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domingo, 29 de mayo de 2022

COLOMBIA: Y EL TIRO LES SALIÓ MAL...

 Tal vez sea útil que alguien les explique a ciertos candidatos de izquierda que hay alianzas que no son garantía de mayoría. El ex alcalde de Bogotá, capital colombiana, Gustavo Petro, hizo todo lo que pudo para granjearse a los ecologistas, el movimiento LGBTTTIQ+, la minoría negra (que hay que llamar "afrodescendiente") y seguramente algo así como "el centro", pero pareció olvidar que la preocupación de por lo menos la mitad de los colombianos, que vive en la pobreza, puede tomar otro rumbo. Lo que ocurrió es que, efectivamente, tomó otro rumbo: cuando se esperaba que el contrincante de Petro fuera el ex alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, el segundo lugar lo obtuvo el ex alcalde de Bucaramanga (Santander), Rodolfo Hernández, un ingeniero independiente.

     Como en gran parte de América Latina, es la hora del adiós a la partidocracia tradicional, que podía enfilar tras Gutiérrez, y a dos siglos de oligarquía o sustitutos: Colombia no quiere más "uribismo", pero no es seguro que quiera masivamente un giro a la izquierda, ni siquiera porque Petro haya designado como compañera de fórmula a una negra y ambientalista, Francia Márquez. El voto por departamentos es muy claro: la Colombia "central" y no periférica optó en grande por Hernández, mientras que el voto por Petro parece una mezcla curiosa de periferia pro-Fuerzas Armadas Revolucionarias Armadas de Colombia (FARC), aunque éstas ya no existan, y pro-Caribe-Márquez, salvo en Bogotá. En más de un aspecto, es la Colombia periférica y no la "profunda". Salvo en Bogotá, el triunfo de Petro está lejos de “arrasar”.

     Ex guerrillero de la organización M-19, Petro giró hacia el centro de tal modo que pareciera querer animar la Colombia "productiva" desmantelándola junto con el petróleo y el carbón, siguiendo en ésto a organismos y foros internacionales, como sigue en otras cosas el estilo Demócrata que tal vez sea del agrado de la clase media bogotana. No es que Hernández sea la perfección, pero entendió mejor, pierda o gane en la segunda vuelta, el problema del capitalismo latinoamericano, al poner énfasis en la lucha contra la corrupción y el despilfarro del Estado. Cosa curiosa, Hernández parece entender también mejor la importancia del campo. El riesgo es que el segundo lugar se vea comprometido con la derecha y ultraderecha para frenar a Petro. "Fico" Gutiérrez ya anunció su apoyo a Hernández, que está así con el respaldo de maquinarias y clientelas que quiere derrotar, junto a la "politiquería". Queda por ver hacia dónde se dirigen los votos centristas de Sergio Fajardo y qué ocurre con los abstencionistas (la abstención fue de casi la mitad de los electores).

     Después de Nayib Bukele en El Salvador, en las elecciones de Costa Rica se impuso un peculiar candidato anticorrupción, Rodrigo Chaves, contra el tradicional partido de Liberación Nacional, en plan dinástico con la familia Figueres. No está funcionando. Petro, en su giro, se acercó a políticos corruptos que eran antes sus contrincantes, y el riesgo para Hernández ya está señalado. Lo cierto es que, como en México, muchos están ante todo cansados de la corrupción y de la vieja partidocracia, vista como parte del problema y no de la solución. Ni siquiera Petro quiere un cambio de sistema socioeconómico, y en este sentido no es candidato "antisistema". Cuando se trata de terminar con un "capitalismo de compadres", los compadres saltan por doquier a defender lo suyo. Petro "izquierdista" contra Hernández "populista" es una lectura apresurada para una disyuntiva que se antoja complicada: la "politiquería" trata de seguir siendo el filtro para pasar (de la misma manera en que ha terminado haciéndole la vida casi imposible al mandatario peruano Pedro Castillo). Como sea, se está legos de alguna fiesta progresista. Por lo demás, los líderes sociales colombianos siguen haciéndose ejecutar al ritmo acostumbrado: desde los Acuerdos de Paz de 2016, que son ineludibles, dos mil muertos más 300 ex combatientes, en algo que no deja de recordar la suerte de la Unión Patriótica.(viejas cosas de Colombia: da click en el botón de reproducción).




viernes, 27 de mayo de 2022

ECUADOR: SIGNOS DE ALERTA

 La situación que lo contrario del llamado "correísmo" ha provocado en el Ecuador es grave, de tal forma que, como ya se ha sugerido, este país no está lejos del Estado fallido. Al parecer, es el tipo de cosas que le gustan a Estados Unidos, puesto que el país sudamericano fue visitado hace poco por la Primera Dama, Jill Biden, que no acostumbra viajar.

     El Ecuador está en manos de la delincuencia organizada, y el problema del narcotráfico no ha sido tocado con la gravedad que tiene: ya no se trata nada más del proverbial lavado, que los ecuatorianos se negaban a reconocer, sino también de distribución, producción y consumo.

     Los últimos gobiernos han logrado colocar a Guayaquil, centro económico del país, entre las ciudades más peligrosas del mundo, y recientemente prácticamente paró la ciudad de Esmeraldas, agobiada por la delincuencia contra el comercio: no lejos de Colombia, Esmeraldas (entre otras cosas punto de salida de cocaína a México) se convirtió en la segunda provincia con mayor cantidad de asesinatos del país. Han abundado las extorsiones a comercios. Las cifras oficiales muestran que no había tal grado de inseguridad en el Ecuador bajo el gobierno de Rafael Correa. Los asesinatos crecieron con el presidente Lenín Moreno y con su sucesor, Guillermo Lasso. Las muertes violentas se han concentrado en las provincias costeras de Guayas, Manabí y Esmeraldas. Se han repetido igualmente motines carcelarios, con finales trágicos. Las provincias igualmente costeras de El Oro y Los Ríos también se han visto afectadas por el incremento de la delincuencia. No ha habido plan integral para enfrentar estos problemas y la Policía Nacional carece de capacidad para hacerlo, más allá de algunos paliativos.

     El estado de Derecho no existe, pero las "leyes" se siguen haciendo valer para la persecución política de opositores con capacidad, como en el caso lastimoso del ex vicepresidente Jorge Glas, a quien se le ha caído con saña: volvió a la cárcel al denegársele el habeas corpus que se le había otorgado. Glas está enfermo y se había considerado que en estas condiciones su vida corría peligro en prisión.

     Algo llama poderosamente la atención.  En las últimas elecciones presidenciales, la votación se polarizó entre las provincias costeras y, por otra parte, las serranas y amazónicas. Con Correa había cierto predominio de costeños, pero limitado. En cambio, los ministros de Lasso son casi todos serranos, incluyendo al tecnócrata de Economía y Finanzas cuencano, Simón Cueva Armijos. Esta fractura regional notoria abunda en el sentido del Estado fallido, algo en lo que han jugado por lo demás un papel deplorable algunas organizaciones indígenas.

     Los medios de comunicación están casi todos asaltados por gente lumpen y/o al servicio de la Central de Inteligencia Americana (CIA), por lo que son conocidos Carlos Vera y Fernando Villavicencio (encima asambleísta).

     Para el mandatario Lasso, la inseguridad parece ser increíblemente parte del "camino del éxito". Parte de lo mismo es tal vez el reciente incremento de la desigualdad y la pobreza, y el colapso del sistema de salud.

     Este es el tipo de lugares que le gusta visitar a Jill Biden y que los "demócratas liberales" no toman en cuenta al presumir las bondades de los "derechos y las libertades". Hay que decirlo también : la de Lasso fue la opción de una parte no desdeñable de los indígenas ecuatorianos.

