El lenguaje de más de un mexicano, en particular el capitalino, se ha empobrecido notoriamente, dejando de lado el uso reiterado del "wey" (buey), no tan nuevo. Ahora no es raro decir de algo que está bien que "está chido" o "es muy chido" o ""bien chido". La otra palabra llena de fragancia al chilango: un "problema" es algo que no huele muy bien, un "pedo", así que "no hay pedo", o alguien "trae un pedo", o está "metido en un pedo", o pregunta "¿cuál es el pedo?", o si está borracho está "bien pedo", o trae un "mal pedo", o simplemente pregunta "¿qué pedo?". Lo que cabe hacer notar, además de la extrañeza de otros latinoamericanos ante este "delito en fragancia", es que es lenguaje lumpen, adoptado desde los años '80, y que remplaza al mexicanísimo lenguaje que cuando algo estaba bien decía que "era padre", "estaba muy padre" -lo que ahora se usa poco- o "a toda madre" (los regiomontanos dicen que algo está "con madre", por ejemplo "cantan con madre"). Así que nada más faltaba un "padre a toda madre" o una "madre bien padre". Además, el otro no era antes un reiterado "wey", sino "mano" (de "hermano"), llegándose a usar el "mana" o "manita", también. El otro estilo, el lumpen, empezó con los "chavos banda" en los '80, de Observatorio, en la capital ("Los Panchitos"), pero no es "mexicanísimo", sino marginal. Nada más que el marginal llega a estar en el centro. Los demás es banda, pero sinaloense, bravuconada rebajada, ya no el honor del charro. Sobre "este pinche pedo"", cabría agregar que no es del mejor aromatizante cuando el gringo racista dice del mexicano que es un beaner ("frijolero"), y no precisamente por el epazote.
Recientemente, un youtuber logró meterse en Guadalajara en territorio del CJNG (Cártel Jalisco Nueva Generación), que incluye pandillas. Llama la atención de éstas, como de las antiguas maras salvadoreñas, el uso de tatuajes, frecuente entre jóvenes y no tan jóvenes (hasta la presidente electa tiene uno, eso sí, chiquito). Esto no quiere decir sino lo consabido desde hace mucho: el tatuaje es cosa de bajos fondos (alguna vez lo fue de marineros malencarados). Lo otro es la gorra con la visera al revés. Así, una parte de la clase media se entusiasma por los tatuajes, propios del mundo lumpen, cree que después de todo "está chido"" y que "no hay pedo", para que sea completo. El tatuaje es generacional, no marca de pertenencia nacional.
El mismo youtuber logró entrevistarse con un sicario mayor del CJNG, y resulta que trabaja "para la empresa", como la llama, además de creer en Dios: no tiene demasiado miedo, no más que el niño con temor a ser golpeado por su madre o la señora por su hombre. Se levanta temprano y "trabaja para la empresa" buena parte del día, ganando un salario semanal casi de clase media. Al rato resulta que es un "hombre de bien", porque hace cosas "por la comunidad". Así que el crimen organizado es "de bien" y parte de la clase media no se mete con él, ni lo llama siquiera por su nombre, y no le importa mientras sepa que, a fin de cuentas, hace circular dinero. Al mismo tiempo, se adopta algo del estilo pandilleril: lenguaje, tatuajes, algunas formas de vestir, por lo demás bastante americanizadas.
El otro día, una muchacha (tez morena, pelo muy negro) entró con su madre, que traía unos pequeños pants ajustados, a un pequeño local a sacarse unas fotos. Agregó: "paso al rato por ellas, thank you". Es como un integrante del grupo Matisse -en el que Román y Melissa Robles explican sus pedos literales al público, y cuándo se los echan- que no se aproxima a un tema, sino que explica cuál es su approach. Todo entre lumpen y americanizado, siendo por lo demás que las cosas se anudan en las pandillas de eLEI (LA, Los Ángeles). Ni pedo, así va parte de México, y a más de uno le parece chido, según su approach. (da click en el botón de reproducción).