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sábado, 18 de diciembre de 2021

ELEGIDOS PARA LA GLORIA

 La derecha centrada en ser "demócrata liberal", en reivindicar "los derechos y las libertades" y seguramente que también algo tan vago como "el mercado" no puede dar explicaciones de ciertos fenómenos, y es probable que tampoco le interese.

     Haití, por ejemplo, es un Estado fallido, o prácticamente un país sin Estado, con un aparato de gobierno en gran medida al servicio del crimen organizado y con parte del pueblo lumpenizado. Bandas de criminales más o menos ligadas al gobierno pueden armar masacres en barrios populares, como lo hizo Jimmy Chérizier, Barbecue, ex policía: en La Saline, con unos 70 muertos; en Bel-Air, con 24 muertos; o en Cité Soleil, con 145, todo en barrios populares de la capital haitiana, Puerto Príncipe. El recurso de culpar nada más a los oligarcas locales no sirve; Haití lleva décadas de ser un "país ONG" regenteado por Estados Unidos y gente tan importante como el ex presidente William Clinton sin salir del atolladero. Tal vez haya quien crea con racismo que se está en Africa o que basta con repetir "el país más pobre del hemisferio occidental". A los "demócratas liberales" Haití les importa un pepino. El asunto sería a lo mejor algo secundario si Honduras no estuviera también en una situación deplorable, y hasta hace poco con un narcotraficante a la cabeza: Juan Orlando Hernández, por suerte presidente saliente ahora que llegó a la presidencia Xiomara Castro. Paraguay es otro lugar que es algo parecido a un "narco-país" y, gracias a la demolición del estado de Derecho, el Ecuador ha caído en un estado muy grave, al que no es ajeno el crimen organizado, desde que salió del gobierno Rafael Correa Delgado. En ligas ya mayores, no es un secreto que Colombia no es el paraíso de los Derechos Humanos: ya se llegó a la masacre 91 del año, con 164 líderes sociales asesinados. Ya se ha dicho que el fujimorismo peruano no ha estado exento de vínculos con el narcotráfico, pero Mario Vargas Llosa lo prefiere a Pedro Castillo, actual mandatario de Perú, de la misma manera en que defendió al derechista presidente colombiano, Iván Duque. El asunto no es nada más de Haití. Sin embargo, todos los temas mencionados se les "pasan" a los "demócratas liberales" que, ellos sí monomaníacos, no están más que interesados por la situación de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

      No es necesario ser un fan de estos países y, por decirlo de alguna manera, probablemente Venezuela se cuece aparte en su sempiterno rentismo. Es de suponer que Nicaragua debe reducirse a ciertas extravagancias del presidente Daniel Ortega y la vicepresidente Rosario Murillo. Con todo, no está de más comparar lo que es comparable. Cuba, en particular, está lejísimos de vivir la auténtica tragedia de Haití. Cuba no es un país inseguro en manos del narcotráfico, lleno de pistas de aterrizaje para avionetas con "cargamento" sudamericano para el mercado estadounidense, ni de puertos como los haitianos a donde llega más "cargamento". No es que Cuba no se haya visto amenazada, pero logró luchar contra la tentativa del narcotráfico de aprovechar el paso por la isla y errores como los de Arnaldo Ochoa y otros, hace tiempo. No es de cubanos, aunque los hay, que están formadas las caravanas de migrantes en México: tan sólo en Tapachula, Chiapas, han estado estacionados cerca de 20 mil haitianos en medio de la indiferencia total. Hay marginales en Cuba, con un estilo no muy agradable, pero no pandillerismo, mucho menos comparable al que ha asolado El Salvador hasta hace poco. Por las calles de Cuba, política aparte, se camina con tranquilidad. La capital cubana, La Habana, ni siquiera aparece en el "gran listado" de tasas de homicidio en América Latina por capitales: hasta las pacíficas Montevideo (Uruguay) y San José (Costa Rica) son más peligrosas (Nicaragua era por lo demás hasta hace poco el país más seguro de America Latina, ya con Ortega). Por cierto que Managua, capital nicaraguense, es la capital más segura de Centroamérica. Si alguien cree que la solución es más americanización, San Juan de Puerto Rico era para 2019, detrás de Caracas en Venezuela, la segunda capital más violenta de América Latina. Cuba tiene simple y llanamente el más bajo índice de criminalidad de toda América Latina. Habría que saber si no es un Derecho Humano poder vivir sin riesgo de ser asaltado, robado, extorsionado, secuestrado, "levantado", etcétera. Para que quede claro: los sistemas socialistas de Cuba y Nicaragua "producen" mucho menos criminalidad que los países capitalistas de la región, donde por lo demás la derecha usa al crimen. Por cierto: en materia de crímenes, Cuba está mucho mejor que Estados Unidos y también que Canadá.

     Una población capaz de organizarse nunca está de más. El Caribe es región de huracanes terribles: pasa uno por Haití y puede dejar miles de muertos, porque, como no hay Estado, no hay nada para prevención de desastres. El mismo huracán, a su paso por Cuba, deja cero muertos, porque el Estado responde por la población y existe muy buena prevención.