     Antes del festín del petróleo y el descarado pero curiosamente negado del narcotráfico, al menos se podía en el Ecuador lloriquear en calma. (da click en el botón de reproducción).



miércoles, 25 de mayo de 2022

AH, PERO QUÉ SANTURRÓN

 El camarada Brindaconwisky (los nombres a la polaca son siempre un poco difíciles) obsequió recientemente a sus lectores, donde los haya (por cualquier posible confusión con el camarada Michayotinsky), una muy interesante y original comparación entre dos autócratas, el líder soviético José Stalin y el mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador. Cualquiera puede correlacionar lo que mejor le parezca: es lo bueno de la libertad. El caso es que a ninguno de estos dos autócratas parece gustarles la ciencia ni el mundo intelectual.

      Cabe preguntarse si está bien avenido hablar de "autócratas", aunque lo cierto es que está de moda. La palabra está formada de "auto" y "cracia" (autocracia), que supone etimológicamente no lo que tiende a decir la Web, que mezcla a dictaduras y monarquías absolutas en este negocio, sino simplemente el "gobierno para sí mismo". Los zares rusos eran autócratas: no consultaban a nadie, de ninguna manera, sino que a lo sumo conversaban con Dios y luego hacían algún decreto. Aquí termina el símil del camarada Brindaconwisky: López Obrador lleva varios referendos populares, para bien o para mal, y Stalin no hablaba con Dios, sino que buscó en 1936 que los soviéticos pudieran elegir (siendo consultados) mediante voto directo, universal y secreto y no mediante el equivalente de "planillas" al estilo universitario mexicano. Tal vez cuando se califica a alguien de "autócrata" se quiera dar la impresión de algo terrible: quien así lo desee puede creerse las historias que hacen de Stalin un "resentido" porque papá le pegaba tremendas golpizas y le quedaron marcas de viruela en la cara. De encontrarse con alguien con este tipo de infancia, lo mejor es cuidarse: es toda una predisposición infantil a liquidar gente por millones. Afortunadamente, lo mejor del estereotipo psicológico o incluso de la proyección está para alertarnos sobre este terrible mal. Tal vez el hermano muerto del leninista de Macuspana, López Obrador, tenga que ver con la "autocracia" del mismo, sin que importe siquiera que el presidente mexicano no tenga absolutamente nada que ver con marxismo-leninismo. La verdad, no importa: el asunto es hacer sensacionalismo y dárselas de fino conocedor, sin saber nada.

      Como vale el argumento de autoridad, el camarada Brindaconwisky cita el caso del llamado "complot de las batas blancas", refiriéndose a la versión del británico Donald Rayfield. No importa tampoco indagar ni contrastar fuentes: suena extranjero y además británico, por lo tanto está bien y se puede creer en todo lo dicho en el libro Stalin y los verdugos. Lástima que cuando se revisa la fuente, se descubre que Rayfield se da un lujo imperdonable para el Gran Detector de Plagios de la Nación Mexicana, Guillermo Sheridan: citar entrecomillando sin mencionar la fuente. Dicho ésto, Rayfield tiene pocas fuentes y repite falsedades probadas como tales del líder soviético Nikita Jrushchov: desde cartas de una doctora en 1948 que sirven de "prueba" para un asunto de 1952 (es una pura calumnia de Jrushchov) hasta historias inventadas del "temible Beria", quien para el caso mandó parar el complot mencionado y liberó a los inculpados, sin estar siquiera a la cabeza de la seguridad del Estado o KGB (era Semión Ignatiev). Pasemos sobre el rechazo expreso de Stalin al antisemitismo, testimoniado por su hija, Svetlana, y sobre otra cosa más, que Lavrenti Beria haya mandado parar a los periódicos que alimentaban la teoría del complot, decisión que se tomó estando Stalin vivo. Rayfield se limita en buena medida a repetir lo que inventa Jrushchov. Y Brindaconwisky se cree todo y le cuenta al lector historias de serie de Netflix o propias de algún programa de radio de La Mano Peluda: cuando un médico le recomienda a Stalin que descanse, éste le llama a Beria y manda a capturar al galeno. Ya se sabe: hay quien está obnubilado con el poder al punto de no poder soltarlo, como por cierto el camarada Brindaconwisky, totalmente monotemático.

     Tal vez por influencia de Michayotinsky, Brindaconwisky ni se entera que es la propia disidencia antisoviética la que reconoció que no había antisemitismo en Stalin: Jaurés y Roy Medvedev escribieron que Stalin se opuso desde un principio a la campaña contra los médicos judíos y al antisemitismo subyacente. Es lo de menos. Lo que cuenta es "causar impresión": empezando, desde luego, más por los compadres que por el lector. Es periodismo -si se le puede llamar así -de espectáculo, con correlaciones o asociaciones propias de alguien provinciano, digamos el tipo de gente que Stalin hubiera descartado por tratarse además de timar a la gente con aires de santurrón. Para Fellini (click etcétera...). El camarada en acción:



lunes, 23 de mayo de 2022

OTRA VEZ SOBRE GROSSMAN

 El sistema capitalista garantiza formalmente mejor que otros la libertad de pensamiento. Está consignada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (artículo 18), y de manera diferenciada de la libertad de conciencia y de religión.

     A estas alturas, es raro, aunque existe, que se manifieste dicha libertad, porque el mismo sistema mencionado crea fenómenos de masas y de espectáculo en los que la gente se escuda en el "se" ("se" dice) y en lo mundano para ahorrarse un pensamiento o criterio propio que cuesta, y que es por lo demás sutilmente marginado por la "norma". Más de un comentócrata u opinólogo, como se ha dado en llamarlos, evita cuidadosamente la menor distancia con el "se" de su grupito de poder, del medio de comunicación para el cual trabaja, etcétera. Detrás de los alardes de bravuconería suele estar el cobarde al que sería necesario ver individualmente, solo, sin "echar montón". Es la misma gente que no para de gritonear con "los derechos y las libertades".

     Es de suponer que estos derechos y libertades se han conquistado frente al Estado. Se critica así, no sin razón, el riesgo de que el Estado conculque derechos y libertades individuales. Al mismo tiempo, llama la atención que se tengan con frecuencia para ser desperdiciados. En principio, el ser humano debe ser, bajo una u otra forma, útil a la sociedad, y hay mil maneras de serlo, distintas de ser útil al grupito con el que "estoy en deuda" o "que me paga" y al que se está agradecido, se diga o no abiertamente. Los "derechos y libertades" no son una abstracción, ni algo absoluto: para quienes los presumen, no es difícil notar que se vuelven relativos donde empieza la coacción de la necesidad (de tener una fuente de ingreso) o de complacer, "quedar bien" para ganarse favores y ascender. Si lo enumerado no interviniera, tal vez habría mayor diversidad real de opinión en los medios y no auténticos cantantes a coro (claro, cada uno con su voz específica).

     Lo anterior viene a cuento por la constante celebración que los adalides "demócratas liberales" han hecho del autor soviético Vasili Grossman, y en particular de su obra Vida y destino, como crítica a "los dos totalitarismos", el nazi y el soviético. Grossman fue prohibido en la Unión Soviética por motivos que se entienden bien a la distancia: su obra sirve para un interminable antisovietismo en nombre de "la libertad". Vayamos por partes: no sería incorrecto decir que el socialismo limita la libertad de pensamiento y censura de distintas maneras, aunque otra cosa sea lo que sucede con la libertad de conciencia o de religión. El sovietismo ha heredado hasta hoy en la Federación Rusa el miedo a hablar, aunque hay formas y formas de discrepar.

      Lo que Grossman decía era que "la libertad se extiende a la vida de todos los hombres. La libertad es el derecho a sembrar lo que uno quiera, a confeccionar zapatos y abrigos, a hacer pan con el grano que uno ha sembrado, y a venderlo o no venderlo, lo que uno quiera. Y tanto si uno es cerrajero como fundidor de acero o artista, la libertad es el derecho a vivir como uno prefiera y no como le ordenen". 

