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jueves, 18 de mayo de 2023

MÁS CABRÓN QUE BONITO

 Quiso decir exactamente lo que se le puede criticar. La universidad pública en México, como organismo descentralizado del Estado que es (lo establece la ley), corre el riesgo, propio de este tipo de instituciones y de su carácter jurídico y presupuestario, de convertirse en un feudo, el de un grupo de poder. No se trata de un problema de "hegemonía ideológica", sino de control de dinero subordinado a fines políticos (para cooptación, como ocurrió durante ocho años con el rector anterior), por no decir que clientelares -en el fondo, sin mayor sentido de Estado. En el área de ciencias sociales, la universidad pública tiende a tener orientaciones predominantes, aunque nieguen ser "ideológicas". En términos de legislación, la universidad pública dejó por lo menos desde los años '90 de ser útil a la sociedad, según lo demostraron estudios muy precisos sobre los temas de investigación en ciencias sociales y Humanidades. Hoy es caja de resonancia de intereses particulares enquistados, que tienen la manera de imponer sus temas y de hacerlos pasar por prioritarios. No son muy diferentes de los que escoge el consejo de ciencia, porque hay todo un espacio de convergencia en el "extremo centro" bajo influencia estadounidense y de organismos internacionales, entre "demócratas liberales" universitarios y centro-izquierda, aunque se disputen posiciones de liderazgo. No queda claro por qué un consejo de ciencia del Estado no respondería en líneas generales a orientaciones estatales. Este consejo también es, por ley, un organismo público descentralizado del Estado. Otra cosa es que, en la confusión entre Estado y gobierno, sea otro feudo. Lo fue en presidencias pasadas, de tal modo que la directriz fue privilegiar todo lo que fuera de negocios. Que ahora corra el riesgo de cambiar de dueño, pero sin dejar de ser feudo, no es tema "ideológico", sino de hábitos clientelares.

     Desafortunadamente, esos hábitos se mezclan con ánimos de "celebridad", desatando ambiciones al grado de perder el recato y llegar a la obscenidad, al parecer aconsejada por especialistas de imagen y mercadotecnia, a quienes no les incomoda privatizar lo público. Si no fuera así, las siguientes cosas no deberían ser consideradas del menor interés: que la jefe de gobierno de la Ciudad de México sea mujer; que tenga el orgullo de haberse convertido en abuela; que le anuncie a Martha Debayle que se va a casar, con Jesús (es el nombre del galán), a quien reencontró por Facebook; que fue su novio hace más de 30 años; que la mamá de la jefe de gobierno tiene más de 25 mil citas y es campeona de Scopus y Elsevier, y que la precandidata se dió unas vueltas por la ciudad con el Escorpión Dorado, que sabe muy bien que ahora se gana audiencia permitiéndose la vulgaridad, como forma de histrionismo. Está claro que es campaña y hacerse visible, pero las reglas las están poniendo los medios de comunicación, los mismos que hacen público la privado y de esta misma manera privado lo público, lo que es tanto como imponer lo privado a costa de lo público. Para ser francos, nada de lo mostrado interesa en lo más mínimo al Estado, o a la nación. Lo que cuenta es el programa, pero en el caso aludido no aparece por ningún lado, salvo para decir que habrá "continuidad con sello propio", dicho con tal aderezo que no es más que demagogia. En esto converge con quienes maniobran en nombre del "anti-injerencismo" para hacer de un espacio público, la universidad, un coto de poder privado, particular, eso sí con demagogia. El espacio público no es el lugar donde cada quien se asoma a "mostrarnosla", como no es el de la maniobra politiquera para crear un espantajo y agitarlo de tal modo que, en nombre de la "autonomía", un grupo disponga para sí y sus intereses -a través del manejo del dinero- de algo público, antes de que no queden más que diferencias de facciones.



FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...