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martes, 25 de octubre de 2022

BRASIL: AHÍ VIENE

 Ni Luiz Inácio Lula da Silva ni el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil tienen a estas alturas gran cosa qué ver con sus orígenes. Es una lástima para el antiguo obrero metalúrgico que fue Lula y que se pasea alegando haber pasado hambre alguna vez. A estas alturas, el líder del PT no tiene en la cabeza más que "consumo" y concesión tras concesión. Está en un lío: con miras a la segunda vuelta de las elecciones brasileñas, Jair Bolsonaro le pisa los talones en las encuestas.

     Ha sido no muy honesto por parte de la izquierda hablar de "fascismo" o "neofascismo" a propósito de Bolsonaro, así como acusarlo de "genocida" por su manera de llevar la crisis sanitaria de la Covid-19, algo sobre lo que hay mucho qué matizar. No es ninguna panacea, pero si hubiera "fascismo" en Bolsonaro, Lula seguiría en prisión, tal vez escribiendo unos "Cuadernos de la cárcel" o algo por el estilo. Buena parte de la izquierda está viviendo del "corte de cupón" de glorias pasadas, sin tener las propias, ni la teoría que corresponda. Lula se apresuró a felicitar al presidente estadounidense Joseph Biden, Demócrata, creyéndose que Donald Trump era "fascista" o "neofascista", lo que dicta no la izquierda, sino el poder de los medios de comunicación masiva prevalecientes.

      Lo que significa en concreto Lula, además de la desindustrialización de Brasil y la ausencia de reforma agraria, es una política económica de las llamadas "ortodoxas" y cercanas al Consenso de Washington, Biblia de los llamados "neoliberales". Es el gobierno de Wall Street, como en otros países es el de los Fondos de Inversión. Cuando gobernó, Lula lo hizo en el Banco Central de Brasil con Henrique de Campos Meirelles, hombre de Citigroup. Meirelles acaba de volverle a expresar su apoyo a Lula. Otro aliado del dirigente del PT, Geraldo Alckmin jr, es un buen privatizador del Estado y alguien cercano al Opus Dei. Alckmin es el candidato de Lula a vicepresidente: fue escogido para atraer al poder económico y parte de la "clase media", con un "corrimiento" hacia el centro-derecha. Para colmo, algunos llaman a Alckmin el "Macri brasileño". No son los únicos amigos de Lula: el presidente estadounidense Barack Obama lo amaba y lo apreciaba George Bush jr. Lula jugó un papel nada apreciable en los planes estadounidenses para Haití y para sacar a Jean-Bertrand Aristide.

     Podría agregarse más: una amistad con el Fondo Monetario Internacional, una política de tasas de interés fabulosa para los más ricos de Brasil o formas de entrega de la Amazonia brasileña a la vigilancia militar estadounidense, para desagrado de los militares brasileños.

       Los millones de seres sacados de la pobreza lo fueron con asistencialismo (al que no renunció Bolsonaro) y sin ninguna conciencia de nada: se trató de crear consumidores para el gran capital que anda buscándolos un poco por doquier en el mundo, lo que no es lo mismo que emancipar a la gente educándola al mismo tiempo. Por si no se recuerda, Lula era el asesor predilecto de Rosario Robles en México -a quien visitó- para seguir en las prácticas asistencialistas, cosa de cooptar a la gente y evitar descontento social.

      No hay nada que festejarle a Bolsonaro, pero buena parte de la izquierda latinoamericana se ha ido deslizando a la franca "neodeshonestidad" por su obnubilación por el poder y su abandono del trabajo desde abajo. Ni hablar (da click en el botón de reproducción para calmarla).



FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...