     No estamos seguros de que en el sovietismo todo el mundo actuara "por órdenes" y sin convicciones. Tampoco es seguro que la total ausencia de censura en el capitalismo sea un bien absoluto: llega a dar en libertades como las de mentir, difamar, calumniar, hablar sin conocimiento de causa, etcétera, sin la menor sanción. De todos modos, en el capitalismo, dados los niveles de ingresos, no todos pueden darse el lujo de "vender o no vender" ni de "vivir como lo prefieran". En el socialismo tampoco puede ser así: debiera poderse escoger no nada más por preferencia individual, sino también para ser útil a la sociedad. Dedicarse exclusivamente a "lo que uno prefiera" corre el riesgo de ser antisocial si no se considera la existencia de un mínimo bien común. 

     Si el Estado no debe sacrificar las libertades individuales, incluyendo la de pensamiento, tampoco lo puede hacer el "se" que condena al ostracismo. A nadie le han ordenado nada, pero el sistema capitalista sabe muy bien cómo hacer entrar en acción el "dejar morir" a quien discrepa. De aquí el pavor a la libertad de pensamiento, y a una verdadera libertad espiritual (que no tiene nada que ver con gurúes ni autoayuda, etcétera). Los resquicios para la libertad de pensamiento son mayores en el capitalismo, aunque suelen ser desaprovechados por distintos motivos (miedo, pero también indiferencia, comodidad o pereza, etcétera...). Ejercer esta libertad cuesta, y no abundan los dispuestos a pagarla.

     Lo que exige el socialismo conocido hasta hoy es sacrificio, y en principio no debiera suceder así: sacrificio al Estado, en todo caso si no respeta de vuelta las libertades individuales. Al mismo tiempo, este espíritu de sacrificio, no desligado de una herencia feudal específica, limita pero da ventajas: un presidente como el ruso Vladimir Putin seguramente está dispuesto a sacrificios -como el de arriesgar su popularidad- que no está dispuesto a hacer ningún occidental, porque un sacrificio se le aparece como una "pérdida" y no “se” opera con pérdidas. Putin está dispuesto a dar de sí mismo. El presidente estadounidense Joseph Biden no. El escritor ruso y soviético Máximo Gorki decía: "el hombre arriesga su propia vida cada vez que elige y éso lo hace libre". No es arriesgar absolutamente nada renunciar a la libertad de pensamiento para esconderse en el "se" y al mismo tiempo ponerse bravucón en grupo. Decía también Gorki: "desde el momento en que un hombre se presta a dar su libertad y su vida por su creencia, es que sus sentimientos son sinceros". Los derechos y libertades de algunos son una defensa natural de la vida, pero también es válido preguntarse que se hace con ésta: no dar más que para un grupito, para los amigos en contubernio o para la empresa que paga y no preocuparse en lo más mínimo por la verosimilitud de lo dicho ni por el lector bien puede tomarse como actitud antisocial. Lo extraño es que sea recompensada. 

     Hacer "lo que se prefiera" suena bien en abstracto: puede convertirse en hacer lo que se pueda o en la creencia errónea de que se puede "hacer lo que de la gana" sin considerar a los demás. Así se desliza el progreso capitalista hacia su contrario, la decadencia, con mucho alarde, éso sí. El culto a Grossman es antisocial, y notoriamente carente de libertad de pensamiento, al no considerar las contradicciones del mismo Grossman, cuyo “ realismo socialista” curiosamente se da por oportuno.



jueves, 19 de mayo de 2022

A GOZAR

 No había que pedir mucho. El periódico mexicano La Jornada y el argentino Página 12 salieron en estos días a vender las últimas palabras del intelectual estadounidense Noam Chomsky, que seguramente deban tomarse por "revelaciones". Al parecer, Chomsky no se ha hecho la siguiente pregunta, como tampoco su seguidor Heinz Dieterich: si el mundo se acaba, ¿cómo va el capitalismo a seguir haciendo ganancias? A decir verdad, este sistema está buscando una reconversión que lo haga sustentable o, por si no se entiende, que haga sustentable o sostenible la ganancia.

     Chomsky no tiene ni idea de cómo ha transcurrido la guerra en Ucrania, y generaliza: "lo que impulsa la política no es la seguridad, al menos no la seguridad de la población, la cual es, cuando mucho, una preocupación marginal". Es falso: la lentitud del avance ruso en el Donbás se ha debido en lo fundamental a la voluntad de preservar la vida de los civiles. Por lo demás, Estados Unidos tampoco va a arriesgar a ningún miembro de su población en Ucrania.

     Chomsky asegura que en estos asuntos políticos "los intereses de corto plazo prevalecen". Rusia no entró en Ucrania por un asunto cortoplacista, sino por una visión de largo alcance de la sobrevivencia del Estado ruso.

     Desde luego, Chomsky no puede evitarse los malabarismos, por lo que habla del "horrible impacto de la criminal invasión rusa de Ucrania". Tan horrible que miembros de U2 viajan tranquilamente a dar conciertos en la capital ucraniana, Kíev, sin el menor temor a recibir un misil en el hocico. En fin, ya me oferté: ahora, cómprenme y luego revéndanme con la ganancia que da mi nombre, Noam Chomsky.

     Enseguida, Chomsky (foto, abajo) se mete a ambientalista y llama a dejar de usar combustibles fósiles !pero ya! Como toda una fracción del capital, el libertario Chomsky concuerda con los planes de reconversión del Foro Económico Mundial. Sin tantita pena.

     Por cierto, a raíz de la crisis ucraniana, "millones van a morir de hambre". Además, "jugaremos con la posibilidad de la guerra nuclear"  y "correremos a la destrucción del ambiente que sostiene la vida". Dado que la clase política está igual por doquier, no queda más que sentarse a esperar la hora del Juicio Final.

     Chomsky considera no que existe la contradicción, sino que el desarrollo de la inteligencia superior humana ha resultado ser letal. Llevamos 200 mil o 300 mil años en la Tierra para llegar apenas al "suicidio de la especie", sin que quede claro quién la quiere: los estadounidenses, no. Al menos no de la suya. En fin: "no hay tiempo que perder", aunque, puestas las coas como las pone Chomsky, tampoco hay gran cosa que hacer.

     Heinz Dieterich, cuya especialidad es fallar un pronóstico tras otro, augura la negra noche nuclear si no se hace algo. Dieterich, como tantísimos otros latinoamericanos, incluidos de izquierda, se la pasaron asegurando que el mandatario estadounidense Donald J. Trump era un "fascista". Ahora dicen que el imperio es peligroso, después de haber hecho todo para que volviera, salvo que aleguen no saber quién es desde siempre el actual presidente de Estados Unidos, Joseph Biden. Tal vez querer vender el apocalipsis sea una buena forma de impunidad: es de tal tamaño su preocupación por la Humanidad que no se les puede encarar por errar un pronóstico tras otro. ¿Quisieron sacar a Trump a como diera lugar y no repararon en quién es Biden, pero ahora le hacen reproches a Estados Unidos, teniendo por lo demás cuidado de no meterse con un Biden que les suavizó sanciones a Cuba y Venezuela? Tal ve el Fascismo del Siglo XXI (???) vaya a comenzar en Varadero. Un día la agarro contra Trump y al día siguiente contra su oponente, sin que nada me haga cortocircuito. Todavía mejor: o la noche nuclear o el mundo multipolar "porque sí", sin otro sustento que los antojos financieros de Goldman Sachs.

