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miércoles, 18 de octubre de 2023

VINO NUEVO EN ODRES VIEJOS

 La función de un partido político, cuando no es simple movimiento, es persuadir a la gente de lo mejor de un programa propio. Lo que ha estado ocurriendo en Bolivia da cuenta de cómo la izquierda no ha sabido resolver la diferencia entre partido y Estado. Dicho sea de paso, la Revolución Ciudadana en el Ecuador escogió a dos buenos candidatos para las recientes elecciones ecuatorianas, pese a la derrota: ambos con formación adecuada para gobernar y una, Luisa González, con buena trayectoria en la administración pública. Faltó, de parte del binomio, Andrés Arauz, capacidad de atracción para los electores de la sierra. Nadie dijo que fueran las marionetas del expresidente Rafael Correa, que se negó en su momento a buscar la reelección y no ha dejado entrever que quiera volver a cargo alguno (Luisa González ni siquiera habló de resolverle a Correa sus problemas legales). Es probable que se crea que la Revolución Ciudadana es "la clientela de Correa", pero no es así, si bien tampoco se puede negar entre algunos cierta tendencia al personalismo, añejo problema del Ecuador (baste con recordar las figuras de Velasco Ibarra o de Assad Bucaram).

     En México, no queda claro si el oficialista MoReNa (Movimiento de Regeneración Nacional) es otra cosa que una "agencia de colocación" en el gobierno, con los problemas que conlleva de gobernadores para abajo, que es donde se ha seguido detectando una fuerte corrupción. MoReNa ha fallado como organización de persuasión, y el resultado es que el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, es quien se dedica a sermonear todas las mañanas, mientras MoReNa se encarga de "repartir".

    En Bolivia, el problema comenzó cuando el presidente Luis Arce, en vez de "repartir" entre movimientos sociales y el MAS (Movimiento al Socialismo, oficialista), hizo un gabinete más basado en la competencia profesional de los escogidos. Hasta ahora, la "guerra" -para beneplácito de los medios de comunicación masiva- no ha cesado entre gobierno/empleados públicos y el MAS, si bien también hay organizaciones de base que respaldan a Arce, como la Central Obrera Boliviana (COB), las Bartolinas y otras. La función del MAS es persuadir de un programa y ganar apoyo de la población. La función del Estado es otra: garantizar el servicio público y conciliar intereses particulares con el interés general. Evo Morales puede ser un muy buen líder sindical cocalero, pero ésto no lo convierte automáticamente en buen estadista. Ya fue suficiente con "torcer" la Constitución para reelegirse y no suena muy bien que, buscando otra vez la presidencia para 2025, argumente que "se siente obligado" porque "la gente lo pide". Nada le impide, en cambio, continuar en el liderazgo del MAS si sigue sabiendo persuadir. No es necesario que el MAS haga tretas para acaparar el partido. El problema está en saber si Morales no representa una dinámica clientelista, algo que no sería por lo demás ajeno a los indígenas, que no desconocen los cacicazgos. Peor si el "arcismo" se convierte en otra clientela, pero en el aparato público. No está claro a estas alturas, pero en el servicio público se debiera en principio premiar el mérito profesional y no una dudosa "capacidad política", militante o activista. En México, el aparato público sigue con gente sin méritos profesionales y que a la postre se revela incompetente, ex comunistas incluidos: al poco rato salen los llamados "chapulines", como el de Salud que quiere jefatura de gobierno o el policía al que le tuercen la voluntad por motivos electoreros y para agraciar a la clase media capitalina, para indignación del arribismo de MoReNa que, a su vez, no encuentra la posibilidad de garantizar lugar para tal o cual clientela. El problema es añejo y se remonta al antiguo régimen, pero también al lópezobradorismo, como lo demostrara lo sucedido con Miguel Angel Mancera en la jefatura de gobierno de la Ciudad de México: no es que lo haya hecho tan bien, pero bloqueaba el ascenso clientelar del lópezobradorismo mismo, incluso pese a la voluntad del mismo López Obrador, que en este caso Claudia Sheinbaum no supo ver.

     Lo que no puede ser es que un líder indígena sea canciller sin saber nada de diplomacia, o que alguien quiera saltar de Turismo a jefe de gobierno de una Ciudad, o que se empiecen a hacer otros errores, como el del énfasis excesivo en que, en el Ecuador, Luisa González estaba "haciendo Historia por ser mujer", o el de el ex vicepresidente boliviano Alvaro García Linera en que a "Evo" todo le corresponde "por ser indígena", porque entonces se está en que "ser mujer" o "ser indígena" es un oficio, al igual que "ser de izquierda" -vieja confusión entre izquierda y trabajo- o "ser activista". Se llega a la destrucción de la profesión: una maestra, como Delfina Gómez en México, termina "chapulineando" sin saber qué hacer con la Secretaría de Educación Pública (SEP) y como gobernadora sin verdaderos méritos propiamente políticos.

      En Bolivia, acaba de ser reelegido en la presidencia del Senado el "evista" Andrónico Rodríguez, pero con el apoyo de los "arcistas". Cercano a Morales, Rodríguez ha sido crítico del clientelismo en el MAS -el mantener lealtades personales para lograr "posiciones"-, de los fósiles en las universidades y de quienes, ya con cierta edad, la pretextan -siempre en modo clientelista- para no permitir el relevo de generaciones. El gran reto está en salir del clientelismo, y hay algunos elementos que pueden permitirlo, si no se monta encima el "grupo de presión" al estilo estadounidense. El problema está en saber si Evo sabe gobernar, no en saber si "sabe ser indígena": si Luisa González sabe gobernar, no si "sabe ser mujer". No queda claro hasta cuándo la politiquería continuará mezclándose con la necesidad de tener buen servicio público y buenas agrupaciones políticas, con programas. Los medios de comunicación masiva no facilitan las cosas con sus afanes de protagonismo y su fabricación de chivos expiatorios. en fin, algo más de Bolivia (da click en el botón de reproducción).




FANÁTICAMENTE MODERADOS

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