La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se creó poco después de la Segunda Guerra Mundial con un propósito supuestamente defensivo. En rigor, el artículo 5 de esta organización militar autoriza la acción militar cuando uno de los miembros de aquélla es agredido.
Durante la guerra en Yugoslavia, y en particular con los bombardeos de 1999 contra territorio yugoslavo, la OTAN se convirtió claramente en un organismo de ofensiva, contra sus propios estatutos, puesto que Yugoslavia no agredió a ninguno de los miembros de aquél. Prácticamente no se le reprochó mayor cosa pese a que el artículo 1 de la OTAN llama a evitar el recurso a la amenaza o el empleo de la fuerza "de cualquier forma que resulte incompatible con los propósitos de Naciones Unidas". No se puede confiar en una organización de carácter ofensivo que viola sus propios estatutos.
Macedonia del Norte es miembro de la OTAN desde 2020. De acuerdo con las reglas de la OTAN, para entrar al organismo debe haberse aprobado por referéndum. El de Macedonia del Norte, que implicaba cambiar el nombre del país, contó con 36,3 % de la aprobación de la población, un 15 % menos del exigido, de tal forma que la OTAN incorpora países de manera contraria a sus propias reglas y a la voluntad de la población de países involucrados.
Que se sepa, la OTAN no es el brazo armado de Naciones Unidas, pero actuó como tal en 2011 al hacer valer las resoluciones 1970 y 1973 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas contra Libia, lo que le valió al organismo, otra vez a la ofensiva (Libia no atacó a ningún miembro de la OTAN), la crítica del presidente sudafricano, Jacob Zuma.
Ucrania no era un país miembro de la OTAN, pero al margen de los propios estatutos de la organización, el mando militar ucraniano respondía hasta hace poco al organismo internacional.
La Organización para la Cooperación y Seguridad en Europa (OSCE), creada en 1973, que estaba velando por el cese al fuego en la línea de contacto del Donbás ucraniano, es un organismo reconocido por Naciones Unidas como acuerdo regional, de acuerdo al capítulo VIII de las mismas Naciones Unidas. LA OSCE, en el espíritu de la Carta de París, el Acta de Helsinki y la Carta de las Naciones Unidas, considera ineludible el principio de indivisibilidad de la seguridad en Europa, lo que quiere decir que la seguridad de un país no puede conseguirse a expensas de la de otro. De acuerdo con la Carta de París de 1990, “la seguridad es indivisible. La seguridad de cada uno de los Estados participantes está inseparablemente vinculada con la de los demás". Ucrania podía hacer lo que más le agradara, pero no ignorar que su eventual incorporación a la OTAN constituiría un riesgo para la seguridad rusa, al menos que no se sepa ver un mapa. La OSCE buscó no crear "nuevas líneas divisorias" en Europa: cualquiera se da cuenta de dónde a dónde se recorrió la línea divisoria, del centro de Europa hacia las fronteras rusas, pese a que incluso sucedió que Rusia solicitara ser parte de la OTAN. Es ésta que rechazó la iniciativa y fue estableciendo la línea divisoria. Ucrania dió los primeros pasos, en 2014, para adherirse a la OTAN mediante reformas constitucionales, renunciando a su estatuto previo de país no alineado. Desde la Declaración de Bucarest (capital rumana) en 2008, la OTAN hizo explícita su voluntad de incorporar a Ucrania (y Georgia), violando el principio de indivisibilidad ya mencionado. Fue en particular el presidente ucraniano Petró Poroshenko quien liquidó la neutralidad constitucional ucraniana.
Cualquier forma de relación entre Ucrania y la OTAN es ilegal desde el punto de vista de los estatutos de la OTAN, que señalan que un país no puede ser miembro si tiene diferendos con otros o "conflictos étnicos", por lo que debido a lo ocurrido a partir de 2014 en el Donbás los ucranianos carecían de todo derecho a la organización militar, de tal modo que no se explica que haya quedado bajo supervisión de ésta el mando militar de las fuerzas armadas ucranianas. De nueva cuenta, la OTAN violó sus propios estatutos. El presidente ucraniano Volodímir Zelenski declaró lo imposible: la entrada a la OTAN con la mayor urgencia para solucionar el conflicto del Este ucraniano, en plena contradicción con las reglas de la organización militar (Plan de Acción para la Membresía). El asunto de la posible membresía de Ucrania en la OTAN comenzó cerca de una década antes de la anexión rusa de Crimea: por lo menos desde la presidencia ucraniana de Víktor Yushchenko, a partir de 2005.
El PAM (Programa de Acción de Membresía) de la OTAN es claro: en su apartado I, punto 2, conmina a quien quiera adherirse a "arreglar disputas étnicas o disputas territoriales externas, incluyendo reivindicaciones irredentistas o disputas jurisdiccionales internas mediante medios pacíficos de acuerdo con los principios de la OSCE para perseguir buenas relaciones de vecindad". Ucrania no ha mostrado ni la voluntad de hacerlo, pero pareciera que Zelenski quiere entrar con tal prisa que no le importa atropellar las reglas mismas de la Alianza Atlántica.