     Meterle sistemáticamente miedo a la gente no sirve de gran cosa. Como alguna vez explicara Gyorgy Lukacs, si a quienes van en el gran trasatlántico les dicen que se hundirán, lo más probable es que busquen sobre todo "disfrutar el momento" y apurar la copa.  ¿Se acaba el mundo? !A gozar!



martes, 17 de mayo de 2022

MUCHAS GRACIAS POR TODO

 Las luchas tercermundistas, fueran anticolonialistas o de las llamadas "de liberación nacional", se granjearon gran popularidad hasta los años '70 y, en buena medida, arrastraron a la Unión Soviética, que había perdido mucho de su aureola a partir del "deshielo" de 1956. Se suponía que el Gran Cambio estaba en el Sur. Esta creencia persiste entre quienes admiran hoy a ciegas a China, y suponen que es el enemigo a vencer de Estados Unidos. Resulta que la superpotencia estaría dando un pequeño rodeo por Rusia para atacar luego a China, sin que quede claro el por qué de tanta vuelta.

     La suerte corrida por algunos movimientos de los mencionados no ha sido muy debatida. En algún momento se criticó que Yasir Arafat se hubiera quedado tanto tiempo al frente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Hoy ya no son tiempos de Al Fatah, sino de Hamás.

     En India, son tiempos de la extrema derecha que a nadie incomoda, mucho menos a Estados Unidos: la del primer ministro Narendra Modi, ultrapopular. Cabe hacer notar que fue con Rajiv Gandhi, nieto de Jawaharlal Nehru e hijo de Indira Gandhi, que en los años '80 India se fue acercando a Estados Unidos y aplicando una política de las llamadas "neoliberales", sin que el Partido del Congreso recuperara la popularidad que fue perdiendo. El fin de Rajiv Gandhi, como el de Indira Gandhi, fue trágico, pero al mismo tiempo algo no funcionó que se concibió el paso del tiempo como el de una sucesión dinástica, a tal grado que a la muerte de Rajiv Gandhi por poco y queda a la cabeza de India Sonia Gandhi. El Partido del Congreso no tuvo nada mejor que postular para las elecciones de 2019 a Rahul Gandhi, hijo de Rajiv. Ya había perdido antes, en 2014, frente a Modi, y por cierto que fue educado no nada más en el Reino Unido, sino que también en Estados Unidos (Harvard), donde vivió. El partido del Congreso se dió el lujo con Rahul Gandhi de tener los peores resultados de su historia, luego de haber representado la independencia de India y el No Alineamiento, entre otras cosas.

     Al Congreso Nacional Africano (CNA) en Sudáfrica no le ha ido mucho mejor. Sin levantar a un país donde campean la pobreza, el desempleo y la desigualdad, además de una de las peores violencias del mundo (Sudáfrica tiene a varias ciudades entre las más peligrosas del orbe, incluyendo a Durban, Mandela Bay, Ciudad del Cabo y Johannesburgo), el CNA está asociado por lo menos desde el presidente Jacob Zuma a la corrupción en grande. No queda nada del ideal fundador ni de la Carta de la Libertad de 1955. Lo que queda es la política llamada "neoliberal" y mandatarios como el actual Cyril Ramaphosa, el señor dueño de la franquicia sudafricana de McDonald's, 450 millones de dólares y 31 propiedades. No queda muy claro, cuando se considera a países como India o Sudáfrica, de qué "mundo multipolar" se está hablando: si el de las castas miserables o el de de corruptos en nombre de la lucha contra el apartheid.

   Puede parecer cosa de subdesarrollados, en América Latina, a condición de no tomar en cuenta lo penoso del descalabro del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador, sin una pizca de análisis o, en otro nivel, lo que le sucedió en México al Partido Revolucionario Institucional (PRI), cuyo suicidio entre la corrupción, la cuasi-anexión a Estados Unidos y la tecnocracia es menos original de lo que pueda pensarse en el marco del antiguo Tercer Mundo. Hay algunos otros ejemplos lamentables, como el del Partido Revolucionario Democrático (PRD) panameño. Ninguno de los casos mencionados ha sobrevivido a la mezcla de ambición de poder y de dinero que hizo dejar de lado lo conquistado, aunque algo quede, para bien o para mal.

     Las explicaciones se las pidieron regularmente a los "estalinistas", "dogmáticos" , etcétera. También cabría pedirlas a los antiguos tercermundistas que prometieron superar a los comunistas, se convirtieron en símbolos sesentaiocheros y posteriores (lo hindú, Mandela, lo palestino, las grandes Fuerzas Populares de Liberación salvadoreñas, Zapata por aquí y por allá, etcétera). Hay más de uno en algún berenjenal, desde el cual no está demasiado autorizado para criticar, pongamos por caso, a la Federación Rusa (ni se diga a la Unión Soviética). No está de más recordar que muchos de los mencionados se orillaron al "centro" y versiones más o menos socialdemócratas tan pronto como pudieron. Y no fue para beneficio de "sus" países. Lo que no parece correr prisa es algún aprendizaje: ¿India con Modi y una Sudáfrica podrida en qué multipolaridad? Hay algo más: que después no se diga si salen los "demócratas liberales" con que cualquier cambio corre el riesgo de llevar al poder a unos aprovechados. No es exactamente la historia, pero...



domingo, 15 de mayo de 2022

MÉXICO: REESCRIBIR LA HISTORIA

 Durante los últimos sexenios en México, antes de que llegara a la presidencia Andrés Manuel López Obrador, se hizo mucho por demoler figuras de autoridad del pasado, al grado de no dejar ninguna en pie, aunque al mismo tiempo se propagara cierto aire de "nostalgia" por Porfirio Díaz, alguien de lo más autoritario. El doble movimiento dice mucho: no querer figuras de autoridad propiamente dichas, pero sí inclinarse por el autoritarismo y la "mano dura".

     Parte de la demolición fue emprenderla de manera con frecuencia torcida contra el presidente mexicano Plutarco Elías Calles (1924-1928). Todo se valió: hasta mentir, como lo hizo el escritor Ignacio Solares al inventarse en El Jefe Máximo una entrevista con Norma Mereles, pariente de Elías Calles. Solares fue debidamente cubierto por la universidad pública y pudo seguir destruyendo la Revista de la Universidad, con un manejo corrupto.

      Parte de lo simpático del caso fue el aquelarre sobre el hecho de que un Calles inventado se dedicara al espiritismo al final de sus días, como efectivamente sucedió. Fue pretexto para que la periodista Carmen Aristegui se pusiera necia sobre el tema, como si se tratara de algún "pecado" en alguien -el mismo Calles- acusado de ser feroz con la Iglesia. Aristegui ni se inmutó por el hecho de que el campeón del espiritismo fuera Francisco I. Madero, iniciador de la Revolución Mexicana.  Resultó gran "pecado" en Calles lo que ni se notó en Madero.

     Parte de la embestida consistió en omitir -a lo que contribuyó el historiador Jean Meyer- las arremetidas de la Iglesia contra la ley (la Constitución de 1917) antes de que estallara la Guerra Cristera (no ninguna "Cristiada"), por parte de gente como el arzobispo José Mora y del Río. No se quiso perseguir al pueblo católico, sino a los curas que se negaban a cumplir las leyes, cosa que se silenció (¿quién mandó cerrar los templos luego de la Ley Calles?).

