Hay dos países de América Latina con ciertos sectores de la población, por lo general adinerados o de "clase media", que recurren a la psicología o el psicoanálisis: México y Argentina. La gente de menos recursos, no, entre otras cosas, en México al menos, porque con problemas afectivos recurre más al alcohol o a las drogas, no al diván. En México, a veces las familias adineradas, que propician que los hijos sean malcriados, en vez de ocuparse de ellos los remiten al psicólogo. En la "clase media" es un poco distinto.
Corrientes de psicología y psicoanálisis hay muchas, casi diríase que para todos los gustos, y el lenguaje de la psicología está en parte incorporado en la cotidianeidad, como cuando se dice de alguien, sin saber en realidad qué significa, que es "un neurótico", que tiene "esquizofrenia" o que es un "reprimido". Esquizofrenia, palabra que remite a la locura, se utiliza erróneamente para describir por ejemplo una conducta contradictoria. La otra cosa común es decir de tal o cual que está "traumado". Algunos youtubers rusos dicen casi por cualquier cosa que están "en shock". Lo anterior se complementa con la llamada "autoayuda", que prolifera en librerías: ahora cualquiera resulta "un guerrero" o "una guerrera", o se lanza a hablar de "autoestima".
En psicología y psicoanálisis, no hay realmente sustento científico, salvo en el conductismo en psicología, a grandes rasgos basado en estímulo-respuesta. Los "cognitivo-conductuales" pueden llegar a cosas simpáticas que no siempre convencen, del estilo "no es la realidad la que nos afecta, sino el modo en que la interpretamos", por lo que, en el extremo, si a alguien le duele que lo atropelle un coche, siempre puede tratar de mitigar el impacto del golpe creyendo que el problema está en "fijarse" al momento de cruzar. No hay ninguna garantía de que no se trate de que se privilegie a cada rato lo "positivo" de todo y que se apele igual a la "autoayuda", ya bajo la forma, por ejemplo, de budismo, todo mezclado. Algunas corrientes de psicoanálisis intentaron en su momento ser humanistas, en particular con Erich Fromm, totalmente en desuso, y con la logoterapia de Víktor Frankl, hoy orientada hacia una visión del mundo que es de negocios y, a fin de cuentas, de coaching. De humanismo no queda gran cosa, salvo en una que otra sensibilidad de algún psicoanalista o psicólogo en particular. Algunos cobran una fortuna por escuchar 15 minutos -poco menos de lo que dura ahora la atención de un médico en un consultorio- y hablan durante ese tiempo por celular, sin que les incomode que se les suicide uno que otro paciente, lo que más bien cuentan con cierto orgullo, si antes de tomar la decisión uno que otro dijo algo "muy importante". Hay psicoanalistas que lo encuentran todo "muy importante" y que no tardan en dejar entrever que ellos también son "muy importantes" (puesto que durante los 15 minutos interrumpen porque reciben llamadas de celular, sin duda "muy importantes", todo lo cual no deja de tener algo de ejecutivo de empresa). Luego están los de fuerte influencia de Freud que desconocen la sublimación y se ponen "pulsionales" con el "ello", sugiriendo fornicar a diestra y siniestra -muy libertaria y sesentayochista- para satisfacer el "ello". Los más no respetan la singularidad del paciente, convertido en cliente, lo que no es lo mismo, y proyectan sobre la víctima cuanto estereotipo y prejuicio social encuentran, algunos rematando al paciente si se atreve a tener un mínimo criterio propio. No falta quien crea que está ejerciendo un poder, con superioridad jerárquica, como entre los médicos. Por lo general, son los clisés de lo más banales: aparte de salir de cacería a buscar sexo por cuestiones de "energía" (no de sentimiento), se puede ser conminado dando durante décadas vueltas a la noria a alejarse de "la madre falito", por ejemplo. Hasta que se cae en la charlatanería, que es de lo más frecuente, y se paga por hablarle a la