En una reciente reunión del Club de Valdai, donde se estila hablar fuerte, el presidente ruso, Vladimir Putin, dijo en medio de un mar de cosas dudosas (en particular sobre el advenimiento de un mundo multipolar) que no existe la menor intención de Rusia de utilizar bombas nucleares en Ucrania, ni bombas "sucias", detectadas más bien del lado ucraniano para una posible provocación u operación de las llamadas "de bandera falsa". Quienes lo deseen desde Occidente pueden ir a comprobar que las centrales nucleares de Chernóbil y de Zaporiyia están bien resguardadas por los rusos.
Los altos mandos militares estadounidenses, empezando por el secretario de Defensa, Lloyd Austin, han reiterado que Estados Unidos no tiene indicios de que Rusia vaya a emplear el arma nuclear. Por lo demás, también hay que saber leer las noticias: pese a que Estados Unidos dice considerar ahora a China como la principal "amenaza sistémica", Austin dejó en claro que una confrontación con los chinos "no es inevitable, ni deseable".
Si bien "se" dijo -porque la prensa y la telecracia rusas no son de lo más probo- que el "problema" era que, de entrar Ucrania a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Moscú, capital rusa, quedaría a 5 minutos de vuelo de un misil, Putin no optó por invadir Ucrania, sino la parte rusófona (Donbás/Novorossiya) en un momento en que el Donbás estaba a punto de ser objetivo de una ofensiva ucraniana. De otro modo, Rusia pudo haber optado simplemente por apuntar misiles y armas hipersónicas a Ucrania para calmarla, sin entrar a las cuatro regiones hoy anexadas, donde la población tiene una enorme simpatía por Rusia (más del 70 % de los habitantes de Mariúpol, por ejemplo).
Lo anterior está dicho porque, ahora que Suecia y Finlandia solicitaron su entrada a la OTAN, a lo que hay que añadir que el segundo país no tiene una gran tradición de neutralidad (se alió en el pasado con la Alemania nazi), ocurre que se amplía considerablemente la frontera directa entre la OTAN y Rusia. No es todo. Según lo recogió la revista Newsweek, a partir de medios finlandeses, la condición de la OTAN fue la de poder poner en el país escandinavo bases militares y armas nucleares. Putin contestó, palabras más, palabras menos, que el asunto le importa un bledo, pero que en caso de que se apunte desde Finlandia hacia Rusia, entiéndase que nuclearmente, Rusia apuntaría hacia Finlandia. Salvo en la dimensión de un chantaje mayúsculo orquestado con el contubernio de la dizque "opinión pública" occidental, puede que Moscú quede a 7 minutos de vuelo de un misil desde suelo finlandés, pero Finlandia desaparecería del mapa en 10 segundos. Es posible que una situación similar hubiera podido plantearse ante Ucrania (5 minutos de vuelo), pero sin poder dar lugar a un "primer golpe nuclear" que dejara inservible la capacidad rusa de respuesta.
La decisión de ocupar un 20 % aproximadamente de Ucrania habría sido básicamente para auxiliar a la población rusófona no sólo frente al ejército ucraniano, sino también frente a sus "injertos" neonazis, como el Batallón Azov que estaba instalado en Mariúpol. Las precauciones tomadas se explican por la necesidad de evacuar civiles: no ha habido ningún éxodo masivo de ucranianos a Occidente, sino el refugio de decenas de miles en Rusia, como ahora los evacuados de Jersón, dados los hábitos ucranianos de usar a la población civil como escudo.
La amenaza finlandesa, de concretarse, sería parecida a la finteada por Ucrania: la seguridad de uno a costa de la de otro, algo prohibido por las leyes europeas, pero salvo despistados, nadie ha hablado de ocupar Finlandia, donde no hay población rusófona.
El circo del "gran peligro nuclear" fue orquestado por los medios de comunicación masiva occidentales, básicamente, y por una que otra mente calenturienta en Rusia y en su telecracia. Es probable que, como sucede en otras partes del mundo, desde aquí se alimenten algunos "expertos" aspirantes a "consejeros del príncipe", a los platós televisivos y -desafortunadamente- a participar a partir de aquí en la elaboración de discursos oficiales. Cabe el juicio de cada uno sobre la decisión rusa de entrar en Ucrania, en todo caso con un mar de argumentos históricos endebles y otros de actualidad más sólidos, puesto que no queda claro por qué Rusia hubiera debido dejar que se perpetuaran las masacres de rusófonos. Hasta aquí, el asunto es "a la yugoslava", con los acelerados del Donbás (tipo Igor Strélkov) en un papel un tanto similar a los serbio-bosnios. Occidente no conoce demasiados guiones. Rusia no es Yugoslavia, y más de uno se ha dedicado a sacar recuerdos muy ancestrales sobre la pertenencia de Novorossiya al imperio zarista.
Cabe recordar que, para criticar a Occidente, Putin acaba de apoyarse ahora en Valdai en "algo" tan despreciable como el extinto escritor Alexander Solyenitsin. Por lo demás, remontarse a la Rus de Kíev para repetir que rusos y ucranianos son un mismo pueblo no es lo mejor, porque también se puede demostrar la tradicional partición de Ucrania entre centro y centro-occidente y oriente.
Los medios de comunicación masiva occidentales encuentran el principio de placer en el sensacionalismo de venderle al "público" la posibilidad de una guerra nuclear, de la misma manera en que la telecracia rusa vende tonterías imperiales. Como sea, en términos generales hay un agresor y un agredido, puesto que el cerco es contra Rusia. Es de esperar que los medios en cuestión, que responden a intereses económicos muy poderosos, no tengan entre otras consignas la de preparar un clima de opinión de chantaje nuclear contra Rusia, así no pueda tener éxito, aunque más de uno pueda querer intentarlo: buscar, entre otras posibilidades, la renuncia rusa a su propia defensa y a las armas para ello bajo amenaza de "golpe preventivo" occidental con apoyo de una "opinión pública" en estado de pre-fascismo conductual. No nos hagamos: Occidente estaba preparando el golpe con los escudos antimisiles en Polonia y Rumanía, y tal vez no haya terminado de entender que la superioridad militar la tiene Rusia, como terminará de quedar evidenciado en el Donbás/Novorossiya.
En todos los casos, la telecracia ha resultado execrable, al igual que ciertos medios de prensa. Los militares al mando no siempre le hacen caso. De la misma manera en que Austin reconoce tranquilamente que no hay el menor indicio de preparativo nuclear de Rusia para nada, el ministro ruso de Defensa, Serguei Shoigú, mantiene contacto regular con Occidente para informar de cualquier peligro potencial de "trampa" en Ucrania, por ejemplo con "bombas sucias". Tal vez alguien debería proteger a la población de los bombardeos de noticias y comentarios de los medios de comunicación masiva, que no están lejos de provocar lo que el ex vicepresidente boliviano Alvaro García Linera ha llamado un "cataclismo cognitivo". Es en parte sobre esta base que discurren funcionarios de distintos países y que se entremezclan desde los montajes de Occidente hasta los sueños de Putin. A quedarse otra vez con música ucraniana (da click en el botón de reproducción).