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lunes, 6 de noviembre de 2023

¿SE SABEN ALGUNA OTRA?

 Los medios de comunicación masiva suelen estar en manos de intereses económicos poderosos y que, como tales, se ocupan básicamente de hacer negocio. No lo dicen y, más bien, llevan a serias confusiones, a las que se suman las redes sociales: la creencia de que es "la sociedad" la que se está expresando, cuando quienes lo están haciendo son los dueños de una técnica y sus empleados. Si Latinus, en México, es una empresa privada, Carlos Loret de Mola debiera ser avisado de que, por bueno que sea su salario, es un proletario, es decir, un trabajador explotado, porque la explotación no se refiere a un "abuso", sino al hecho de que a alguien no se le pague la totalidad de su trabajo, puesto que una parte debe deducirse para ganancia del empresario. Loret de Mola lo sabe, puesto que produce en masa lo que Latinus espera que le de una ganancia (esto puede incluir la "mentira producida en serie", o hasta "sobreproducción de mentiras"). El que "la mentira salga en la tele" no es garantía de verdad.

      Algunos "proletarios mediáticos", como llegan a una audiencia (más o menos calculable), se sienten con poder y pierden la cabeza, al grado de que se ha dicho de los medios que son "el cuarto poder". Hace poco, por ejemplo, el "4T" Hernán Gómez Bruera se asumió como los de programas que se erigen en auténticos tribunales, al lanzarle al "policía Omar" preguntas no propias de un periodista (y además, con una voz cada vez más chillona y desagradable). La confusión de base está entre sociedad y "opinión pública", que no son lo mismo, suponiendo que dicha opinión sea, además, plenamente "pública", lo que implicaría que no esté sujeta a negocios privados. La confusión es tal que la universidad pública -lo que queda de ella- confunde "rendirle cuentas a la sociedad" con ir al "tribunal" autoeregido de los medios de comunicación masiva, que se consideran con poder para intervenir en los asuntos universitarios (presionando, por ejemplo, sobre una elección de rector y buscando orientarla). Gran parte de la sociedad puede tener las creencias que quiera, pero ni se entera de lo que se hace en la universidad pública, como no se entera de sus desmanes (desvíos de fondos, como los de becas, o protecciones politiqueras apenas disimuladas, como la otorgada a Xóchitl Gálvez, quien reconoció un plagio -"la pendejié", dijo explícitamente- que la universidad pública negó en nombre de no quererse hacer eco de disputas electorales, textualmente). Es a través de sus "expertos" que la universidad pública se ve llevada a inmiscuirse en lo que hacen los medios de comunicación masiva, como si ese "soy 'experto' de tal o cual universidad" fuera una garantía de infalibilidad). A la larga, son los medios de comunicación masiva los que adquieren la capacidad para establecer de qué se "debe" hablar y de qué no, a partir de las técnicas de focalización de la atención. Otra demostración de que no son "la sociedad", ni mucho menos sus representantes: una parte importante de la gente de pueblo en México debe creer que la Franja de Gaza se compra en farmacias. Hay que saber cuidarse de los medios: como en el desbarre de Gómez Bruera contra "el policía Omar", es frecuente que la pregunta del medio esté hecha de tal forma que lleve implícita la respuesta. Basta un poco de maña para que se proceda de manera inquisitorial, con la llamada "prueba demoníaca": si confiesas, reconoces, y si no confiesas, es que lo ocultas, por lo que de todos modos eres culpable. Basta ver por ejemplo lo que hace el programa "Tragaluz" de Milenio, o la manera maliciosa de imponer la respuesta en la pregunta -"manita de puerco"- del "periodista" Carlos Marín. Son verdaderas pruebas de extorsión al entrevistado, que es en lo que cayó Gómez Bruera, desde la primera pregunta "inocente" al "policía Omar" (¿qué piensa de los asesinos que fueron su padre y su abuelo?).

       Pretendiendo ser jueces, por la técnica, no es raro que en los medios sean a la vez juez y parte. Es lastimoso ver a tanta gente proletaria y explotada -pagada con un salario por una empresa que se lleva una ganancia- asumir como propio el negocio del patrón, "con los de casa", confundiendo sueldo y ganancia si es gente bastante bien pagada. Lo lastimoso está en la venta que no es de las manos o de alguna otra capacidad física, o destreza, sino de la mente, que en este caso forzosamente se hace mercenaria: inquisitorial, golpeadora, mañosa, fraudulenta a sueldo, pero encima dando la apariencia de ser el patrón, sabiendo que no lo es y que, en realidad, no es libre de elegir. Su labia, su "pluma", su "firma" no tienen mercado de trabajo libre, sino que -pregúntenle a Enrique Serna, acabado- tienen que vender su mente (ni siquiera es realmente capacidad cognitiva) de manera muy específica, para producir lo esperado por el patrón, ya que de lo contrario simplemente no hay paga ni "contrato".

    El hecho es que debe tenerse claro que a un medio de comunicación masiva no hay por qué rendirle cuentas, ni admitirle los términos del debate, porque no representan con frecuencia más que intereses privados, y no el interés público o general. Tan es así que se dan el lujo de perder toda compostura en su afán de dominación y lucro, al grado de llegar al onanismo simbólico, que no es otra cosa la que practican quienes, por ejemplo, hacen "profesión" diaria del "dale donde más le duele", como si el periodismo fuera buscarle al otro el "flanco débil", incluyendo algunas prácticas de Gómez Bruera y otros "4T" que se colocan al mismo nivel de una oposición incapaz de la menor propuesta constructiva. Todo es, diario y a todas horas, "dale donde más le duele", con un buen dejo de sadismo, claro, ahora que el sado-masoquismo ya no es considerado una patología en el DSM. Si se les responde, se consideran !atacados!, lo que muestra una mentalidad de amos y señores. Es igual, para que no se diga, con quienes llamaban "Enrique" al presidente Enrique Peña Nieto o con las insistencias de Epigmenio Ibarra sobre Felipe Calderón, todo basado en poderes mediáticos. Es entonces que todo este proletariado se colorea de "lumpen" mientras se queja de la inseguridad, cuando lo menos debiera ser el respeto al derecho del otro a la "propiedad de sí". Vaya proletarios los de los medios de comunicación masiva y sus "producciones en masa". Lo que pasa cuando estás en la maniobra (da click en el botón de reproducción).









FANÁTICAMENTE MODERADOS

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