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miércoles, 10 de mayo de 2023

CHILE: OTRO MILAGRO

 Menos mal que las recientes elecciones para nuevos redactores de una Constitución en Chile no fueron un referéndum sobre el presidente chileno, Gabriel Boric, con un altísimo grado de impopularidad (tal vez algo comparable al del mandatario argentino, Alberto Fernández). El 70 % de los chilenos no quiere a Boric.

     En las elecciones mencionadas, ganó el Partido Republicano, de José Antonio Kast, contendiente de Boric que no había sacado para nada malos resultados, más bien al contrario. En conjunto (incluyendo a Chile Seguro), el bloque de derecha, en el que la gente de Kast es partidaria del fallecido dictador Augusto Pinochet, se llevó casi el 57 % de los votos. El partido de Boric quedó en 28 %. La incógnita es nada más hacia dónde se moverá la derecha tradicional, y menos extremista que la de Kast. Dicho sea de paso, se ha ido extinguiendo en Chile el centroizquierda (Todo por Chile), que no logró más del 9 % de los votos. En diciembre, los chilenos tendrán que votar la nueva Constitución, por si alcanza a diferenciarse de la de Pinochet.

     Chile presumió alguna vez su "milagro neoliberal"; luego, el "milagro de la transición", y hasta hace poco, el "milagro de izquierda" por diferenciarse de procesos radicales. A decir verdad, Boric tuvo que moverse hacia el centro para no verse rebasado por Kast. Hay un punto que debiera llamar la atención, como ya le sucedió a Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, frente a un Jair Bolsonaro que no se quedó tan atrás: una parte del electorado, alejada por igual de la izquierda que de los "demócratas liberales", no parece estar muy de acuerdo con desafíos a ciertos valores tradicionales, y en particular con temas como el matrimonio igualitario, el aborto y "lo que sea para ganar votos", todo lo que se asocia para colmo con "marxismo cultural", cuando sale de universidades estadounidenses y del partido Demócrata. Tampoco queda claro por qué la izquierda no quiere tomarse en serio el problema de la seguridad, así haya que parar a migrantes. Hace rato que la izquierda dejó en buena medida al garete al mundo del trabajo, aunque no sea el caso del Partido Comunista de Chile, que consiguió la jornada laboral de 40 horas con gran aprobación: no se abordan los asuntos del desempleo, la necesidad de crear buenos empleos formales, de reducir la informalidad o de aumentar seriamente los salarios, lo que en el México de Andrés Manuel López Obrador, por ejemplo, no ha vuelto a hacerse (pese a una fuerte inflación reciente) desde que los estadounidenses dejaron de insistir en ello, para colmo (con Donald J. Trump). Por algún motivo que tal vez no sea ajeno al arribismo, no tan nuevo, la izquierda está en parte ocupada en los mismos temas que los "demócratas liberales", en los de los organismos internacionales y en cualquier asunto que no sea propio, como la legalización de la marihuana con José Mujica en el Uruguay antes de perder las elecciones ante la derecha. Si alguien cree que el extravío, al reflejarse en las urnas, es un beneficio, podría ver sin mucha dificultad que la derecha no sólo no puede gobernar, sino que está con frecuencia asociada a formas de fraude y de vinculación con todo lo que haya de ilícito, algo de lo que sabía Pinochet. Yendo de un lado a otro del espectro político, hay franjas de la población que parecen a la espera sobre todo de valores: en el Perú, Pedro Castillo fue empujado a ir dejándolos de lado para lo de siempre, "ganarse a las clases medias".

     A muy poco tiempo de ganar la presidencia, Boric se extravió, porque lo estaba desde antes para "ir al centro". Queda por ver qué dicen izquierda (estilo Beatriz Gutiérrez Muller) y "demócratas liberales" (si es que la gente de Nexos es algo así). Con el "ir al centro", la "técnica del salami" funciona lo suficientemente bien para que más de una izquierda no sepa cuáles son sus intereses. Lo dejamos en Violeta Parra (da click en el botón de reproducción):



LO QUE HAY QUE TENER (THE RIGHT STUFF)

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