     El asunto venía de atrás, y fue recuperado por el historiador Pedro Castro, a través de una biografía del militar revolucionario Francisco R. Serrano, quien conspiró con otros, entre ellos Arnulfo R. Gómez, contra Calles, Alvaro Obregón y el militar Joaquín Amaro. Es en parte el tema de La sombra del caudillo, novela de Martín Luis Guzmán, y de una película del mismo título, que nunca fueron del agrado especial del oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI). No que Obregón tuviera razón al querer reelegirse con amparo legal: lo de Serrano y Gómez era una tentativa de sublevación armada contra un gobierno legalmente constituído (Serrano le había propuesto a Calles disolver el Congreso), y terminó en una tragedia en Huitzilac, Morelos, con Serrano y varios de los suyos ejecutados sin Consejo de Guerra. Castro vió textualmente en los hechos el inicio de una "dictadura", sin aclarar el papel de un Calles que de todos modos retrató "asqueado". El origen de la orden de matar a Serrano quedó en entredicho: el clásico historiador Alfonso Taracena se la había atribuído a Obregón, a espaldas de Calles. Pero Castro también biografió a Obregón. Se retomó la creencia de que la institucionalización de la Revolución Mexicana se hizo sobre un mar de sangre con la matanza de Huitzilac. Fin de cualquier derecho a reprimir -en este caso, una sublevación armada, salvo prueba de que era inexistente- y a comportarse como estadista, si el tema no era de personas sino de naciente construcción del Estado luego de un largo conflicto armado.

     No queda claro por qué Calles promovió a Serrano a gobernador del Distrito Federal, ni por qué Calles no se hizo simplemente del poder luego del asesinato de Obregón, prefiriendo a un país "de un solo hombre un país de instituciones y leyes", que hasta la fecha no existe, lo que invalida toda secuencia entre el Partido Nacional Revolucionario (PNR) y el PRI. ¿Calles asesinaba a sus "rivales" para hacerse a un lado, con todo y supuesto Maximato de no más de seis años? No es verosímil.

     Después no hay que quejarse de extravagancias: olvido completo de lo que implica ser estadista, y no nada más por López Obrador (¿hay que recordar a Vicente Fox gobernando para chiquillos y chiquillas?); pérdida social del sentido de la autoridad, pero violencia difícil de contener, y una visión del pasado deformada para las necesidades del presente. El PRI no pudo haber durado más de lo que existió en el gobierno (de 1946 al 2000: 54 años, no 70), la Historia "buena" no empezó hoy precedida de ladrones salvo en pequeñitos periodos (14 años de Benito Juárez, dos de Madero, seis de Lázaro Cárdenas), y no estaría mal insistir: coincidieron contra un estadista como Calles desde la derecha hasta la izquierda, y tal vez olvidando que el mismo Calles decía que "ser radical es la nueva forma de estar en el presupuesto", al principio del cardenismo. Serrano dejó de ser un juerguista, Gómez un corrupto y Obregón la personalidad que creía que el error de Díaz había sido "envejecer". Al parecer, éso de dejar de ser un país de un solo hombre para pasar a ser un país de instituciones y leyes no es algo que haya sido especialmente escuchado. No más que las especulaciones sobre las propiedades de Calles (el biógrafo de éste, Carlos Macías Richard, ha hecho precisiones interesantes al respecto) o sobre su infancia, como si infancia fuera destino. Dicho sea de paso, no son las especulaciones de los historiadores sonorenses encumbrados en momentos oportunos -como Ignacio Almada Bay- que van a enmendar nada. La siguiente -porque la actual todavía no es lo peor- puede ser la reescritura de la Historia por los hijos del 68. No quedarán más que ellos como protagonistas o, dicho de otro modo, con los protagónicos.



viernes, 13 de mayo de 2022

A GANAR MAL ACOMPAÑADOS

 Tal vez los aportes del intelectual estadounidense Noam Chomsky a la linguística sean importantes, aunque no forzosamente lo conviertan en un genio. No es por dichos aportes que cabe juzgar lo que dice Chomsky en política: miembro de la Internacional Progresista, Chomsky suele ser lo que se llama un "ícono" del progresismo latinoamericano. Desde luego, nadie escucha al Chomsky que no conviene: el que declara por ejemplo que tal vez el hoy ex mandatario estadounidense Donald Trump pudo ser una salida para el conflicto en Ucrania.

      Con orígenes anarquistas, Chomsky es la clase de gente que ha impedido todo aprendizaje sobre la Unión Soviética, como si no tuviera relevancia. Después de todo: ¿quién se detiene en los fracasados? Dejando de lado esta manera de competir, tan interiorizada (eres un ganador o un perdedor), queda por saber hasta dónde puede llegar cualquier izquierda sin aprender de la experiencia soviética. Se trataría entonces de aprender gracias a los nuevos conocimientos y no considerar que se lo ha superado todo.

     Nótese que para Chomsky, la Revolución de Octubre de 1917 fue "una contrarrevolución" y "antisocialista", pareciera que a los pocos minutos de haber tenido lugar. Se trató del "inicio del totalitarismo moderno", sin que se sepa si alguna ve existió el totalitarismo antiguo. Todo estaba acabado en semanas, en 1918. Para Chomsky, si lo que se buscaba era "democracia industrial" (que los trabajadores tuvieran el control de los medios de producción), hubo "más socialismo" en Europa Occidental. Rusia (sic) se volvió en cambio "el lugar más antisocialista que se pudiera imaginar". . Para colmo, pareciera que fue pura propaganda llamar "éso" "socialismo", incluso en Occidente. "No hay nada que decir sobre el tema, excepto reír", ha llegado a decir el linguísta. Bueno: el "golpe" bolchevique, más que instaurar el socialismo, "lo destruyó". Chomsky ha dicho que en la Unión Soviética los trabajadores eran "virtualmente esclavos". A este ritmo, según el intelectual estadounidense, el colapso soviético fue "una victoria para el socialismo". Qué duda cabe: así lo entendieron en Occidente, como victoria, aunque no precisamente para el socialismo, sino para el síndrome NHA (No hay alternativa).

     No queda claro si tiene caso argumentar así. Lo que vale la pena mencionar es que, a la larga, esta manera de ver el mundo lleva a cosas como: "creo que Occidente no debió avanzar hacia las fronteras rusas, pero que Rusia no debió invadir Ucrania". Es en lo que da Chomsky. Efectivamente: uno cree que todo debió haber sucedido de otro modo, pero la realidad se fue por otra parte. En 1918, tal vez. O en las decisiones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y en las del Kremlin. El problema está en que la realidad (Engels diría que siempre transcurre por el mal lado) no imita “modelos", no sigue al pie de la letra "lo que está en los libros" (tipo Sagradas Escrituras) y no se orienta por lo que "debería ser". En suma, la realidad desencanta a los intelectuales: el capitalismo tampoco se ha caído (aunque su caída no la predijo Marx, ni la auguró Lenin, quienes hablaron de muchas otras posibilidades y jamás del "derrumbe"). Una vez desencantados, quedan cosas como: "no estoy con Rusia, pero Ucrania también tiene la culpa" (Lula), "no estoy con Rusia, pero tampoco con la OTAN", y así. No es nuevo. Al final de la Guerra Fría, pululaba la gente que "no estaba con el socialismo, pero tampoco con el capitalismo", y partidaria de alguna "tercera vía" que no ha llegado, que se sepa, sobre todo que ahora lo que no se quiere es socialismo, porque nadie se coloca del lado de un perdedor, sino algo de redistribución del ingreso o semejante. "No estoy a favor de Cuba, pero tampoco del bloqueo", etcétera. No hay de qué preocuparse: la "revolución" la hace con frecuencia el capitalismo, al menos publicitariamente. El tema generalizado es: "por favor, no me confundan. En una sociedad como la que tenemos, no quiero defender nada que me signifique el aislamiento".

     Entonces en vez de perder solos, ganen mal acompañados. Con Chomsky, por ejemplo.



miércoles, 11 de mayo de 2022

DESCANSEN EN PAZ

 Seguramente es legítimo pensar que quien se aventura por el conocimiento, en cualesquiera de sus formas, tiene interés por él. De otro modo, podría ser que el conocimiento no sea más que el pretexto para dárselas de interesante y de importante. En esta medida, el conocimiento se va apagando, cuando lo hubo, y no queda más que la ínfula.

