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viernes, 27 de enero de 2023

EN QUÉ CREEN

 El equipo dirigente ruso, salido de una antigua red del KGB (Comité para la Seguridad del Estado), en particular en la ciudad de San Petersburgo, tiene algunas creencias no muy ajenas al "neoliberalismo" al que no se critica, mientras se embiste contra el "Occidente liberal".

     Cuando le preguntan al presidente ruso Vladimir Putin por qué no es posible volver al socialismo, suponiendo que sea un ideal, contesta que ese sistema termina siempre en un "callejón sin salida", porque tarde o temprano "gasta más de sus ingresos". Putin es abogado, no economista, pero habla como tecnócrata al referirse al pasado soviético. No es nada más asunto de no gastar más de lo que se ingresa: hay que saber cómo y en qué se gasta, y cómo y de qué se reciben ingresos. Para seguir a Rafael Correa, ex presidente del Ecuador y economista de profesión, el criterio del gasto público es ambiguo: el gran modelo "neoliberal" debiera ser Sudán del Sur, donde el gasto público es raquítico, y no Noruega, donde el gasto público es muy elevado.

      El segundo argumento a favor del capitalismo, del tipo del que empleara alguna vez el economista ruso Stanislav Shatalin, es el siguiente, y se ha dicho que convenció al "patrón" ideológico de Putin, Nikolai Patrushev, secretario del Consejo de Seguridad ruso. En el socialismo, el pastel se reparte igualitariamente, sólo que, como el pastel es pequeño, lo que le toca a cada uno no es mucho. En el capitalismo, en cambio, el pastel es muy grande: ciertamente, hay desigualdad, pero los dos tercios que tienen una porción del pastel, más allá de lo que se llevan los más ricos, tienen una porción mayor que la que tendrían bajo el socialismo, y queda ocuparse con cierta ayuda del tercio que se queda atrás, en la pobreza, pero que es minoritario. Putin lo considera así. Se trata de la creencia en una "derrama" de riqueza en una gran "clase media" de prácticamente dos tercios. En ésto hay una creencia que no tiene demasiado que ver con "la mafia" o estereotipos por el estilo. Para más señas, una organización como el Instituto Stolypin, del multimillonario Boris Titov, que habrá de asesorar a Cuba, cree en la gran propagación de la pequeña y la mediana empresa, pero también en la certeza y legalidad de la propiedad privada.

       La cifra de pobres en Rusia no es muy alta (pobreza extrema), aunque una población de entre 40 y 60% del total vive flotando en unos "dos tercios" que son "de riesgo", es decir, no muy lejos del mínimo de subsistencia. Si es lo que algunos llaman "pobreza moderada", Rusia no es muy diferente de tantos otros lugares. Desde más de un punto de vista, Rusia no es un país pobre, sino una "potencia media" que, según Putin, debería estar entre las cinco más importantes del mundo en un plazo no muy lejano. Rusia está por lo demás muy desligada de Estados Unidos, a diferencia de China.

      La Federación Rusa sigue teniendo un Estado grande, que en número de personas empleadas es el mayor del mundo, aunque al mismo tiempo los "dos tercios" tienen que correr detrás del dinero mientras se han deteriorado algunos servicios como los de educación y salud, que según Putin sí debieran mantenerse socializados. Un problema es la fuerte concentración de la riqueza, aunque hay que distinguir entre oligarcas y empresarios; el otro problema es el verticalismo y la inercia en el aparato de Estado. No es sencillo interpretar una añoranza bastante difundida por la época soviética: puede leerse como deseo de capitalismo con todos los servicios básicos cubiertos por el Estado y gratuitos, lo mejor de los dos mundos. Con todo, las sanciones a raíz del conflicto en Ucrania no han dividido a la población, como lo hubiera podido esperar Estados Unidos. Si alguien busca por lo demás al país más pobre de Europa, lo puede encontrar en Ucrania, que también lo hace mucho mejor que Rusia en corrupción, mafias y oligarcas. Gracias, entre otras cosas, a una fuerte integración con Occidente. En fin, aquí va la aristocracia rusa (da click en el botón de reproducción).



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