Pese a ser un país atrasado, Paraguay no deja de mostrar algunas tendencias prevalecientes en América Latina. Las más recientes elecciones las ganó Santiago Peña (más del 42 % de los votos), del oficialista Partido Colorado, con 75 años en el poder y heredero de la dictadura de Alfredo Stroessner.
Ni Estados Unidos quería ese resultado, por lo que Washington, capital estadounidense, se esforzó por desacreditar al Partido Colorado, y en particular a Horacio Cartes, presidente paraguayo de 2013 a 2018, luego de un golpe blando contra el mandatario progresista Fernando Lugo, sacerdote de la Teología de la Liberación. Lugo tuvo que aguantar 94 tentativas de golpe.
Cartes se había hecho dueño de 70 empresas, destacando una tabacalera (Tabesa), pero durante el periodo de gobierno posterior a Lugo sucedió que se incrementó de tal modo el tráfico de cocaína que Paraguay se convirtió en la gran plataforma de exportación de la droga hacia Europa. El banco BASA, de Cartes, se volvió parte de un enorme sistema de lavado de dinero con compras de tierras, edificios y otros bienes. Las operaciones de BASA eran superiores al producto interno bruto del país. Cartes se volvió "demasiado obvio" para Washington, como terminó ocurriéndole en Honduras a Juan Orlando Hernández (extraditado a Estados Unidos). Sin embargo, el Partido Colorado logró mantenerse en el gobierno, pese a ya no tener el dinero para ser la "aplanadora" de tiempo antes (Cartes tuvo que renunciar al llamado "Grupo Cartes" empresarial). Estados Unidos prefería una victoria del progresista Efraín Alegre.
En Paraguay operan con toda tranquilidad agencias antinarcóticos -entre muchas otras- y militares estadounidenses. Stroessner no cayó sino por decisión estadounidense, y Washington hace lo que quiere en Paraguay, desde la producción de transgénicos hasta la habilitación de puertos para el paso de estupefacientes, pero "con discreción". Sin dejar de estar asociadas con Estados Unidos, algunas oligarquías latinoamericanas tienen margen de maniobra propio, aunque con frecuencia sobre la base de actividades ilícitas. En este sentido, y a reserva de volver sobre ello, debiera llamar la atención la fuerza conservada por la derecha chilena, pero también otras como la argentina y la brasileña, o la guatemalteca y la peruana, contra la que los partidarios del hoy ex mandatario Pedro Castillo no han podido demasiado. No hay mayores motivos para creer en alguna "gran oleada progresista" cuando el estado real de cosas tiende más bien al empate, salvo excepciones. Desde Paraguay (da click en el botón de reproducción).