Beatriz Flores era una secretaria que, eso sí, no aguantaba los abusos de autoridad del jefe. De cariño, a la señora, de cierta edad, se le decía Betty. Betty Flores. Quienes se burlaban la llamaban Betty Flowers, tal vez porque no le faltaban ciertos aires.
Un día, hubo un eclipse. Los hay de vez en cuando y se pueden ver, a veces, simplemente mirando al cielo, con la precaución de tener papel tornasol en los ojos. Si se hace de esta manera, se ve el eclipse. A Betty Flores no le disgustaban estas cosas de la naturaleza. Así que un día le tocó el eclipse en horas de oficina. Muy fácil, podía salirse y ver el eclipse. Sin embargo, la señora Flowers optó por tener una pequeña televisión y mirar en ella el fenómeno natural. Después, Betty se enorgullecía de haberlo visto, y decía a quien quisiera oirla: "estuve viendo el eclipse". Era, en realidad, falso: Betty Flowers miró lo que le mostraron del eclipse en la televisión, no el eclipse, pese a que le hubiera bastado con un poco de papel tornasol. Lo que vió Betty fue la manera en que la televisión decidió mostrar el eclipse. Esa manera suponía que alguien escogiera cómo filmar el eclipse y, seguramente también, el comentario de uno más: "en este momento está usted viendo un eclipse". La señora Flowers no había visto el eclipse y, en todo caso, debió decir: "ah, ví el eclipse en la TV". Se hubiera entendido que se perdió de algo, a lo que se podría agregar que no tuvo plena libertad, puesto que tuvo que ver lo que otros decidían mostrarle., Hubiera sido distinto estar afuera, voltear hacia el cielo y decidir por cuenta propia en qué momento pararle o seguirle. Lo que le pasó a Betty es de lo más común: confundió el eclipse con la imagen del eclipse. Normalmente, se entiende que no es lo mismo, sobre todo que lo segundo tiene algo de artificial. El problema empieza cuando se toma la imagen por la realidad. Entonces se puede creer que se está viendo "lo que pasa en Ucrania" o "lo que pasa en Gaza", cuando no es más que una imagen o una serie de imágenes escogidas de esos lugares de guerra, y queda por saber escogidas de qué manera y con qué fin. Para decirlo de otra manera, lo verosímil, por creíble que parezca, no es lo verdadero: es, cuando mucho, lo vero-símil, el "símil" de lo verdadero (vero), a sabiendas de que lo similar no es idéntico a lo verdadero. No es porque alguien ve en la televisión imágenes de tal o cual guerra que está mejor enterado de lo que sucede: le pueden mostrar, como puesta en escena, un edificio en ruinas y decirle que fueron los rusos, así hayan sido los ucranianos. Si todo el tiempo ocurre este tipo de cosas y se crea, por así decirlo, el "síndrome de Betty Flowers", como decía el disidente soviético Alexander Zinoviev llega el momento en que para mucha gente lo verosímil es más parecido a la verdad que la verdad misma. Es decir que emociona más ver el eclipse por la tele que aburrirse en algún exterior tratando de otear con papel tornasol al cielo. La realidad puede parece hasta aburrida. En la tele le agregan a la imagen sonido y palabras, para completar el espectáculo. Cuando muestran el edificio bombardeado, le suman algún comentario elocuente, indignado, casi a gritos ("y mire usted lo que volvió a hacer Putin"), musiquita de suspenso parar crear un ambiente y un ir y venir de la cámara, de tal modo que pareciera que el televidente está participando, cuando en realidad es pasivo y puede que le estén tomando el pelo -estafándolo, haciéndole fraude. Pues bien, la verdad es que Betty Flowers no vió el eclipse, sino un programa de TV sobre el eclipse. Por algo era el "Flowers". Después ocurre que más de uno, por "haberlo visto", cree que "estuvo ahí". A los estadounidenses, que tienen hasta sus programas de "casos de la vida real", les encanta este tipo de fraude. Es del mismo tipo de la apariencia de confianza de la que no paran de hablar los empresarios o del "¿cómo está usted el día de hoy?" de una llamada telefónica de un banco para actuar sobre la emoción. Cualquiera puede probar a contestar así: "mal, fíjese que hoy murió mi perrito Bobby y estoy desconsolado, así que no sé qué me aconseja. Haga algo, se lo ruego". Por lo general, muchos no toleran la realidad, sino que prefieren seguir en la "narrativa" -es ficción- que tienen en la cabeza, al grado que la persona del banco contestará una de dos: "lo siento mucho, le llamo para decirle que tenemos una oferta de crédito para usted...", o bien, sin la menor atención "un gusto, señor, llamo porque tenemos para usted una oferta de crédito...". Que Bobby se friegue, o el que vió el eclipse con papel tornasol: "en la TV lo mostraron completito".
Si una persona no ha sido educada para discernir entre realidad e imagen de la realidad, puede llegar a ser de lo más mundana y creerse que está "en el juego que todos juegan", así no tenga juicio de realidad, es decir, que esté extraviada en su laberinto de imágenes. Eso sí, mundana: "lo ví con Loret de Mola", "el perro Bermúdez dijo de X jugada", "salió en CNN": ignorante, pero encontrando lo mundano y cómodo de serlo hasta llegar a hostigar la realidad por "negativa", porque después de todo se parlotea desde la comodidad del hogar, no desde el campo de batalla en Ucrania o en Gaza. Es decir que se habla de una masacre como se hablaría de la asistencia a un evento social: "¿ya viste lo que pasó en Gaza?" al mismo título de "¿supiste quién estuvo ayer en la fiesta de Carlos Slim?". Se llega, en más de una ocasión por mezcla de miedo e interés, a no discernir y a empezar a rodar cuesta abajo en términos de valores, si una fiesta=una masacre, con tal de creer que "se participa" y se huye de una dosis de soledad que es parte de la realidad, a diferencia de la evasión. Es así que esta misma evasión puede terminar por volverse la norma, es decir que una patología es la norma, lo "normal" y "lo que hay que tener" (the right stuff): mente de Disneylandia o de Las Vegas 24/24 para hacer fraude y encima hostigar a quien no se lo tome en serio y opte por las dificultades de la realidad. Es en el contexto de enajenación descrito que, a diferencia del nazi-fascismo y pese a que éste era una forma de delirio, se está ante gente que, aún no creyendo más que en imágenes y en la forma en que se las muestran, y confundiéndolas con la realidad, al grado de tener adicción a lo mundano, ha hecho la opción no en una sociedad cohesionada, sino en el temor a una realidad bastante solitaria (por atomización social) y en la escapatoria a la "zona de confort". No deja de ser un poco cobarde, pese a la fuerza de la creencia en la última fantasía, la imaginación en mal sentido. No es difícil constatar cómo se llega así a rehuir cualquier problema: por ejemplo, el planteado por la diferencia entre la realidad y las fantasías que vende la TV para el deseo. Después de todo, Betty Flowers preferirá asegurar que lo mejor es verlo en la tele, no arriesgarse a lastimarse los ojos y además "presenciarlo" (!) con toda comodidad, sin nada que pensar, puesto que en la TV ya se "lo" dicen a uno "todo tal y como ES". Onda digerible tipo Gerber. Nos seguimos con el giro en los '70 (da click en el botón de reproducción).