En principio, el sistema electoral venezolano es muy fiable, y ha sido reconocido internacionalmente. Con todo, no pueden excluirse anomalías. Lo que llama la atención es que Venezuela ya no es el país de Hugo Chávez, sino un país muy dividido, puesto que el presidente Nicolás Maduro ganó con apenas poco más de la mitad de los votos, y la oposición tuvo una votación alta, de casi el 45 %. Venezuela se coloca así entre tantos países latinoamericanos partidos a la mitad, prácticamente, por lo que el "momento progresista" álgido pasó. En estas circunstancias, no es extraño ver envalentamientos de parte y parte.
Pese al nombre del partido en el gobierno (PSUV-Partido Socialista Unificado de Venezuela), Venezuela no tiene nada de socialista, y es algo que Maduro y allegados no mencionan. Más bien hacen lo siguiente: persiguen duramente, por ejemplo, al PCV (Partido Comunista de Venezuela), llegando a encarcelar a algunos de sus líderes, pero nunca tocaron a Juan Guaidó. El artífice de un fuerte anticomunismo en el gobierno venezolano es Diosdado Cabello, parte de la dirigencia del PSUV. No queda nada del "socialismo del siglo XXI" que enarbolaba Chávez y el PCV se pasó a la oposición, finalmente.
Maduro no ha mantenido la búsqueda de la integración regional que buscaba Chávez. Va menos a Cuba. Desde 2022, como ya hubo ocasión de decirlo, regresó la petrolera estadounidense Chevron a Venezuela, y hace poco obtuvo autorización local para quedarse hasta 2050. Con el beneplácito de la vicepresidente Delcy Rodríguez, Venezuela se abrió al Global Gateway, iniciativa de la Unión Europea (UE) destinada a contrarrestar las "nuevas rutas de la seda" chinas. Rusia no está entre los principales socios comerciales de los venezolanos. El presidente estadounidense, Joseph Biden, había estado suavizando las sanciones desde el año pasado.
Hay un elemento clave para comprender qué puede molestar de Maduro. El destino principal de las exportaciones venezolanas sigue siendo Estados Unidos, con un 46 %, siendo que Venezuela se dedica ante todo al petróleo. Luego sigue China. Sin embargo, Venezuela importa en primer lugar de China. Hace rato que, en distintos lugares, la administración Biden ha tratado de limitar los intercambios latinoamericanos con China: es parte de los problemas que hay en el Ecuador y en Bolivia, donde la inversión china molesta a Washington, capital estadounidense. No es que China deba quedar fuera, pero sí subordinada, como por ejemplo con la presidente Dina Boluarte en el Perú: un poquito, pero no mucho de chino. En este sentido, pese a la fuerza de los vínculos con Estados Unidos, Venezuela es molesta, y ya no por iniciativas como las de Chávez, que a Maduro no le pasan por la cabeza. La situación venezolana es así muy distinta de la de Cuba y la de Nicaragua. Según lo que reporta el Ministerio de Industria y Fomento nicaraguense, Estados Unidos no es un socio comercial importante de los nicaraguenses, cuyo comercio exterior está muy diversificado, pese a incluir a China (incluye también a Cuba, y por cierto que también a Japón, Corea del Sur e India, entre otros). Aunque Estados Unidos es un socio importante, con cerca de la mitad del comercio, Nicaragua diversifica mucho con países centroamericanos y México. No depende fuertemente de un solo producto como el petróleo, y sí más de maquila, aunque también de oro, café, tabaco, azúcar y carne. El comercio con China es el 0,44 % del total. Nicaragua comercia también con países de la UE. Venezuela, entonces, es algo distinto y que molesta, porque "ejemplo", no es para nadie: no hay modo de salir del rentismo petrolero, hay cerca de ocho millones de venezolanos en el exterior y mal manejo de la economía. Dado ese problema de rentismo, no es seguro que la oposición, demasiado ligada a Estados Unidos, pueda hacerlo mejor. (da click en el botón de reproducción).