Cuba, Nicaragua y Venezuela son para muchos los "patitos feos" de América Latina, criticados por igual por los "demócratas liberales" que por el "centro-izquierda" y presidentes como el chileno Gabriel Boric. En el límite, hay quienes piensan que se trata de "dictaduras", palabra que se utiliza para hacer ganancia y quedar bien en la clientela, pero que no guarda mayor relación con la realidad, puesto que no hay estados de excepción en ninguno de los tres países, ni están bajo control militar. Hablar de "dictaduras" en estos tres casos es burlarse de las víctimas de verdaderas dictaduras militares, como las del Cono Sur en los años '70 y un poco más allá.
No se hace así más que seguir el dictado estadounidense con tres países que se atrevieron a oponérsele. No se trata demasiado de socialismo, al menos no en Venezuela, que ya abandonó el "socialismo del siglo XXI". Los tres países, con un fuerte ingrediente nacional-popular, son bastante diferentes entre sí: Cuba no tiene burguesía o empresariado, como se le quiera llamar, y es un tema delicado con la cercanía de Estados Unidos; Nicaragua tiene burguesía antioligárquica, lo que no es del agrado de familias de origen decimonónico como los Chamorro, y Venezuela tiene su "boliburguesía".
En Cuba no se habla mucho de socialismo, pese a la voluntad mayoritaria. En Nicaragua, la co-presidente Rosario Murillo se la pasa recitando la Biblia, y Hugo Chávez en Venezuela era un merolico con una ensalada ideológica en la cabeza. Venezuela es lo más cercano al populismo. En resumidas cuentas, lo que más de uno considera es que meterse con Estados Unidos es algo que "no se hace", de mal gusto. No es de pésimo gusto que Estados Unidos se meta en los países de América Latina. El discurso lo hace la "buena sociedad" y lo sigue en buena medida la izquierda.
En Cuba no hay corrupción arriba, aunque sí algunos privilegios, y hay corrupción a otros niveles, en el pueblo incluído. En Nicaragua no hay corrupción galopante. Venezuela es otra cosa: en medio de una situación económica difícil, se lucra al amparo del Estado, como acaba de ser denunciado a propósito de la industria petrolera (PDVSA). A diferencia de Cuba y Nicaragua, en Venezuela, país con tradición rentista, por contraste con los otros dos (Cuba tiene sobre todo la costumbre "burdelera" de parasitar al extranjero y no trabajar demasiado), está a la vista, incluso espacialmente, que la "boliburguesía" ("burguesía “ bolivariana) se la pasa muy bien, o incluso de lujo, haciendo toda clase de trampas con las sanciones económicas para enriquecerse, mientras gran parte de la población se la pasa mal y tiene que salir del país. En Cuba ha pasado algo similar con una parte de la población, que se ha ido a Estados Unidos por oleadas, desde 1959 y el Mariel a principios de los '80 hasta otras más recientes; la isla vive ya en gran parte de remesas (a lo que se suma el turismo).
Nicaragua es ajena a este fenómeno y tiene un aparato productivo más diversificado, además de una buena economía social (en cooperativas, por ejemplo). Si Cuba es socialismo de Estado, en condiciones de subdesarrollo, Nicaragua no lo es tanto, e incluye también inversión extranjera. A fin de cuentas, el sandinismo nunca prometió otra cosa que economía mixta, que es lo que hay. El problema con Cuba no es una necesaria apertura al sector privado: es la falta de diversificación, como en Venezuela Saudita, como se la ha llamado, y la costumbre que recrean las remesas y el turismo de agarrarse del extranjero y de mirar poco hacia adentro. En términos culturales, los tres países son una desgracia, aunque Nicaragua se diferencía un poco más en el fomento a distintas actividades artísticas, cuando la señora Murillo no está con la retahíla de Rubén Darío. En Cuba se come mal, pero hay una obesidad discursiva con José Martí y Fidel Castro; es, en verdad, mucho más que sobrepeso. Venezuela, por su parte, estuvo derrochando su fortuna petrolera entre otras cosas con el Premio Libertador para un pensamiento latinoamericano por lo general dudoso, incluyendo al muy amoroso Enrique Dussel. Si se atiende a los portales oficiales, Nicaragua hace más y parlotea menos. Cuba no piensa y Venezuela, de "cambio" mucho más reciente, es un extravío ideológico llamativo.
Lo que sí, nada autoriza a Estados Unidos a entrometerse, aunque más de un cubano espera la apertura y Venezuela no es para nada radical. Diferencias y problemas no faltan, pero no es tan sencillo equiparar a los tres "patitos feos", salvo por el hecho, ya señalado, de que "están en pecado" por no plegarse a los designios estadounidenses.
De la trama recientemente destapada por el presidente venezolano Nicolás Maduro, no tan popular, no queda claro si es un esfuerzo de limpieza o parte de disputas por la renta entre facciones "boliburguesas". Venezuela se está enrumbando por lo demás a otro problema: la creciente dependencia de hogares venezolanos de remesas desde el exterior, aunque nada más cerca de la mitad de los emigrantes las envíe.
Cuba y Nicaragua son el producto de dos importantes revoluciones, pero Venezuela no, pese a lo que se quiera hacer de Chávez. Dicho sea de paso, Nicaragua nunca tuvo partido comunista fuerte. Cuba hace anticomunismo (pese, hay que insistir, a la voluntad de la mayoría de la población), y Venezuela reprime al partido comunista local. Para llaneros (da click en el botón de reproducción).
PD: recientemente, el secretario general del Episcopado mexicano. Ramón Castro Castro, llamó a los feligreses a orar para que México no enfrente un panorama dictatorial como el de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Ni quien se inmutara, ni en el gobierno, ni tampoco entre los "demócratas liberales": en México, donde en realidad no hay estado de Derecho, está prohibida la intervención de la Iglesia en política, pero nada más en el obeso papel de raquítica ejecución.