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domingo, 11 de agosto de 2024

LO MÁS SEGURO ES QUE QUIÉN SABE

 Dentro de los pronósticos actuales sobre la economía internacional, se habla de recesión o de "crisis", sin que se sepa qué viene y, a decir verdad, sin que se entienda bien a bien qué "crisis". Dicha economía, salvo en parte por el dinamismo de China, no se repuso del todo de la llamada "Gran Recesión" de 2008, y andaba con más problemas en ciernes cuando se dió la Covid-19. Siguieron la inflación, atribuida a las más diversas causas, y mucho de inercia. Se está en buena medida a la expectativa del efecto de los más recientes cambios tecnológicos, de las energías renovables a la inteligencia artificial. Pero de recuperación sólida y duradera de la economía internacional, nada, salvo la incertidumbre. Para ser lo más precisos que se pueda, la economía capitalista -sin que se la llame como tal, sino "de mercado"- no ha vuelto a vivir una Edad de Oro como la que tuvo por cerca de 20 años o un poco más, de 1945 a 1965/67. Para tomar el caso de México, no ha vuelto a haber ningún "milagro mexicano" ni "desarrollo estabilizador", a diferencia de la segunda posguerra.

      La economía internacional comenzó a dar signos de crisis a finales de los '60, con inestabilidad cambiaria y problemas en Estados Unidos, lo que llevó al acontecimiento clave de 1971: la supresión del patrón oro-dólar, vigente desde 1944. Algunos consideran que la crisis comenzó un poco después, con un primer shock petrolero en 1973-1774, lo que implica que a veces se prolongue la Edad de Oro casi hasta 1975 ((los "treinta gloriosos" años). Se entró entonces en "estanflación", estancamiento con inflación, y a la vuelta llegó otro shock petrolero, en 1978-179, seguido de recesión 1981-1982 y luego de un atisbo de crisis financiera en 1987; la década de los '90 se fue en una crisis financiera tras otra (México, Brasil, Rusia, Asia), luego llegó la "burbuja.com" y el "efecto tango"; unos años de aparente recuperación, y a la "Gran Recesión" de 2008. A falta de estabilidad y solidez comparables a los años de la segunda posguerra, unas dos décadas continuas o un poco más, no es difícil decir que, de tumbo en tumbo, se vive en "crisis" desde hace décadas o, para ser más precisos, desde hace más de medio siglo, a reserva de saber si se saldrá o no: es la crisis más larga en la historia del capitalismo, de lejos, en comparación con menos de un cuarto de siglo a finales del siglo XIX o en el periodo de entreguerras. Hay generaciones que no han conocido más que "la crisis". Fuera de una que otra cosa esotérica, del tipo "la Era de Acuario", ni el Foro Económico Mundial puede decir si el cambio tecnológico traerá algún nuevo periodo de estabilidad, más o menos prolongado. Los pronósticos más recientes hablan de "atonía" (!) cuando menos hasta 2026, ya cerca del fin de la Agenda 2030, que no se cumplirá. Tampoco hay buenos pronósticos para la economía mexicana. En todas estas circunstancias, se prefiere la anestesia: "vivir el momento", algo así como "un día a la vez" (tipo Alanon -Alcohólicos Anónimos), sin tomar en cuenta el pasado ni tener mayor expectativa a futuro.

     Si se toma la economía mexicana, da síntomas de inestabilidad desde el sexenio de Luis Echeverría (1970-1976), cuando el peso se devalúa y se acaba el "milagroso" cambio a 12.50; lo que se perfila como "abundancia" no es sino endeudamiento que crea la crisis de 1982, seguida de la crisis de casi todo un sexenio (Miguel de la Madrid, 1982-1988), con los "ajustes"; nuevas promesas y, a la vuelta de la esquina, en 1994, la economía "prendida de alfileres" y el "error de diciembre", seguido del Fobaproa para "diferir" la crisis; un esbozo de tranquilidad y los efectos de la "Gran Recesión" de 2008, más los efectos terribles del libre comercio, no mencionados; a la vuelta, los efectos de la Covid-19, en parte como pretexto, y la inflación más o menos duradera. No hay manera de saber de dónde pudo sacar el presidente Andrés Manuel López Obrador que México iba a crecer al seis por ciento (ah, casi, es que se atravesó el coronavirus...). Con el sexenio de Enrique Peña Nieto, sus reformas y el Pacto por México, se iba a salir de la mediocridad y México iba a ser una gran potencia. Ahora viene otro milagro, el del nearshoring. Hasta ahora, sin salir de la crisis, ni tener nada realmente parecido a la estabilidad de la segunda posguerra. La promesa de turno es la "prosperidad compartida", entiéndase que los empresarios van a compartir, salvo que se trate de que sean los trabajadores que "compartan" con los empresarios. Ni tan original: el Foro Económico Mundial tiene un rato hablando de "compartírnosla", pasando del capitalismo de accionistas (shareholders) al de "partes interesadas" (stakeholders), los "impactados por la decisión de la empresa". Al mismo tiempo, no hay realmente nadie que imagine algún futuro ya no se diga de prosperidad, sino de estabilidad. Lo que se ha vuelto más estable, hasta nuevo aviso, es el estado de crisis. Eso sí, con algo de Arca de Noé: "sálvese quien pueda, y yo primero". De alternativas, no se habla: es tabú, y de lo que se trata es de saber si va a haber para "compartir" o no va a haber. También parece un hecho que no hay colapso o derrumbe a la vista, menos si se cree que son cosas de alternativas fallidas. Nunca falta quien "se alquila para soñar" y repite algo sobre el "mundo multipolar", aunque francamente no es para mañana o pasado. De "transición" no se puede hablar, porque supone ir de un punto A a uno B y hace rato que ni idea de "B". En fin, en el 2026 nos echamos una platicadita, y mientras pues...vamos viendo ((da click en el botón de reproducción).



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