Seguramente se haya olvidado que en los años '80, entre otras cosas por instrucciones del Comité estadounidense de Santa Fe, comenzó una importante cooptación de élites, intelectuales incluidas, a favor de Estados Unidos, mientras en la universidad pública fracasaban las últimas rebeldías, como la del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), en el cual estuvo la hoy presidente electa de México, Claudia Sheinbaum, que asumirá en octubre. Se fue creando lo que ahora asoma con más fuerza: la alianza de libertarios y grandes negocios. No debe olvidarse que es, también, en parte la trayectoria de la madre de Sheinbaum, Annie Pardo, científica hecha en gran medida a la sombra de Estados Unidos. No era nada más la época del CEU, sino el principio, para más de un universitario, de ir a hacerse de algún prestigio en un campus estadounidense (Roger Bartra debe saber del tema).
Regresó ahora la Oficina de la Presidencia y su chief of staff, con Lázaro Cárdenas Batel. Pese a lo que pudiera haber de guiño de ojo nacionalista, no lo es tanto. El nieto de Lázaro Cárdenas del Río e hijo de Cuauhtémoc Cárdenas, luego de un paso sin pena ni gloria por la política mexicana, se hizo de "proyección", que algunos creerán "global": más allá de su papel en la inoperante CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), la trayectoria del nieto del general pasa por la Organización de Estados Americanos (OEA, como Jefe de Misión de observadores electorales), el Woodrow Wilson Center (en el que fue académico y miembro de un Consejo Asesor para Latinoamérica), de asesor de la oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) y en el think tank estadounidense Diálogo Interamericano. Se trata así de una persona orientada hacia afuera y, en particular, hacia Estados Unidos. Una más, luego de la misma Sheinbaum que estudió en Berkeley (Rosaura Ruiz en Irvine, también en California) y de los vínculos de gran parte del gabinete, incluyendo al Young Leader, Mario Delgado (del Foro Económico Mundial, WEF, por sus siglas en inglés), con el exterior.
En Cultura no será de otro modo, puesto que Claudia Curiel de Icaza, la escogida, luego de un rápido paso por la universidad pública, se convirtió también en parte del Young Leaders Program, que incluye a universidades como Harvard. La nombrada arrancó mal, creyendo que la cultura es cosa de "identidades", de saberse el "lenguaje de las plantas" (tal vez se haya referido al peyote) y dirigirse a todas, todos y "todes" (es decir, a las heroínas, los héroes y heroínes que nos dieron Patria). Como sea, lo de los "Young Leaders" consiste en pasear -para fogueo- a unos cuantos jóvenes escogidos por las bondades del gran capital y del territorio estadounidense para que, como se estila decir, se "replique" lo visto en el país de origen. El gabinete es, en mucho, algo orientado hacia requerimientos exteriores confundidos con los internos, al haberse ido perdiendo la capacidad de distinguir: la iniciativa privada está contenta, y se vuelve a anunciar que México será "una potencia", como cada sexenio, o casi.
Queda como asesora empresarial Altagracia Gómez, parte de una familia que ascendió en los negocios (como MINSA y DINA) en tiempos del seductor de la patria. Pese a los "polos de desarrollo" anunciados, hay un "detalle": se trata en buena medida de hacerlos girar en torno a la entrada masiva de inversión extranjera con el llamado nearshoring, que se caracteriza otra vez por la indistinción entre lo interno y lo externo, ya que el hecho de que se invierta en México no quiere decir que las empresas sean, en lo fundamental, mexicanas, y a reserva de ver lo que suceda con los "encadenamientos" locales. En Estados Unidos, por ejemplo, el complejo militar industrial, uno de los motores de la economía, hace pedidos a empresas de menor tamaño, pero las grandes son estadounidenses. En Japón, las grandes empresas también tienen todo un sistema de "encadenamientos" locales, pero las que están a la cabeza, las grandes, son japonesas. La idea es "eslabonar" en México, pero los grandes empresas son extranjeras y toman sus decisiones en función de un circuito que no es nacional, sino internacional y con matrices fuera de México, por lo que hay una diferencia. Cada vez que se anuncia como "potencia", México lo hace en el subdesarrollo: contando no con sus propias fuerzas, al grado de ya no saber cuáles son, sino con lo que venga del exterior a ofrecer algún "milagro", y sin considerar que, como lo ha hecho notar el periodista Carlos Ramírez en El Independiente, frente a lo que queda en México de nacionalismo está ante todo el interés geopolítico de Estados Unidos. Debe ser lo que Sheinbaum llama "matrimonio que no se puede divorciar". Quedan entonces no las fuerzas y las necesidades propias, sino "identidades", más de una para el turismo en busca de "patrimonios", incluyendo todo el que, al ser prehispánico o colonial, no es en rigor estrictamente "mexicano", al grado que se puede hablar de extravagancia cuando es una descendiente de lituanos que se pone a las loas de los pueblos originarios y a reducir a los españoles a "intrusos", como si hubiera un gran salto de lo precolombino a lo "global": lo típico de un país como Estados Unidos que no entiende mucho de colonia o de mestizaje y pone un McDonald's en una reservación india en pleno Oklahoma. Ni idea de lo que pasó entretanto. Es la habilidad para, reconociendo derechos sobre la base de "identidades", segregar, puesto que en realidad, entretanto, lo que pasó en Estados Unidos es en mucho segregación, y de distintos tipos. Así que lo "glocal" (global y local) es Estados Unidos con el pueblo originario en estado de "conservación" y para multiplicar la boutique de "motivos" folclóricos. El folclor -alguna vez de recorrer el país en busca de huipiles, luego de blusas bordadas rayanas uno de estos días en Pineda Covalín- tuvo su auge en los '70 (recuérdese si no a la "compañera María Esther"y su agua de jamaica): en realidad lo estaban retomando para sí barbudos libertarios y no tan lejos de lo hippie, en algo que perdió su ambiguedad justamente en los '80, cuando se fue pasando de la "rebeldía" al goce de los ofrecimientos de " derechos y libertades" del llamado "neoliberalismo", que sigue como si nada en Hacienda y con "los mercados" adecuadamente tranquilizados. Ya se sabe que todo está permitido, pero nada es posible. Véase si no: la antigua bravuconería - que ni en el charro cantor ni en Cantinflas caía en la majadería- convertida en la ostentación verbal de grosería y de lo procaz como signo de estatus.(da click en el botón de reproducción).