       Enrique Krauze deja como saldo la duda, hasta donde no queda limitarse a acusarlo de ser un "plagiario" y ya, como lo han hecho intelectuales cercanos al lópezobradorismo. Pero de la duda a la conclusión ya no hay mucho trecho, por no decir que a estas alturas ya se puede concluir. Algunas fotos antiguas al lado de Octavio Paz muestran por lo demás a Enrique Krauze como un junior con ínfulas.

     Krauze Sr. tuiteó recientemente: "para emular impunemente a los nazis, Putin propaga que los ucranianos son nazis". Papá Krauze fue seguido con observaciones similares por su señora, Isabel Turrent, y por Bebé Krauze (León). No queda claro qué tan bajo se puede caer queriendo agarrar "altura": hay quienes no tienen reparo en hablar, a propósito del actual gobierno mexicano, de "polpotismo", o de "estalinismo cultural". Por lo visto, todo se vale cuando se trata no de debatir, sino de descalificar y hablar no al contrincante, sino al grupito de poder que asegura la chamba y las ambiciones de ascenso, o cuando menos de figurar y no caerse..

      Putin no ha dicho nunca que los ucranianos son nazis. Ha dicho que hay formaciones nazis entre los ucranianos. Poco importa que gente como la familia empresarial Krauze lo crea o no. No piensan darse el menor trabajo de averiguarlo. Lo mejor -y más insultante- es que Putin está emulando a los nazis. Cabe preguntarse qué grado de ignorancia puede tener alguien que dice ésto, y qué grado de soberbia para permitirse dicha ignorancia. Va con el hecho de que, según la familia Krauze, Putin y los rusos están perpetrando un "genocidio" en Ucrania. No tiene ningún sentido un desmentido, aunque valga la pena hacer notar lo siguiente: Rusia está lejos de ocupar toda Ucrania y ha circunscrito sus operaciones militares a dos regiones: el corredor del Donbás a Crimea y al norte de Kíev, capital ucraniana, en una maniobra de distracción. Cualquiera que se tome el trabajo de ver un mapa podrá darse cuenta de que el grueso del territorio ucraniano está ostensiblemente fuera de cualquier intención de ocupación, por lo que absolutamente nadie está en ningún genocidio, ni por asomo. Poco importa: como ya se dijo, hay que estar en una mezcla de ignorancia y soberbia sin par para decir que el presidente ruso Vladimir Putin está "emulando impunemente a los nazis". El problema está en que ni la ignorancia ni la soberbia tienen mayor cosa que ver con algún tipo de interés por el conocimiento, ni por brindar algún servicio al público. La señora Turrent , para quien el pueblo ruso está en la "locura colectiva", no sabe lo que dice o no debiera en todo caso preocuparse: los locos rara vez son peligrosos. La gente a la vez ignorante y soberbia sí es un peligro, porque se cree dueña de poder y con monopolio, y encuentra encima quien se lo crea. Los locos rara vez han llegado al poder. Es distinto con soberbios e ignorantes. Esto autoriza a preguntarse, humanamente, por la trayectoria intelectual de Enrique Krauze, y por su valor.

      No tiene ningún sentido hablar con sofistas. Alguien debió habérselo dicho al mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador. Pero ocurre que la vanidad no tiene signo ideológico: es así que Krauze hace en su cuenta de Twitter la apología de Carlos Monsivaís, el populachero favorito de López Obrador. Nunca está de más insistir: en algo se reconocen los "demócratas liberales" y parte de la izquierda, aparte del anticomunismo. Tal vez sea en la creencia de que la escritura es a fin de cuentas un asunto meramente ornamental, cortesano, y orientado a unos cuantos cenáculos: cosa de manosearse y "tortearse" unos a otros haciéndose creer entre sí que fueron elegidos para la gloria, sin que los demás -quienes están fuera de estos "círculos"- tengan la menor importancia. Feliz endogamia. Cómo se echa de menos a Carlos Fuentes con su altanería propia y sus errores garrafales de análisis. Para completar el cuadro. Descansen en Paz.



lunes, 9 de mayo de 2022

MÉXICO: PIFIAS DE LA POLÍTICA EXTERIOR

La señora rehusó jugar el papel de Primera Dama. En estas condiciones, no queda claro a qué título viajó a Estados Unidos a celebrar el 5 de mayo con el presidente estadounidense, Joseph Biden, y su esposa. Nadie criticó la actuación de una señora que es intocable.

     Al poco tiempo, el esposo de la señora, es decir, el mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador, se fue de gira por parte de Centroamérica y el Caribe. En Honduras, fuera del protocolo, felicitó a la presidente hondureña Xiomara Castro por hacer una reforma eléctrica, sin que quede claro si no es una forma de meterse en asuntos estrictamente hondureños. López Obrador, para felicidad de la oposición mexicana, que lo recogió enseguida, se asomó a Cuba entre otras cosas para sugerir "una Revolución en la Revolución". En concreto, López Obrador dijo: "prefiero seguir manteniendo la esperanza de que la Revolución renazca en la Revolución. Que la Revolución sea capaz de renovarse para seguir el ejemplo de los mártires que lucharon por la libertad, la igualdad, la justicia, la soberanía". Ciertamente, agregó: "y tengo la convicción y la fe de que en Cuba se están haciendo las cosas con ese propósito, de que se haga la nueva Revolución en la Revolución, es la segunda gran enseñanza,, la segunda gran lección de Cuba para el mundo". No era algo sabido hasta que lo anunció el presidente mexicano. De paso, la pregunta es la misma: ¿no se entrometió en asuntos que competen únicamente a los cubanos?

      Fuera de lo anterior, en Cuba el mandatario mexicano se la pasó contando la historia más bien irrelevante de Catarino Erasmo Garza Rodríguez, en presencia de la señora, de quien no se puede saber con qué criterio elige asistir a unas cosas y a otras no, salvo que sea el de una ambición propia (digamos que es pura especulación, y de carácter transexenal). López Obrador recibió el máximo galardón cubano, dada la capacidad de las autoridades cubanas para maniobrar al que se deje, porque nadie puede decir que el mexicano haya hecho algo relevante por las relaciones cubano mexicanas: la Orden José Martí, dedicada a hombres que han hecho "grandes hazañas por la Humanidad", según la presidencia de Cuba. El resto fue en parte el consabido lloriqueo sobre el bloqueo, con la oferta del mexicano de interceder para que sea levantado. Rusia es el país más sancionado del mundo -tiene encima miles de sanciones- y no se pasa el tiempo implorando a medio mundo o todo el mundo que se las quiten.

     Previamente, en Belice, y sobre la base de puras proyecciones, López Obrador volvió sobre su idea -suponiendo que sea suya y no del señor canciller- de unir a todas las Américas a la manera de la Comunidad Económica Europea (CEE, esta vez no habló de Unión Europea). No tiene mayor sentido explayarse sobre este absurdo. Lo que llamó la atención es que el mandatario de México, a tono con sugerencias del empresario mexicano Carlos Slim, enfatizó en la necesidad de esta unidad para contrarrestar el ascenso chino y también el declive estadounidense, como si fuera una finalidad válida, y aparentemente con el fin de evitar una confrontación, se supone que entre Estados Unidos y China: “solo de esa manera, dijo López Obrador, en una America unida, integrada, hermanada podremos hacer frente a las turbulencias de la economía mundial y, lo más importante, al peligro geopolítico que representa para todo el mundo el declive económico de Estados Unidos frente a otras regiones, en especial en Asia y en particular al avance económico-comercial, que puede ser hasta hegemónico, de China”No queda claro que sea de la incumbencia de América Latina, ni que el asunto esté realmente a la orden del día, salvo en estereotipos. Las proyecciones no son tendencias y rara vez se cumplen, ni tiene mayor sentido proponerse cosas según lo que vaya a suceder en el año 2050. En todo caso, no queda claro por qué America Latina tendría que salvar a Estados Unidos de su declive, que no deja de ser relativo. Mucho menos queda claro por qué America Latina tendría que tragarse el cuento de “ la amenaza china”. El hecho es que López Obrador ha coleccionado los llamados a hacer propios los intereses de Estados Unidos.

