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sábado, 30 de octubre de 2021

BRASIL: CUÁNTO INFLAS

 Frente a la crisis de la que no sale Brasil, el presidente de este país, Jair Bolsonaro, no pensó más que en asuntos de imagen y en las repercusiones de ésta en la economía. Acusado por una comisión parlamentaria de "crímenes de lesa humanidad" por su manejo de la pandemia, Bolsonaro consideró que se trata de "una payasada".

      El genocidio se define como "aniquilación o exterminio sistemático y deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos". Bolsonaro será lo que se quiera, pero difícilmente se puede pensar que haya planeado un genocidio, puesto que en este caso se trata de una acción deliberada: ni por motivos raciales, ni políticos, ni religiosos. El mandatario brasileño propuso medidas para luchar contra la Covid 19 que le fueron bloqueadas y entorpecidas en el marco de la estructura de un Estado Federal.

     Luiz Inácio Lula da Silva, a quien Bolsonaro no ha perseguido, saltó al ruedo para acusar de "genocida" a Bolsonaro, lo que carece de sentido. Es una lástima: como la declaración de Lula no corresponde al significado de la palabra, independientemente de que por la Covid 19 hayan muerto más de 600 mil brasileños, suena a demagogia de cara a las elecciones del año venidero. Bolsonaro no se preocupa más que de asuntos de imagen y Lula por dañársela, pero sin salir de lo mismo. Es igual de demagógico hacer llamados contra "el odio" y a "arreglar juntos" (¿con quiénes?¿con Bolsonaro?) lo que el antiguo obrero metalúrgico llama "este país". Lula está a la vista del mismo lado que los llamados "demócratas liberales" que también critican a Bolsonaro. De lo que se trata es de evitar todo lo que ponga de manifiesto alguna contradicción y de llamar sistemáticamente a extrañas reconciliaciones donde deben caber "todos". Dado que en el periodo de Lula se hundió la industria brasileña, aunque se sacó a millones de personas de la pobreza, seguramente se trata de "redistribuir" los frutos de la transnacionalización entre quienes alcancen a agarrarlos, porque la derecha al estilo Bolsonaro no hace promesas "para todos", sino para los allegados (buey, biblia y bala). Para que no queden dudas de qué se trata, Lula visitó México en tiempos de la "Cruzada contra el Hambre" de Rosario Robles, con el gobierno del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y fue llamado parte de la "izquierda democrática" por personas como el ex canciller mexicano Jorge G. Castañeda. Está escrito. Y es el mismo sentir de alguien como el actual canciller de México, Marcelo Ebrard. También es el sentir de The New York Times.

      Las cosas llegan a tal grado que, ya encarrerado, Lula ha considerado que por su gestión de la pandemia, Bolsonaro tiene que ser llevado ante un tribunal internacional. La propuesta de Lula es muy simple:"agrandar el mercado de consumidores y atraer inversiones extranjeras. (La) fórmula es simple: poner a los pobres en el presupuesto y a los ricos en el impuesto sobre la renta".

     Lula no tuvo éxito cuando presentó un discurso "socialista" por allá por 1998, y ganó en 2002 con "Lula paz y amor". Hay quien dice que, después de todo, Lula está a la altura de la música del rockero brasileño Raul Seixas, "Metamorfose Ambulante". Bolsonaro no sirve, pero no es ningún enigma. Lula da la impresión de serlo, pero es nada más éso, algo típico de las personas inconsistentes y convenencieras, al igual que José Mujica, el uruguayo que da la apariencia de no tener que ver gran cosa con el más reciente fracaso del Frente Amplio. El señor Lula no está pensando: está calculando, junto al maltrecho Partido de los Trabajadores (PT), para ver si se lanza o no el año entrante. Los economistas lo saben: se pueden tener los mejores cálculos y ni la menor idea de para qué sirven.  Da click en el botón de reproducción .


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