Nadie en México ha sido consultado sobre la relocalización de empresas (nearshoring), que consiste en que se instalen cera del erróneamente llamado "mercado más grande mundo", el estadounidense. La candidata oficialista, Claudia Sheinbaum, según lo dijo en una reciente reunión con banqueros, espera "prosperidad compartida" del nearshoring, es decir, que el proceso beneficie a los trabajadores mexicanos, con salarios dignos, viviendas dignas, etcétera. Para variar, no se cuenta con fuerzas internas, sino que se las pone a disposición del exterior.
Como el nearshoring, que argumenta un falso asunto de cadenas de suministro a raíz de la Covid 19, ya comenzó, está acentuando desigualdades en México: las inversiones que llegan se han concentrado en gran parte del norte (en particular en Nuevo León, con prolongación hacia Coahuila, y en Chihuahua) y en el Bajío, sobre todo Aguascalientes y Guanajuato, y parcialmente en Jalisco y Querétaro. El sur-sureste vuelve a quedar fuera, pese al esfuerzo del actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador por reequilibrar el crecimiento entre sur y norte (Dos Bocas, Tren Maya, Corredor Interoceánico). Crítica de cualquier construcción nacional (refinería de Dos Bocas, Tren Maya), la oposición no lo es de otro alud de inversión extranjera, en el Corredor Interoceánico, que servirá también intereses estadounidenses.
La relocalización en cuestión, criticada por China, no está más que buscando mano de obra barata y, tangencialmente, la cercanía del mercado estadounidense. Ahora que en Estados Unidos algunos sindicatos volvieron a ganar fuerza, como lo demostraron las huelgas en el sector automotriz, los patronos podrán responder: "nos vamos a México". Hasta ahora, los sueldos y salarios promedio no tienen nada de espectacular: equivalen más o menos a un poco más del de un policía en la Ciudad de México. Para que una familia de cuatro integrantes pueda subsistir, en varios países centrales tienen que trabajar dos miembros; en China o Brasil, tres miembros, y en México, los cuatro. A ésto es a lo que el simpático lenguaje empresarial le llama "salarios robustos y competitivos". Ocurre que las condiciones de trabajo en México son tan malas y precarias que los trabajadores aceptan cualquier cosa: en el sector secundario (industria), apenas poco más del 50 % de la fuerza de trabajo está protegido en el IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social), aunque tal vez deba verse como algo magnífico frente al campo (13 % protegido). No hay hábito de sindicalización independiente, pese a los cambios de principio de sexenio en materia de ley laboral. Para tener una idea, parte de la relocalización de empresas está teniendo lugar entre la franja costera china y el interior chino, donde la fuerza de trabajo es más barata. El problema de base, para el inversionista extranjero, está en que lo llamado "competitividad de costos" cayó en China: el costo laboral unitario de manufactura (salario por unidad ofrecida) aumentó 285 % en veinte años, y los salarios chinos costeros han crecido mucho (de duplicaron entre 2008 y 2019, en términos reales). Los empresarios extranjeros están buscando salir de sus problemas, no sacar a los trabajadores de los suyos, aunque es típico de países periféricos aceptar trabajos no muy bien remunerados en empresas extranjeras antes que estar sobreviviendo en el sector informal. México tiene un "coste competitivo" inferior no nada más a China, sino también a países como Indonesia o Brasil (se sigue reportando un salario promedio en México de 4.45 dólares la hora contra 5.51 en China). La mano de obra mexicana es más barata, pero también está superando a China en productividad. Instalarse a invertir en México, que tiene acuerdos de libre comercio con unos 50 países (con el estatuto de "nación más favorecida", se eliminan en gran medida aranceles e impuestos para insumos y productos de importación y exportación)., es también sortear la guerra arancelaria entre China y Estados Unidos. Adicionalmente, la red "logística" en México se ha ido acondicionando en función de los requerimientos estadounidenses, con costos de carga por metro cúbico mucho más bajos que en China (117 puertos marítimos, 64 aeropuertos internacionales, 172 mil kilómetros de carreteras y 27 mil km de vías férreas). En vez de tres a cuatro semanas por mar, el suministro a Estados Unidos desde México se estima en 3-4 días, según el punto de destino en Estados Unidos.
De remate, México está buscando cambiar la educación para adaptarse a estas circunstancias: ya tiene un porcentaje de graduados en ingeniería a India, Indonesia y Brasil. Dada esta "invasión informal", en el terreno económico, la universidad pública está urgidísima de renunciar a ser universidad para convertirse en lugar de enseñanza tecnológica, de computación, matemáticas e inglés, en un espítitu que es "por mi raza hablará el business". El resto amenaza en convertirse en un "conversatorio" para un poco de entretenimiento.
No se ve mucho la "prosperidad compartida", porque la idea empresarial no es llegar a México a compartir, sino a obtener la mayor parte del pastel posible, así haga una que otra concesión relativa a unos trabajadores divididos y "segmentados" en el mundo. Hasta ahora, las cosas se están haciendo sin mucha planificación siquiera. Lo que puede llegar a hacer Sheinbaum es a rematar México a la inversión extranjera y a hacer algo así como un coaching, a falta de Estado nación al cual gobernar: hasta ahora, Sheinbaum es activista y bastante "libertaria", sin dotes de estadista. México es más que nunca el cornucopio de la abundancia orientado hacia Estados Unidos para sacarlo de apuros, un papel no muy brillante. De las necesidades nacionales, ya no hay mucha conciencia. Dicho sea de paso, antes los estadistas se involucraban en sus giras con el mundo del trabajo: visitaban fábricas, escuelas, hospitales...Ahora hacen reuniones protocolarias con el mundo de negocios para darle todas las garantías y toman "baños de pueblo" deplorables, en una especie de relajo de blusas bordadas y mítines con alguna escala para tragar comida típica, a la espera de que sigan lloviendo ayudas desde arriba, la nueva modalidad de food stamps. Ya ganó la creencia de que la riqueza la crean los ricos, no el trabajo, lo que no se creen ni los empresarios, puesto que están buscando trabajo barato, es decir, creadores de riqueza dispuestos a que se las quiten y "conformarse". En México debieran hacerse votaciones como las de Puerto Rico, donde ganan quienes se oponen a la independencia. El lópezobradorismo fue, sobre todo, una oposición al seductor de la patria, que rompió los equilibrios del antiguo oficialismo, desde el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988). Ahora se trata de regresar a la "rotación", en gran medida, pero sin cuestionar la venta del país, sino aproximando su remate, porque al seductor se lo vió como "grande" por el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), pero "chico" por no "rotar". Si López Obrador hizo todo y su contrario, la gobernadora Sheinbaum puede inclinar la balanza y quedarse con lo contrario y administrar o gestionar con honestidad el remate de México. Lo único que debieran evitarse es nombres como Felipe Ángeles en un aeropuerto o Francisco Villa para un año de gobierno: no se hace nada para la historia nacional, que no importa. (da click en el botón de reproducción).