     No queda claro en qué mundo quieren los "demócratas liberales" que viva la gente. Desde luego que en Cuba hay marginalidad y desigualdades: sin embargo, cualquiera que pueda hacerlo está llamado a demostrar que estas últimas son del tamaño de las diferencias insultantes entre por ejemplo Interlomas y Chalco en el valle de México, o que la muchas veces insoportable burocracia cubana se mete el presupuesto público en bolsillos particulares a un ritmo frenético como el de México hasta hace poco. ¿Hay alguna lista de cubanos millonarios? Los hay, pero pocos, y sin llegar realmente a multimillonarios: ésto lo dicen fuentes estadounidenses, tipo Radio y TV Martí. Así que se trata de una forma de insulto menos: ni riqueza extrema, ni pobreza extrema. A quien le guste, puede escuchar al escritor Leonardo Padura al respecto: hay menos igualdad que antes en Cuba y gente haciendo dinero, pero nada comparable al resto de América Latina.

      Se puede decir que Cuba es el único país de América Latina que ha sido capaz de fabricar vacunas, varias, contra la Covid 19. Cuba tiene un índice de desarrollo humano alto: quien hable de dictadura está llamado a demostrar que los Duvalier, los Somoza, Rafael Leonídas Trujilo u otros produjeron cierta calidad de vida, porque no parece el caso. La esperanza de vida al nacer en Cuba es de 79 años  (75 años en México...y 64 años en Haití). La esperanza de escolaridad es alta, 13,8 años (es decir, hasta el segundo año de enseñanza universitaria). México está por debajo de Cuba en el índice de desarrollo humano; Haití tiene el más bajo de América Latina. En fin, que podría parecer propaganda, así que mejor parar aquí, no sin agregar que Cuba, nivel 28 en criminalidad en el mundo, está mejor que Alemania, Suecia o Francia. 

      Nadie ha dicho que al mismo tiempo no haya un mar de problemas, y muchos de ellos serios, en Cuba. Si quisiera, el ensayista mexicano Enrique Krauze pudiera utilizar su excelente "código Morse" para explicar, detrás de la fachada socialista, los problemas de la cultura política cubana, no tan ajenos al resto de América Latina (Cuba y Nicaragua no han sido los únicos países en producir "hombres fuertes" que se eternizan en el poder y causan con ello estragos). Tampoco hay por qué aguantarse la lengua de madera del presidente cubano Miguel Díaz-Canel al pasarse el tiempo recitando a "Fidel" y encima al merolico de Hugo Chávez. Si, como sugiere Jesús Silva-Herzog Márquez, la democracia es "la casa de las contradicciones", un sistema como el cubano también lo es, a pesar de más de un burócrata cubano o de lo que propone la propaganda oficial. Las visiones maniqueas no sirven de gran cosa, salvo para quedar bien con el "coro de amigos": es una lástima que, atribuyendo a los comunistas serlo, los "demócratas liberales" den de lleno en lo monomaniaco. Es chistoso, pero parecen pensar, como más de un oficialista cubano, que el sistema de la isla o el de Nicaragua están exentos de contradicciones. Los "demócratas liberales" no son gente carente de ideas interesantes, pero, además de decir por qué la cuestión social les importa muy poco, podrían aclarar por qué son de un simplismo que envidiarían Nikita Jrushchov o Leónid Brezhnev, al ver las cosas en blanco y negro: el que no comulga con dos o tres ideas simplonas es "antidemocrático". Algunos de los problemas de Cuba, en la cultura por ejemplo, podrían ser similares a los que padecen los endogámicos adalides de "los derechos y las libertades": no queda claro si hablan para el público, algo no tan fácil cuando no hay "cosa pública" afianzada, o para una camarilla que acapara espacios en los medios de comunicación masiva y se cree envuelta en la gloria.

      Pareciera que algunos se dirigen ante todo a una clientela de amigos que son seguramente quienes están llamados a dizque garantizar la gloria, y con ella la trascendencia. Por momentos, alguien como Krauze parece demasiado atento a quién va supuestamente a pasar a la Historia y quién no. Debía pasar el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, quien ha financiado a Krauze, que vio en aquél un émulo de Mariano Otero, jurista liberal jalisciense del siglo XIX, pero resulta que Alfaro, quien a diferencia de Otero no ha escrito ni una línea, está en la mira de las autoridades estadounidenses por sus vínculos con el crimen organizado, y más particularmente con el narcotráfico. Estos vínculos han sido rastreados por los periodistas mexicanos Anabel Hernandez y Ricardo Ravelo.El socialismo cubano no fabrica criminales. Al capitalismo pueden encantarle y Krauze se ha involucrado con alguien como Alfaro, que es un delincuente. No queda claro, insistamos, cuál es la gracia de tratar como parias a países como Cuba y Nicaragua, exentos de los desmanes abiertamente criminales de la gran mayoría de países de America Latina, y recibir al mismo tiempo dinero de un jefazo del crimen organizado disfrazado de gobernador, y todo para trascender y pasar a la Historia. Tal vez no se trate más que de algo no muy diferente de ciertos narcotraficantes: un gran esfuerzo por ganarse un lugar en el recuerdo de alguna gente, luego de haber jugado reglas del poder no muy gratas. Algo debe andar mal para que el escritor Mario Vargas Llosa prefiera al fujimorismo probadamente delincuente o al colombiano Duque, o para que Krauze (en la foto) no salga en defensa de Alfaro, (a) "Mariano Otero": cierto tipo de degradación parece preferible al riesgo de perder lo que no es más que un bastante imaginado sitial en la Historia, porque no es algo que se decida entre amigos, salvo temporalmente.




EL BALBOA QUIERE DÓLAR

 No queda claro por qué algunos se lanzan a anunciar triunfos imposibles: como era de prever, la candidata popular Maribel Gordón obtuvo en ...