La anexión de Crimea fue un acto ilegal, pero derivado de otro cometido en Kíev, capital ucraniana, que obligó a huir a Rusia al presidente legítimamente electo Viktor Yanukovich. La ilegalidad estuvo en la emboscada de grupos paramilitares ucranianos y de mercenarios (georgianos) en la plaza del Maidán, disparándole al mismo tiempo a los agentes de seguridad (berkuts) y a la multitud de tal modo que ésta creyera erróneamente en una represión de las fuerzas del orden. El organizador de la emboscada fue Andriy Parubiy, un neonazi que después habría de considerar en el parlamento (Rada) ucraniano a Hitler como un "gran demócrata", además de haber sido recibido por el primer ministro canadiense Justin Trudeau. Nadie puso en tela de juicio que fuera mediante un golpe no muy blando que se expulsara al legítimamente electo Yanukovich.
La Asamblea General de Naciones Unidas viene expresándose año con año contra la "glorificación del nazismo" y recomendando perseguirla. En vez de ésto, ya bajo el gobierno de Zelenski, el neonazi de Sector Derecho, Dmitri Yarosh, fue nombrado consejero principal de las fuerzas armadas ucranianas, a través del general Valeri Zaluzhni. Yarosh es un veterano ucraniano neonazi...de la Central de Inteligencia Americana (CIA) y la OTAN que desde tiempo atrás armaba en Ucrania a gente para combatir en Chechenia contra los rusos. Yarosh está vinculado con el neonazi Batallón Azov. De 2014 para acá se ha acentuado este proceso de nazificación tolerado, cuando no asesorado por países extranjeros, en especial Estados Unidos. La autodenominada "comunidad internacional", que también se hace llamar "el mundo", no ha dicho ni pío sobre este fenómeno, que llevó a la tragedia de la Casa de los Sindicatos de Odessa en 2014 (otro asunto organizado por Parubij) y a que milicias neonazis masacren a civiles en el Donbás. Ni una condena internacional. El asunto es turbio al grado de que se patrocina a neonazis contra los estatus mismos de la OTAN, que siempre en el PAM piden que quienes sean candidatos "muestren su apego a la ley y los Derechos Humanos", de acuerdo con el apartado I, inciso 2.
Para rematar con esta atronadora manera de pasarse todos a una las leyes por el Arco del Triunfo, los Acuerdos de Minsk II obligaban a la parte ucraniana a reconocer la autonomía de una parte de las regiones de Donetsk y Lugansk, en el Donbás, incluyendo su derecho al uso del idioma ruso. Kíev se fue en la dirección contraria y en cerca de ocho años no cumplió con lo acordado. El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, jamás movió ni un dedo ni se pronunció por el cumplimiento de los Acuerdos de Minsk.
Cuando no hay Derecho o está para ser violado en forma orgiástica, es probable que las cosas acaben a puñetazos y en riña callejera (con gente pidiendo más cuando ulula que "Rusia pone en alerta sus fuerzas nucleares"). Como acaba de declararlo la líder francesa Marine Le Pen, "Putin no es ningún loco: es brutal e impresionante". Las reglas de Putin son dos, entre otras:
-en una riña callejera, asegúrate de golpear primero, y
-estás mal si crees que el bien y el uso de la fuerza están reñidos
El presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, ya expresó que Ucrania se está jugando su existencia como Estado, ante quienes, agreguemos, le apuestan a su "yugoslavización". A lo que le apuesta Rusia puede parecer curioso: a la indivisibilidad de la seguridad europea, de tal manera que no haya otra línea divisoria y Ucrania opte definitivamente por la neutralidad; a la desnazificación de Ucrania, de conformidad con lo reclamado por la Asamblea General de Naciones Unidas, y a una desmilitarización tal que no sea la OTAN, contra sus propios estatutos, la que le diga qué hacer al ejército ucraniano. No hay que ser demasiado adulto para darse cuenta de que lo que Putin busca es lo que a los estadounidenses les encanta: enforcement, acción de fuerza aplicada en grado suficiente para hacer cumplir leyes internacionales, así haya tenido que pasar sobre la integridad territorial de Ucrania, utilizada por Occidente para convertirla en un nido de delincuentes. Quien sepa leer con algo de criterio se dará cuenta que al entregar armas a lo loco, llamar a resistir -también a lo loco- y augurar catástrofes humanitarias hasta ahora inexistentes Occidente está empujando a involucrar a la población civil ucraniana en derramamientos de sangre graves.
Una última cosa: no queda claro si la dizque opinión pública occidental y japonesita se da cuenta de qué clase de pandilleros la gobiernan. Un favor: ¿le pueden decir al primer ministro británico Boris Johnson que se peine? No es Rod Stewart (da click en el botón de reproducción).