     Es dudoso que el presidente mexicano sepa de qué habla. Es mera hipótesis que ciertas creencias salgan de la cancillería, cuyo titular no ha escondido su ambición de ser el sucesor de López Obrador, y dista mucho de ser el blanco de la oposición, que ha escogido cebarse sobre la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. La señora, por su parte, empuja a recordar que en México la forma es fondo. Y tal vez en la actual política exterior también. Con los Van Van (da click en el boton de reproducción).


     

viernes, 6 de mayo de 2022

ECUADOR: ¿RUMBO AL ESTADO FALLIDO?

 En gran medida, el actual gobierno ecuatoriano de Guillermo Lasso se ha convertido en prolongación de su predecesor, Lenín Moreno, que no fue juzgado por el escándalo de los INA Papers. Lasso nunca debió haber llegado al cargo al tener también dinero en paraísos fiscales (Pandora Papers), lo que bajo ciertas circunstancias prohíbe la ley ecuatoriana. Sin embargo, el actual mandatario ecuatoriano ha esquivado el juicio. Por lo demás, es un secreto a voces que con Moreno gobernó de alguna manera Lasso tras bambalinas, junto a los intereses estadounidenses.

     Se tiene así una situación en la cual delincuentes persiguen a gente inocente fabricándole delitos, como le ha ocurrido ni más ni menos que al ex mandatario Rafael Correa, quien a raíz de una orden de extradición pidió y obtuvo asilo político en Bélgica. Fue gracias a que se pudo demostrar -y ante la ley belga no es tan sencillo- que la persecución contra Correa es política, y carece en este sentido de verdadero fundamento legal. Bélgica está entre los países menos corruptos del mundo, en el pelotón de cabeza. No puede decirse de ninguna manera lo mismo del Ecuador, que está un poco más allá del lugar 100 en el mundo.

      Algo positivo fue recientemente la liberación por habeas corpus para el ex vicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, cuyas condiciones de salud se deterioraron en la cárcel. A Glas no se le pudo probar nada. Lo que se quiso evitar algunos años atrás es que apareciera una situación de "doble poder" entre Glas y Moreno. Glas ha sido uno de los mejores cuadros de la Revolución Ciudadana. Hasta cierto punto, puede decirse lo mismo del ex canciller Ricardo Patiño, que se vió obligado a exiliarse en México. No es sencillo para los partidarios de dicha Revolución encontrar cuadros, y Correa ha hecho un llamado atinado a la capacitación.

     La asambleísta Marcela Holguín sugirió hace poco que el Ecuador podría enrumbarse hacia un Estado fallido. En muchos aspectos, ya lo es, en particular por la pavorosa falta de estado de Derecho, que permite persecuciones con saña, a lo que hay que agregar el clima de inseguridad. La derecha se ha mostrado incapaz de gobernar y, atención, no tiene ideas de cambio: únicamentre proseguir con lo mismo, el desmantelamiento del Estado, ganando por defecto al propagar que "no hay alternativa", y que la que aparezca es "populista", "autoritaria", o incluso, según algunos intelectuales provincianos, "totalitaria", para infundir a la vez miedo y oportunismo. En general, salvo excepciones, a los países más a la izquierda les va mejor en las condiciones socioeconómicas de vida, trátese de Cuba o Nicaragua, pero también de un país como Bolivia. Algo del Ecuador, mientras tanto (da click en el botón de reproducción):



     

miércoles, 4 de mayo de 2022

EL ALUD

 Una de las cosas más simpáticas de la oposición mexicana es la manera en que se hace la perseguida. Hay quien advierte incluso, escudado en Hannah Arendt, que en un mundo sin sin prensa libre, "cualquier cosa puede suceder".

      Los siguientes periódicos y revistas son en lo fundamental oposición al actual gobierno mexicano, por más que dejen colado a uno que otro partidario de López Obrador: Reforma, El Universal, El Financiero, La Crónica, Excélsior, Milenio, La Razón y sus respectivas ramificaciones televisivas, cuando las hay. Cabe incluir la revista Proceso. La excepción, por lo demás parcial, es La Jornada, y muy hasta cierto punto El Heraldo. Dejando de lado Basta!, poco conocido, podría decirse que prácticamente ocho de diez diarios mexicanos se la pasan, un día sí y el otro también, contra lo que sea que haga el gobierno de López Obrador. Nadie los ha castigado en lo más mínimo: son, pues, "prensa libre", entendiendo por ello "libre" de injerencia estatal, a lo que hay que sumar cadenas informativas como la de Carmen Aristegui o Latinus. Ningún periodista de estos grupos ha sido víctima de nada que no sea, en el límite, cierta necedad en los dichos de López Obrador, pero de ninguna coacción en los hechos. Incluso se han presentado casos de periodistas amenazados -como Azucena Uresti, de Milenio- a quienes el gobierno ha ofrecido protección, frente al crimen organizado. La mano del gobierno no está detrás de ninguno de los asesinatos de periodistas cometidos en este sexenio. Ni se diga en el mundo de las revistas intelectuales: Letras Libres y Nexos han podido hacer lo que quieran, dejando de lado un roce a principios de sexenio entre Nexos y la Secretaría de la Función Pública. Se trata de lo que ha sucedido en los hechos, a reserva de que López Obrador y sus seguidores se hagan de palabras con "chayoteros", "conservadores" o lo que se quiera. Nadie ha perdido una columna, salvo Hernán Gómez Bruera, en El Heraldo, por destapar la corrupción de Julio Scherer Ibarra (Gómez Bruera es por lo demás cercano al lópezobradorismo). Epigmenio Ibarra puede seguir con sus provocaciones en Milenio, donde le tienen tomada la medida; con cierta independencia de criterio se encuentra Jorge Zepeda Patterson (también del español El País) y si acaso Lorenzo Meyer. En los periódicos enumerados no hay, por ende, mayor cabida para el lópezobradorismo, ni mayor pluralidad. Si parece quedar La Jornada, suele ser lugar de crítica al gobierno desde el ultraizquierdismo.

     El estudioso estadounidense Joel Kotkin ha explicado lo que ha sucedido con la prensa y, de una manera más general, con los medios de comunicación masiva en los últimos tiempos. No abunda gente "en el terreno" y en las redacciones no está gente experimentada, sino que hay titulados sin mayor idea de nada. Lo más grave es lo siguiente, que es muy fácil de constatar: el periodismo de investigación ha tendido a extinguirse para ser remplazado por el de opinión, por lo que no debería extrañar que algunos se quejen de la "comentocracia" o de los "opinólogos". El grueso de los medios "fuente" está por lo demás bajo control de una izquierda "demócrata liberal" (en 2018, en Estados Unidos el 97 % de los reporteros se identificaba con los Demócratas, y en Francia dos tercios por los socialistas). Este sesgo es posible de observar por igual en medios orientados al entretenimiento: Hollywood está por el "liberalismo" (en 2018, 99 % de las donaciones políticas de ejecutivos del entretenimiento fueron para los Demócratas). Al parecer, hay quienes, en un reflejo típicamente capitalista, piensan que la calidad se mide por la cantidad, como si se estuviera en un súpermercado: a mayor número de medios, más calidad porque pareciera haber "de dónde escoger".

     El problema está efectivamente en que cantidad no es calidad: de diez medios, ocho repiten lo mismo con variantes, al grado de que pareciera estarse entre franquicias de Letras Libres. Repiten lo mismo sin informar y, sobre todo, sin el menor periodismo de investigación que, insistamos, ha tendido a la extinción. No es algo que parezca preocupar demasiado.

