho menos alguien con ambición de poder, ha logrado oficialmente el nombre del partido Revolución Ciudadana. Lo presidirá la abogada guayaquileña Marcela Aguiñaga, quien fuera asambleísta nacional y ministra del Ambiente con Correa.
No está de más hacer notar que, a veces, la rectitud no basta. No le bastó a Andrés Arauz para ganar las últimas elecciones presidenciales ecuatorianas, y hay que decir que presentó un proyecto cultural deplorable, siendo que los resultados de las elecciones mostraron a fin de cuentas un problema cultural grave al partirse por completo en dos el Ecuador entre la costa y la sierra/Amazonía. El tema ni siquiera ha sido tocado mayormente en el "correísmo", aunque Rafael Correa lo conoce, a juzgar por lo que ha dicho en una que otra entrevista: los serranos no soportan mucho la frontalidad de los costeños, aunque no es el problema de fondo, como no lo es que la provincia costera de Manabí sea el bastión de la Revolución Ciudadana. Existe en el fondo un problema de formas de propiedad y de trayectoria socio-histórica, pero no es de lo que se quiere oír hablar en una izquierda que suele dejar de lado la cuestión social y la manera en que se aparece en la cultura. Arauz no hizo más que recitar una que otra tontería del filósofo Bolívar Echeverría queriéndose ganar a movimientos indígenas con comportamientos de lo más dudosos, aunque éstos no estén presentes en todos los integrantes de los llamados "pueblos originarios".
La situación ecuatoriana no mejorará con el presidente de derecha Guillermo Lasso, pero hay sectores enteros de la sociedad ecuatoriana que se mueven erráticamente, comenzando por los indígenas, pero también entre los "correístas", de lo que dió cuenta una marcada inestabilidad de los gabinetes de Correa en la "década ganada" en la que gobernó aquél al Ecuador. Este problema de marcada inestabilidad rara vez se hizo notar, y Correa no siempre se rodeó de gente indicada, como tampoco ahora (bastaría mencionar al pésimo periodista, poco serio y adulador Orlando Pérez, por ejemplo, o a la retórica ex asambleísta Gabriela Rivadeneira y el vetusto músico "exiliado" Galo Mora Witt). Ocurre que falta gente a la altura del mismo Correa, es decir, con una sólida formación y al mismo tiempo capacidad de liderazgo: Arauz tenía buena formación pero no lo segundo, y tampoco podía venir del binomio Carlos Rabascall. Quedó la impresión de que no había la gente necesaria, aunque no hay que olvidar que el ex canciller Ricardo Patiño, muy capaz, tuvo que salir al exilio en México y que el ex vicepresidente Jorge Glas fue encarcelado bajo la presidencia de Lenín Moreno. Con todo, unas pocas personas no hacen una verdadera cantera.
Nadie duda de la firmeza de Aguiñaga, con formación de abogada, pero da muestras de desubicación en la medida en que, ante una persecución al mismo tiempo feroz y sutil, se ha puesto a desempeñar roles de moda en la izquierda: a reivindicar el "tiempo de las mujeres", a definirse como "guerrera, emprendedora y resiliente" y asuntos por el estilo, como si fuera necesaria la concesión a los medios de comunicación, que acechan bajo las formas más insospechadas, y hasta un tono de "autoayuda", New Age o sabrá Dios qué otra forma de colar que "lo personal es político". Por momentos, da la impresión de que la Revolución Ciudadana, que no deja de ser encabezada por sectores de clase media y a cierta distancia de la promoción de la movilidad popular, hace concesión tras concesión con tal de forjar una alianza lo más amplia posible, pero a costa de ciertos horizontes necesarios. Si la función dada a Aguiñaga no está mal, la presidente de la Revolución Ciudadana no es Jorge Glas, hasta hoy encarcelado por haber sabido ir a fondo en la detección de los peores vicios de la "patria del tongo".
Los motines carcelarios de este año (uno con un saldo de 79 muertos y el más reciente de 118 muertos) dan cuenta de una ya larga descomposición que la "década ganada" no logró remontar, aunque hizo mucho por hacerlo. Pero hay que ver cómo se manejan las cosas en la sierra centro-norte del Ecuador: empezando por Quito, capital ecuatoriana, no falta quien esté dispuesto a negar en pleno engaño lo que cualquiera puede ver, una gigantesca maquinaria de lavar dinero. La corrupción ha calado hondo en ciertos sectores y en las costumbres, y se ha sumado al no abandono de una mentalidad oligárquica de origen feudal. Este tipo de problemas no se están tratando, y pareciera más importante saber si ya ha nacido o no "el hombre que revolucione la vida de Marcela Aguiñaga".
Desde las elecciones de 2006, cuando Correa se impuso a Alvaro Noboa, los resultados han mostrado regularmente a una sociedad dividida. Pareciera que Lenín Moreno fue escogido para "ganarse al centro" con una moderación que resultó ser otra cosa, o el "primer gobierno" de Lasso y de "la embajada", sin mucha dificultad para adivinar cuál, al grado de pulverizar ésta parte del voto para debilitar recientemente a Arauz.
La ética de algunos líderes de la Revolución Ciudadana no está en duda, ni lo están los logros de la "década ganada", pero aún falta identificar a quienes puedan ser los sujetos del cambio: una parte del "pueblo", incluyendo a muchos indígenas, no parece haber salido del mundo semi-feudal que se asoma detrás de la fachada de abundancia, por lo que lo importante sigue siendo lograr ciudadanía, probablemente sin caer en dispersiones adicionales entre "los jóvenes", "las mujeres", "los pueblos originarios", "los afrodescendientes", etcétera. De regreso a la sierra...(da click en el botón de reproducción).