Hay asuntos que se parecen, al menos en mucho, aunque no en todo. Los crímenes de Estado suelen tener características muy señaladas.
En medio de la campaña presidencial ecuatoriana para la primera vuelta, fue asesinado el candidato Fernando Villavicencio, de quien se ha querido olvidar que fue denunciado como agente de la Central de Inteligencia Americana (CIA). Hay un dato curioso. Más allá de ciertos límites, que tolera, a Estados Unidos ne le gusta demasiado la incursión de China en América Latina. Uno de los libros de Villavicencio fue contra la presencia china en el Ecuador, Ecuador: made in China. En particular, se enfilaba contra la presa Coda Coda, construida por Sinohydro. Al parecer, no hubo motivo para recordar que quien terminó involucrado en un proceso por soborno en el caso fue el ex presidente Lenín Moreno, cuyo hermano, Edwin Moreno, patrocinó el despegue del candidato derechista Daniel Noboa. No hay nada que diga que Villavicencio haya ido tras la pista de Moreno. Lo que intentó Villavicencio es insinuar que el presidente Rafael Correa y el vicepresidente Jorge Glas sabían de lo que hacía Moreno. Villavicencio iba más lejos, contra gente del gobierno venezolano de Nicolás Maduro o contra la colombiana Piedad Córdoba, por ejemplo. A través del caso Arroz Verde, Villavicencio consiguió que Correa fuera sentenciado a ocho años de prisión.
Cuando fue ejecutado, Villavicencio se encontraba en un evidente "descuido" de su aparato de seguridad. Como sea, se buscó acusar a Correa de la ejecución y Luisa González, candidata de la Revolución Ciudadana (cercana a Correa), cayó en picada en las preferencias electorales, cerca de 9 o 10 puntos, habiendo estado en posibilidad de ganar desde la primera vuelta. En vísperas de la segunda vuelta, se resuscitó el caso y se volvió a inculpar a Correa, otra vez en circunstancias turbias. De los procesados como presuntos autores materiales del crimen, siete colombianos, uno murió el día del asesinato, pero seis fueron ejecutados en la cárcel (dos cárceles), pareciera que otra vez con un "vacío de seguridad". Uno más, el día del asesinato, fue llevado a declarar estando herido y murió "cantando", en vez de que se cuidara de su vida en un hospital, en otra "falla" de seguridad. El único sicario que quedó vivo acusó "al gobierno de Correa", según lo reprodujo Christian Zurita, periodista remplazo de Villavicencio. Es un poco difícil que "el gobierno de Correa" haya hecho cualquier cosa, porque dejó de existir en 2017. No estaba a cargo de la seguridad de Villavicencio. Lo del "gobierno de Correa" fue un curioso lapsus. Luego hubo que rectificar para tratar de inmiscuir a "políticos cercanos a la Revolución Ciudadana", en un gran parecido con lo hecho poco antes de la primera vuelta para desacreditar a Luisa González.
Alguna vez, Correa acusó a Villavicencio, quien había encontrado el modo de aliarse con parte del partido político indígena Pachakutik, de "vendepatria". Villavicencio no había encontrado nada mejor que buscar pedirle a una Comisión del Senado de Estados Unidos que se impusieran sanciones al Ecuador (Villavicencio había sido sentenciado por injurias). En todo caso, el ejecutado era muy selectivo; y siempre fue "selecto", hasta ser "seleccionado" por un patrón del que no es secreto que tiene diversas ramificaciones -en la política, los aparatos de seguridad y ciertos cárteles. Hecho poco mencionado, Los Lobos, un grupo pandillero delincuencial ligado al CJNG (Cártel Jalisco Nuevo Generación, enemigo del Cártel de Sinaloa, "el más querido"), se atribuyó el asesinato de Villavicencio. La fiscal Diana Salazar -mujer y negra- se olvidó de los narcogenerales ecuatorianos: denunciados por "la embajada"...y por Villavicencio, a quien parecería ahora haber querido reivindicar...prestándose a un ardid más. Como los de Sinaloa están en el Ecuador desde 2003 y se estima que el CJNG llegó para estorbar, no sería raro que algunos se confundan. Todo pudo ser un "influjo psíquico" de Rafael. Hasta la victoria, siempre (que se pueda).(da click en el botón de reproducción).