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viernes, 1 de marzo de 2024

QUIEN NO TE QUIERE, TE...USA

 El hecho de que Andrés López Obrador, presidente mexicano saliente, haya sido un luchador social se plasmó en su idea de cambiar la sociedad, para lo que propuso una "revolución de las conciencias" que no llegó, además de, en un principio, la difusión de la Cartilla Moral de Alfonso Reyes y luego de la "Guía ética para la transformación de México" (el Fondo de Cultura Económica no se preocupó de "volarle las neuronas" a ninguna ranchería con estos textos). Luchadores sociales hubo en México hasta los años '60 y López Obrador,, conocedor del periodo del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964), debió saber de ellos: Valentín Campa, Benita Galeana, Rubén Jaramillo o Demetrio Vallejo, por ejemplo.

       Andando el tiempo se pasó, muy a la estadounidense, a privilegiar el activismo en vez del cambio social. Claudia Sheinbaum, candidata oficialista a la presidencia de México, acaba de presentar un programa de "gobierno" de 100 puntos que no es el de alguien que quiera cambiar la sociedad, sino remendarla, por más alusiones que haga al "pueblo" o incluso a "la nación", de manera vaga. El activismo "a lo Luther King" se concentra en puntos específicos de derechos civiles y políticos sin querer cambiar la sociedad: ahí están interminables puntos sobre mujeres, animales, pueblos originarios y "afrodescendientes", jóvenes, energías renovables y cambio climático y lo que, eso sí, Sheinbaum sabe hacer bien, en materia de seguridad y de infraestructura. No hay nada, por ejemplo, sobre creación de empleos formales, abatimiento de la pobreza extrema (algo que China ha logrado eliminar desde 2018), reducción del precario sector informal, afectación a la riqueza extrema (los empresarios son intocables) o reducción de una gravísima dependencia del exterior para que la soberanía formal se acompañe de autonomía económica (según estadísticas disponibles en la Web, México es de los países del mundo con el mayor grado de apertura económica), ni garantías serias de educación y salud de calidad. El salario mínimo seguirá subiéndose "de acuerdo con los empresarios". Lo que para el luchador social debían ser conquistas desde abajo, con organización (como la labor de López Obrador en la Chontalpa tabasqueña), para el activista son resultado del "ser" y sus derechos: ser negro, ser mujer, ser joven, ser animal, ser vegano, ser "verde ecologista", sin trabajo de por medio. Ser luchador social solía implicar pertenecer a un partido (los comunistas Campa y Galeana, Vallejo en el Partido Mexicano de los Trabajadores, Jaramillo en el Partido Agrario Morelense, López Obrador en el Partido Revolucionario Institucional de Enrique González Pedrero, en Tabasco,  y luego en el Partido de la Revolución Democrática -PRD). El activista no es de partido y, así, no es de origen militante. En este y otros sentidos, el haber sido parte de un movimiento estudiantil como el del CEU (Consejo Estudiantil Universitario) en 1986 no lo hace ni "brazo juvenil" del PRD ni convierte a Sheinbaum en "luchadora social", experiencia que no tiene, por lo que sus 100 puntos no implica ningún cambio social, al menos en un sentido alternativo, salvo al vago "neoliberalismo". En vez de alternativas, los activistas y los libertarios se han convertido en adalides de la "política inclusiva", que es para lo que sirven los derechos civiles y políticos amputados de una concepción de la sociedad. López Obrador la tuvo y escogió un reto importante: separar economía de política, es decir, que la política mal entendida dejara de ser el medio de hacer negocios, algo conseguido a ciertos niveles. Es el tipo de visión que le falta a Sheinbaum, a reserva de saber si puede crecerse ante las maniobras de la oposición para "ablandarla" y recorrerla al "extremo centro". Mucho dependerá de su equipo, aunque no empieza bien. Desafortunadamente, si bien no cabe adelantar demasiado, los activistas "libertarios" dan a los grandes poderes la ilusión de cambio, libertad e inclusión que necesitan para vender el mejor de los mundos posible. Los luchadores sociales no se tragaban tantas ilusiones.

      Como lo ha sugerido el periodista Carlos Ramírez, en El Independiente, lo bueno de Sheinbaum es lo mala que se ha puesto Xóchitl (Xóchitl Gálvez, candidata opositora). El problema es que ni a los Woldies (el Instituto de Estudios de la Transición Democrática) ni al Frente Amplio opositor les sale la misma cantinela de los derechos civiles y políticos retratando a López Obrador como el autoritario que no es (paternalista sí).



TIEMPO DE....¿SEÑORAS?

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