Tres países andinos (Ecuador, Perú y Bolivia) pueden dar una impresión de inestabilidad política, pero ésta tiene lugar sobre todo en el Perú.
En el Ecuador, con la salvedad del actual presidente Guillermo Lasso, los tres anteriores (dos mandatos de Rafael Correa y uno de Lenín Moreno) pudieron terminar sus mandatos. Correa gobernó prácticamente una década (2007-2017), pero no quiso reelegirse indefinidamente ni hacer arreglos constitucionales para tal fin. Lenín Moreno pudo cumplir su periodo -siendo en gran medida el derechista Lasso quien gobernaba tras bambalinas- pese a haber traicionado por completo a la Revolución Ciudadana de Correa, de la que provenía. A Lasso se le complicó por la intención de la Asamblea ecuatoriana de hacerle un juicio político. El presidente saliente (aunque se reservó el derecho a presentarse en las próximas elecciones), más allá de su decisión de "muerte cruzada" (disolver la Asamblea y gobernar por decreto hasta las próximas elecciones) demostró, como ha sucedido en varios otros países latinoamericanos (Guatemala, Honduras, El Salvador, Perú, Paraguay, Colombia, México) que la derecha no puede resistir la tentación de ligarse de uno u otro modo con el crimen organizado. Lasso iba a ser destituido, si prosperaba el juicio en su contra, por peculado, pero le apareció además una posible financiación de su campaña por el narcotráfico. El cuñado del mandatario ecuatoriano, Danilo Carrera, apareció vinculado con la mafia albanesa (a cargo de Dritan Gjika), que influyó en la designación de cargos públicos. El que mediaba, Ruben Chérres, fue asesinado. Gjika se instaló por más de una década en Guayaquil, la principal ciudad económica del Ecuador, para hacer negocios (con banano, pescado, etcétera) relacionados con una importadora de Albania relacionada con el narcotráfico. Los cargos públicos incluidos eran, por ejemplo, de servicio de Aduanas, para permitir el paso de drogas y armas., y otros para lavar de dinero. Podrá haber sorpresa por una mafia albanesa, pero no está de más recordar que en la Riviera Maya mexicana han estado operando, con todo y balaceras, mafias rumana (Florian Tudor) y vietnamita (en Xcaret), para que no se haga menos la capacidad latina de internacionalización. El problema de la corrupción y la falta de estado de Derecho no es de "bla bla", sino que crea "porosidades" que vuelven insegura la situación de poblaciones que creen poder ahorrarse el problema haciéndose de la vista gorda (¿cuántos capitalinos en México no se fueron a Guadalajara o a Cancún para ahorrarse la inseguridad?).
Bolivia no tuvo inestabilidad en todos los años que gobernó Evo Morales (2006-2019), de izquierda, y no la ha tenido con Luis Arce, también de la izquierda de Morales, aunque hay una fuerte disputa entre ambos sobre el modo de gobernar y hacer alianzas. Si Morales cometió el error de querer forzar su reelección con un arreglo constitucional, no hizo fraude, sino que la derecha le dió un golpe sin poder asegurar gobernabilidad alguna y con métodos que le costaron finalmente la cárcel a la presidente provisional Jeanine Añez.
El problema con Perú es que no hay izquierda en el gobierno, aunque cuando la hubo no imperó la inestabilidad: sin comulgar con algo así como el club de amigos de Fidel y Chávez, Ollanta Humala completó su periodo (2011-2016). Luego empezó la feria, siendo destituidos Pedro Pablo Kuzcynski, Martín Vizcarra y el izquierdista Pedro Castillo. A reserva de que se le está fabricando todo lo que se pueda, Castillo cometió un error al querer disolver el Congreso, para lo que no estaba facultado. Al mismo tiempo, el Congreso se apoya en la Constitución fujimorista que permite sacar a un presidente por "incapacidad moral", fórmula de lo más ambigua (Castillo difícilmente iba a ser sacado). Hasta 2020, el fujimorismo, de derecha, dominaba el Congreso, pero luego éste se fragmentó, pero los fujimoristas encontraron las alianzas necesarias para hacerle imposible gobernar a Castillo, por lo demás inexperimentado. El Congreso se ha negado ahora a convocar a nuevas elecciones, pese incluso a la petición de la presidente Dina Boluarte. La izquierda peruana considera que es necesaria una Asamblea Constituyente, pero la bloquea la derecha en el Congreso, que tiene en contra al 90 % de la población, es el más desprestigiado de América Latina y con muchísimos casos de corrupción. Aún así, ha tumbado a dos y logró que Castillo se diera un balazo en el pie. A diferencia de Ecuador y Bolivia, que no tienen antecedentes parecidos, Perú carga con toda la inercia heredada del fujimorismo, al mismo tiempo conservador y corrupto (la hija de Alberto Fujimori, Keiko Fujimori, fue la contendiente de Castillo en las últimas elecciones presidenciales y casi empató con el ganador), suficiente para dedicarse a "impedir", así sea al precio de que se caigan un presidente tras otro. Así que para Julcán (da click en el botón de reproducción).