El año 2023, no es un secreto, no se anuncia muy bien que digamos, pero hay labias imperturbables.
Ostensiblemente mareado por su señora, quien asistió sin que quede claro a qué título a la asunción del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador dió un mensaje de Año Nuevo que revela el fabuloso aguante de los mexicanos a las circunstancias adversas. En otros términos, no cabe esperar muchos logros, sino que prosiga una resistencia milenaria a las dificultades, motivo suficiente para ser de lo más optimista. Si, como dice la maestra Delfina Gómez, vamos "requetebien", es porque somos herederos de grandes culturas y civilizaciones espléndidas, que ya habían alcanzado la cumbre mil años antes de la llegada de los españoles. De los olmecas para acá !cuánta fortaleza hay en nuestro pueblo! Se puede salir de cualquier adversidad. No habrá quien le explique a López Obrador que está usando la "filosofía José Alfredo" en "El hijo del pueblo": "descendiente de Cuauhtémoc, mexicano por fortuna...". Si hay adversidades, la resistencia continúa.
Mientras se hace excepcionalismo cultural al andar, sin entender lo que hace de México una excepción en América Latina, en una Cuba que dista mucho de estar en su mejor momento, los cubanos la tendrán difícil, como lo admitió el líder Miguel Díaz-Canel, en su propio mensaje de Año Nuevo. Mientras hacen largas filas para obtener algo de alimento y no lucen demasiado bien, los habitantes de la isla pueden nutrirse no nada más de esperanza, sino de una gran tradición de lucha, que los invita a seguir aguantando, "sin miedos y sin dudas" (así de impulsivos) y, en el colmo de lo fantástico, a "vencer imposibles". "Venga la esperanza", sugiere el mandatario cubano, como si se tratara de un programa de Paty Chapoy. Si no hay habichuelas, pueden nutrirse de frases martianas para seguir resistiendo de todo: el bloqueo, claro está, pero también la ineptitud y la desidia.
El progresismo latinoamericano no está realmente en su mejor momento. La popularidad del presidente argentino Alberto Fernández, campeón de las palabras, está por los suelos. La del héroe de los "demócratas liberales", Gabriel Boric, no está muy bien que digamos, aunque no tan baja como la de Fernández El Retórico. Y que llega entonces Lula para renovar la esperanza. Pese al ruido de los medios de comunicación masiva, sean "demócratas liberales" o de izquierda, Lula no es, en realidad, tan popular como López Obrador, que a diferencia del brasileño todavía tiene rasgos de frontalidad. Ya en plena visión Demócrata, Lula confunde en su asunción al pueblo con la suma de las minorías, haciéndose alabar por negros, discapacitados e indígenas. No es todo, puesto que comparte el gusto latino por la falta de laconismo: "no hay dos Brasil, dice Lula, somos un único pueblo. Compartimos una misma virtud: no desistimos nunca. Siempre es el tiempo de repartir y la primavera ha llegado". Otro pueblo que aguanta un piano. No es de descartar que Lula cumpla algunos de sus propósitos, en materia de lucha contra el hambre y la miseria, pero no contra la pobreza. Pero también es un hecho que promete "demasiado amor" ("el amor venció al odio", dijo, muy querendón). Ni siquiera fraternidad. Digamos que a más de un país latinoamericano le espera un año difícil, pero lleno de esperanza, de amor y de costumbres y tradiciones que permiten aguantar de todo, incluso que la izquierda gestione la crisis porque la derecha no es muy capaz de hacerlo, ni es seguro que le interese. Alegría, alegría (da click en el botón de reproducción).