      El gobierno de López Obrador no ha llenado el hueco, de tal manera que no parece preocuparse mayormente por informar ni por dar a conocer sobre la base de la investigación. No se trata de salir cada vez corriendo a desmentir la última de la oposición, sino de tener una iniciativa que no se tiene. Se pueden tener ocho periódicos y cadenas diferentes y diciendo más o menos lo mismo: es probable que Arendt se haya referido a la libertad de pensamiento, no a la libertad de embestir en bola sin represalias de ningún tipo y, en realidad, sin consecuencias. Libertad es aquí impunidad: de decir cualquier cosa sin un mínimo de respaldo en la información y, lo que es más, en la investigación. Tal vez quede la impresión de que, ya puestas así las cosas, efectivamente "cualquier cosa puede suceder": por ejemplo, que un puñado de "firmas" -tampoco son tantas- se la pase escandalizando en el vecindario sin que nadie las mande a callar (es probable, en realidad, que su peor efecto esté en la telecracia con toda su insolencia).. Así las cosas.



domingo, 1 de mayo de 2022

¿EN QUÉ ESTÁBAMOS?

 Lo propio de más de un intelectual del mundo subdesarrollado es creerse a pie juntillas lo que dice alguna agencia noticiosa oficial de un país central, como si la garantía de la verdad estuviera tanto en el carácter oficial como en el origen desarrollado de lo dicho. Seguramente con esta óptica podría leerse un libro reciente de Laurence Rees, británico al servicio de la BBC (British Broadcasting Corporation), Hitler y Stalin: dos dictadores y la Segunda Guerra Mundial. El texto parte de la premisa de la igualdad entre dos totalitarismos sin cuestionársela y de la creencia de que hay gente capaz de sacrificar millones de vidas a sus "sueños".

     Algunas cosas debieran llamar a cierto cuidado con las equivalencias. Resulta que lo que dicen hasta hoy muchos críticos del socialismo soviético es curiosamente parecido a lo que decía Hitler. ¿Alguna incomodidad? Ninguna. "Los gobernantes de la Rusia actual son delincuentes comunes, con las manos manchadas de sangre.", dice Mein Kampf de una manera harto parecida a la que utiliza por ejemplo el presidente estadounidense Joseph Biden para hablar del "carnicero", "asesino" y "criminal de guerra" Vladimir Putin, mandatario ruso. No faltará el que se identifique con la creencia de Hitler de que se está ante gente que "(...) emprende la misión consciente de imponer su sangrienta opresión al mundo entero", con Putin supuestamente interviniendo en las elecciones estadounidenses o en las mexicanas (lo afirmaba el candidato mexicano José Antonio Meade sin ningún problema), en los asuntos de Cataluña o en los partidos franceses de oposición- He aquí esta joya de Hitler que suscribirían muy alegremente muchos occidentales: "en el Paraíso soviético se encuentra la forma más espantosa de esclavitud que haya existido nunca en el mundo, explica nuestro Fuhrer, millones de personas aterrorizadas, oprimidas, depravadas, medio muertas de hambre (...)". Es lo que no se cansa de repetir una creencia en "los dos totalitarismos" que suele olvidarse olímpicamente del nazismo para insistir en que "no hay alternativa".

       Tal ve se olvide que, en algún momento, eran los nazis los grandes partidarios de una Ucrania independiente. Habla un miembro de las SS (unidad de protección y choque del partido nazi)  citado por Rees: "como sabíamos que con Ucrania había existido una relación especial -y que durante la Primera Guerra Mundial Ucrania ya había sido independiente durante un tiempo corto-, dábamos por sentado que cuando la ocupáramos, se convertiría en un Estado independiente, y que los soldados del país probablemente lucharían a nuestro lado contra los restos del bolchevismo". "Muchos ucranianos habían hecho una previsión parecida", agrega Rees. Es de lo más normal que la historiografía británica tenga como fuente de su "argumentación" sobre la hambruna en Ucrania en el periodo soviético la Gestapo (policía secreta de la Alemania nazi). ¿No dijo acaso Hitler que el mundo soviético era el de gente "medio muerta de hambre"?

     Dicho sea de paso, la creencia de que el ejército soviético se iba a venir abajo muy rápido al comenzar la invasión nazi es la creencia de Hitler, no la de que Stalin no sabía hacer nada bien, salvo mandar a matar. Lo curioso es que, como Simon Sebag Montefiore, Rees da los suficientes elementos para leer correctamente. Hitler, simplemente,  era alguien a quien "le disgustaba leer documentos", según su asistente personal en los años '30, Fritz Wiedemann, y el Fuhrer llegaba a comunicar decisiones importantes "sin antes haber pedido ver siquiera los dosieres propios del asunto". "Tenía la convicción -reproduce Rees- de que muchas cosas se resolvían por sí mismas, si uno no interfería". Vaya. En cambio, en sus arranques de cólera, Stalin espetaba: "mírenme: puedo aprender, leer, mantenerme al tanto de lo que pasa cada día. ¿Por qué ustedes no pueden hacer lo mismo? No les gusta aprender: se conforman con ir tirando como son, satisfechos de sí mismos".

     El libro de Rees es otro de verdades a medias. Lo que de todas maneras está dicho es que "para hacer realidad la utopía de Hitler, se pretendía que decenas de millones de ciudadanos soviéticos desaparecieran, borrados de la faz de la Tierra". El sovietismo nunca pretendió nada parecido, y es extraño que no se hable de genocidio para lo hecho por la Alemania nazi en la Unión Soviética. El mismo Rees cita "ideas" espeluznantes de Hitler, como arrasar por completo con ciudades enteras, como Moscú y Leningrado (y de hecho, se hizo con Minsk). Arrasar: aniquilar, exterminar. Hitler es un destructor nato que anunció desde 1925 lo que quería hacer con la Unión Soviética. Está citado por Rees: "detener el movimiento incesante de los alemanes hacia el sur y el oeste, y dirigir nuestra mirada hacia las tierras orientales". Esa mirada estaba puesta de forma explícita en Rusia -reconoce Rees- y "sus Estados vasallos fronterizos". Stalin y sus allegados construyeron una potencia industrial victoriosa entre los años '20 y '30 y es algo que perdura hasta hoy, considerando que el imperio zarista no sabía más que ser enorme e inútil. Para convertir a Stalin en un "exterminador", hay que ponerse a mentir...para llegar a la misma visión que tenía nuestro simpático Fuhrer sobre la Unión Soviética. Y a Hitler nadie lo ha acusado de sacrificar millones de vidas a "un ideal", para desacreditar el ideal mismo, salvo en el tema racial, que distó de ser la única preocupación de Hitler. Stalin resulta estereotipadamente "glacial", y la clase de persona que detesta que no le digan la verdad. Al principio del libro de Rees, Hitler por poco y es simpático: casi lo confunden con un camarero y no para de hablar con locuacidad seductora, mientras que el líder soviético es hermético y calla y escucha. Nuestro Fuhrer seduce: tanto que podemos ponernos de acuerdo con su visión de la Unión Soviética, aunque lo de los judíos haya sido impasable.

     Si la BBC nos dice que Putin "está manchado de sangre", es un "criminal de guerra", un "asesino" y un "carnicero", podemos repetirlo sin problema, satisfechos de haber "replicado" a la BBC, para "ir tirando" por la vida y asegurándonos de que no pagaremos en ningún momento el precio de la verdad (puesto que es relativa, no existe, conduce a millones de muertos o lo que se quiera). Tan facilón como despachar el asunto sin siquiera saber bien de qué va. Disgusta leer documentos cuando las cosas se pueden arreglar por sí solas. Que lo diga el valet parking (da click en el botón de reproducción).









FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...