pared. Una de las grandes fallas está en el abandono de un principio básico, que es la obligación del psicólogo o el psicoanalista de hacerse "revisar" en sesión por un colega para buscar asegurarse de que no se está equivocando en grande. Hoy, psicólogos y psicoanalistas, salvo en contadísimos casos, se dedican a volver al paciente/cliente lo que llaman alguien "funcional", es decir, adaptado a la sociedad, sin importar que ésta esté enferma. Se trata en esa adaptación de ocuparse del negocio propio y de desapegarse de todo, como en gran parte de la autoayuda: en suma, de buscar el beneficio para sí sin que importe pasar por encima de los demás. Psicología y psicoanálisis están hoy muy impregnados de espíritu de negocio, y de un poco de coaching para el negocio: ver en qué situaciones hay algo que agarrar en beneficio propio y ser olímpicamente indiferente a lo demás, lo que practican los mismos psicólogos y psicoanalistas, con frecuencia llenándose el bolsillo con indiferencia a los afectos de los pacientes, sobre los cuales se hace recaer sistemáticamente la sospecha, para conseguir la actitud indiferente, con tal de ahorrarse lo que por lo demás es parte normal de la vida: a veces hay que saber afrontar sufrimientos, pérdidas, sacrificio de sí, riesgos, equivocaciones...e infelicidad, además de crearse valores. Salvo que no se quieran contradicciones y, por ende, que no se quiera movimiento, para arrostrar problemas. El complemento está en todo lo que por regla casi general se encuentra en redes, como si mandara la Constitución estadounidense y su pursuit of happiness (la búsqueda de la felicidad): es un gigantesco formateo de las mentes para volverlas indiferentes, entiéndase que insensibles, a todo lo que de lo "humano" resulte ajeno si no reporta alguna ganancia, puesto que tiende a ser la misma posición en la que está el psicólogo o psicoanalista, que cobra.
Así, se termina, en nombre del desapego y para evitarse todo lo "negativo", en la sospecha y la indiferencia ante los afectos, y en la manipulación para "ahorrarse" cualquier mal rato, como si la vida debiera "fluir" como circula el dinero, al menos para quien puede pagar para que lo formateen y le nieguen la afectividad, en la oscilación entre la pulsión y la adaptación a las exigencias de un superyó inmisericorde en la rivalidad, que no sólo está en "sociedad", hasta donde la hay y no está destruida justamente por las rivalidades: suelen empezar en familia, lugar en el que psicólogos y psicoanalistas se invitan no para educar, sino para recrear las sospechas y la rivalidad misma, porque en todo hay una "doble lectura" para lo que es de lo más útil servirse del "inconsciente" -muchas veces puramente supuesto- del otro. Es a través de esta "lectura del inconsciente" que prolifera la sospecha (por algo Paul Ricoeur incluyó a Freud entre los maestros de la sospecha), en una sociedad atomizada porque, para la competencia, el otro es un potencial sospechoso. Psicólogos y psicoanalistas hacen a fin de cuentas ideología, pero "subliminal", es decir, para que no sea percibida conscientemente, y se aproveche todo lo que se puede proyectar sobre el inconsciente...del vecino. No hay psicólogo o psicoanalista más furioso que el colocado ante su inconsciente, oculto bajo la creencia de que en consulta "se habla de todo" -como antes se confesaban los pecados- y, además, de que hay "toda libertad", pese a que se da por normal la manipulación, con raras excepciones y una que otra escuela de cierta utilidad. Tal vez no haya más lastimoso que el ser humano que ya no habla por sí mismo ni por su corazón o su razonamiento, sino que repite y se conduce como los actores de Televisa que tienen un "chícharo" en la oreja que les dicta. Si se observa bien, redes inluídas, y como en el famoso "sé espontáneo", llega el momento en que se tiene la impresión de estar no ante una conducta propia, sino dictada (da click en el botón de reproducción).