Gracias a los medios técnicos disponibles, hoy se hacen con frecuencia muchas proyecciones a futuro, a partir de estados presentes. Es así que está de moda agarrarse de China, pese a que diversos autores han sugerido que en este país asiático no hay socialismo. Los chinos no lo presumen.
Ciertamente, China se convirtió en "taller del mundo" y, luego de la Gran Recesión de 2008, en locomotora de la economía internacional. China tiene una presencia comercial y de inversiones importante en el mundo, en particular en Asia, Africa y Sudamérica. Lo que es tabú es de qué trata el sistema socioeconómico chino, más allá de que haya tenido éxito en liquidar la pobreza extrema.
Hay indicios de que trata, como en tantos lugares, de alegrar a una clase media que ha ascendido por sus vínculos con el partido. Pocos son los que, como Myléne Gaulard o el extinto analista mexicano Alejandro Nadal, que destaca por su criterio propio, han alertado contra los riesgos de lo que estuvo haciendo China en medio del éxito. Ahora lo ha hecho el analista estadounidense William Engdahl.
Hasta los Juegos Olímpicos de 2008 en China, parece que los chinos sabían controlarse. Desde hace cerca de dos décadas, sin embargo, no supieron escapar a la tentación especulativa. Actualmente, entre el 25 % y el 30 % de la riqueza china está en el sector inmobiliario, en inversiones en casas, departamentos, oficinas, etcétera. Muchos chinos se pusieron a comprar en el sector inmobiliario en auge, hasta dos o más departamentos, no para habitarlos, sino para "el futuro", mientras que la tierra, en manos del partido comunista, era arrendada a empresas constructoras, que a su vez pedían prestado para edificar. Nada que no recuerde auges inmobiliarios de otros lugares, por si se quiere preguntar en algunas alcaldías de la Ciudad de México, en Benito Juárez por ejemplo. Las municipalidades chinas empezaron a depender en serio del arriendo de tierras y proyectos de infraestructura: muy listos para entrar en la opulencia. Más de un chino pedía prestado para el departamento completo, no para el enganche, algo inédito. Nadal se había metido en Google Earth y notado la cantidad de espacios en China de edificios de apartamentos vacíos. Se estaba creando una "burbuja" aprovechando precios altos y el hecho de que un bien de este tipo llega a parecer seguro. La gracia es que no caigan los precios de lo comprado. Sin embargo, desde septiembre de 2021 los precios cayeron en dos tercios en las propiedades de las 70 mayores ciudades chinas. De qué inquietar a gobiernos locales dependientes hasta en cerca del 40 % de ingresos del sector inmobiliario. Fue en grande, sin que quede claro qué tiene que ver con el socialismo la especulación inmobiliaria desenfrenada, o, para agregarle, la proliferación de multimillonarios o de millones de migrantes de origen rural buscando empleos de una ciudad a otra. En la construcción, por ejemplo.
Para inicios de 2023, China ya se había llevado un susto con las dificultades del mayor conglomerado inmobiliario, Evergrande, y llevaba 16 meses al hilo de caída en los precios del sector, A China le cayó encima otro problema: el surgimiento del nearshoring, que empezó a provocar que varias transnacionales (tipo Samsung, Sony, etcétera) buscaran producir "más cerca del mercado", por ejemplo en México, sin que los dos grandes candidatos mexicanos a la presidencia, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, muy preocupados en hacer negocios, se fijaran en que los salarios chinos aumentaron bastante. La salida de transnacionales hizo aumentar en China el desempleo, hasta un 20 % en jóvenes, con todo y títulos universitarios. Entre un quinto y un cuarto del sector inmobiliario del país asiático quedó destinado a pura especulación. No queda claro quien puede comprar si aumenta el desempleo. De paso, más de un banco está en dificultades, y no está claro cómo financiar el presupuesto de municipalidades que le apostaron a la especulación, más allá de toda demanda real.
China quedó con 65 millones de apartamentos vacíos, de qué alojar a toda Francia. y buenas deudas, por lo que el país optó por ocultar cifras. No se puede adelantar demasiado, pero ante la crisis económica internacional, siempre incierta, ya no es tan seguro que China pueda volver a ser la gran locomotora si tiene que reorientarse a evitar problemas de deudas serios. Tampoco es seguro que pueda recuperar los préstamos del proyecto OBOR (One Belt, One Road o "la Franja y la Ruta"). Gaulard había advertido que China, como gran economía capitalista, estaba metida en un problema de sobreacumulación. Se puede dejar en que el país asiático no es ajeno al capitalismo y éste tiene leyes, así los pronóstico muy deportivos de hoy las ignoren en sus "quinielas". Todo vacío.