Como ya ha habido ocasión de describirlo, el Perú tiene un Congreso repleto de legisladores involucrados en casos de corrupción. El poder Judicial tampoco está exento de este mal, se guía por los medios de comunicación masiva y decide cualquier cosa sobre presidentes o candidatos a juzgar: Alejandro Toledo, el extinto Alan García, Martín Vizcarra, Pedro Pablo Kuczynski, Ollanta Humala y Pedro Castillo. No parece que la ley importe mucho, puesto que para 2026 planean competir dos inhabilitados para hacerlo: Vizcarra y Alberto Fujimori. En principio, Vizcarra está inhabilitado para ocupar puestos públicos, y por lo que toca a Fujimori, no tiene mucho que salió de prisión y no ha terminado de cumplir la pena (25 años, desde 2009), además de que está inhabilitado para postularse habida cuenta de tener en contra delitos de lesa humanidad. Toledo está prófugo y García optó por suicidarse. No parece que el Ejecutivo sea ejemplar, a reserva de que hay casos en que se han "sembrado" acusaciones, como con Ollanta Humala.
No queda claro por qué lo que vale para Pedro Castillo se omite con Dina Boluarte, actual presidente peruana, más allá de haber estado inmiscuida en la represión contra partidarios de Castillo. Al parecer, Boluarte no está en el foco de atención de los medios, que dicen en gran medida qué atender y qué no. Cuando cayó Castillo, Boluarte de inmediato habló con "la embajada" y permitió luego la entrada al Perú de tropas estadounidenses. Boluarte está siendo investigada por corrupción, y como parte de vínculos con organizaciones criminales. Pero también la presidente posa con su homólogo ucraniano Volodímir Zelenski, a la cabeza del país más corrupto de Europa. No parece que sea algo que inquiete. Boluarte no ha cumplido con el 85 % de las promesas que hizo, según lo ha mostrado por ejemplo el diario peruano La República. Por el "caso Rólex", la casa de Boluarte ha sido allanada, por lo que la presidente estaría involucrada en problemas de enriquecimiento ilícito, aunque en el origen está un escándalo periodístico. Sea Keiko Fujimori (por "default" de su padre) o Antauro Humala, nadie pasa del 10 % de las preferencias de la gente. Con todo, es Castillo quien se encuentra preso con un sinfín de acusaciones graves en contra y mientras los medios difunden tranquilamente falsedades, como lo hace CNN (Cable News Network): si bien el mismo Castillo dió un paso en falso a modo de "autogolpe" -sólo es perdonable si lo hace Alberto Fujimori-, fue para acabar con el festín y no previa moción de vacancia del Congreso, puesto que no había tenido lugar cuando el presidente quiso disolverlo. La votación del Congreso fue después. No se trata de un simple error de CNN, sino de creerse la ficción de la democracia que no va más allá de una pura formalidad: mientras la delincuencia anda libre, del Congreso hasta los narcotraficantes, el aparato de Estado se está cayendo de corrupto para desembocar en la forma local del "caos controlado", evitando cualquier alternativa, sea Ollanta Humala o Pedro Castillo. La izquierda "progresista" de Verónika Mendoza no interesa: no llega ni al tres por ciento de preferencias actuales, según La República. El paso que falta dar es que la corrupción no sea vista como una anomalía ("todos lo hacen", supuestamente), para que predomine el aire cínico de los tiempos. Después de todo, es Castillo quien buscó enfrentarla, pese al error del "autogolpe". Lo ininteligible es qué hacen en todo ésto los "pesos y contrapesos", si cada uno a su manera -Legislativo, Ejecutivo y Judicial- está corrompido, y en serio.
La "teoría del caos controlado" manejada en Estados Unidos ha sido manejada por personas como Steve Mann, antiguo funcionario estadounidense que escribió al respecto, y que busca desideologizar a la población, aumentar las expectativas materiales y desechar valores preexistentes, que se pierda control soberano sobre la economía y que proliferen ilegalidades de distinta índole o diferencias religiosas, "étnicas" y otras, puesto que en las condiciones descritas un país no está en capacidad de oponerse a gran cosa, y mucho menos a los designios de Estados Unidos, que aparece por lo demás como "isla de orden". Se trata de debilitar al máximo al Estado-nación, de permitir el desempeño de funcionarios corruptos, de alienar a la "clase media", de convertir a partidos y movimientos en meras fachadas y de meter a la gente en problemas de "identidad" ("Chaos theory and Strategic Though"/Parameters-US Army War College Quarterly). Dicho de otra manera, se trata de dejar o hasta fomentar la putrefacción mientras no salga de control. Varios países de América Latina se han ido encontrando en este tipo de situación en el que, además, pareciera que también se provoca que se pierda el sentido del olfato, porque lo podrido no huele bien, o que se esté un un grado de atomización social tal que no haya sino inercia. Hasta ahora, ni siquiera los candidatos de apariencia de "mano dura" -Fujimori o Antauro Humala- atraen en una sociedad peruana que carece de medios para luchar contra la corrupción y la delincuencia que, como sea, no dejan de hartar a toda una parte de la sociedad (da click en el botón de reproducción).