Hace ya varios años, una estudiante fue asesinada por su novio en el campus de la universidad pública, en altas horas de la madrugada. El asesinato fue finalmente catalogado como feminicidio y el novio, duramente sentenciado, mientras que la entonces jefe de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, pedía disculpas por errores previos en la investigación que habrían "revictimizado" a la víctima. Lo que no se quiso ya tocar es que altas horas de la madrugada no son para salir a pasear, y menos con un novio adicto a drogas y alcohol, que a duras penas se dió cuenta de lo que había hecho. Hay antecedentes de que la pareja consumía cocaína y éxtasis. No es, seguramente, que no se debiera castigar al culpable, pero es difícil de entender que las circunstancias se hayan ocultado, porque se pudo haber mandado otro mensaje: el de los riesgos de actuar en pareja bajo el influjo de las drogas y el alcohol, sin que le pareciera demasiado anormal a la víctima, según se pudo constatar por información que reprodujo en su momento el periódico Excélsior. Sheinbaum se metió en otro caso algo similar en Morelos: recatalogando como feminicidio, lo que puede ser, pero sin volver sobre el asunto de que la víctima podría haber tenido también intoxicación alcohólica, dadas las circunstancias de su muerte. Hay un caso más, sin resolver, el de Debanhi Escobar en Nuevo León: pudo haber sido asesinada por narcojuniors, pero ella se dedicaba a una forma de prostitución y, además, de consumo de alcohol y droga. Dicho de otra manera, pasa al estilo estadounidense, como con George Floyd: un error policíaco sirve de coartada para alegar que la víctima era un negro y que el policía debe recibir una pena alta, cuando Floyd estaba tan drogado que a duras penas sabía qué hacía. ¿Ser mujer o ser negro implica terminar por ocultar un factor de riesgo ante la violencia, el consumo de droga, en particular? No es fácil perder a un ser querido, pero lo debiera ser promover precauciones para no tocar a ciertos mundos subterráneos en los cuales circula "con derechos y libertades" lo que debe entenderse por vicio. Y es así que en todos los casos hay un ingrediente de "accidente" por causa de los estupefacientes, lo que es altamente probable. La contradicción está en no ver como anomalía -el consumo de droga y alcohol- lo que hace que aumente el riesgo de una conducta criminal. ¿De dónde salieron el alcohol y las drogas en todos los casos, o en el de la colonia Narvarte de la Ciudad de México, que terminó en varios asesinatos que se buscó hacer pasar incluso por "políticos"? Otra vez multifeminicidio y el ocultamiento de lo que ocurre en el mundo subterráneo, en el que por lo que pareciera no es tan difícil conseguirse cómo alterar los sentidos, en un sistema que promueve bajo muchas formas esta alteración y el control desde la dimensión sensorial.
Como parte de lo anterior está una exaltación de un "feminismo" muy joven que es, en lo fundamental, pro-abortista y que llega a parar centros de enseñanza aún sin ser representativo, y a crear desmanes en las calles, sin que, siendo jefe de gobierno de la Ciudad de México, Sheinbaum los haya censurado y sancionado, porque "la causa" no lo admite, pese a obvias provocaciones y a que, también en el mundo subterráneo, se sepa desde dónde parten las llamadas "porros violetas" y en qué circunstancias actúan y en cuáles no. El problema llega más alto, puesto que buena parte del feminismo en círculos de investigadores es financiado desde Estados Unidos, sabiéndose qué reconocidas "feministas" reciben el dinero, tratándose en el origen del sempiterno George Soros. No es cuestión de "conspiración", sino de hacer aparecer al capitalismo como "inclusivo" y promotor del "cambio", para lo que los libertarios e "infantiles de izquierda" sirven a los grandes negocios. No hay indicios de que el dinero llegue hasta las "porros violetas", pero sí de tolerancia y de uso político de ciertos extremismos, lo que no es ninguna novedad. Antes de 2018, los desmanes eran de los supuestos "anarquistas"; después pasaron a manos de grupúsculos feministas que no son representativos, y que hace rato adulteraron una causa justa, para tratar de sembrar un clima como el imperante en varias universidades estadounidenses, llegando a las "culturas" woke y cancel. En ciertos aspectos, no es más que una nueva versión estadounidense de la epidemia de "memoria recuperada" que llega al estilo brujas de Salem. La reacción conservadora es atribuir estas "reparaciones" a un supuesto "marxismo cultural", cuando se trata más bien de bogas sesentayochistas: siempre la "libertad" -vender la creencia de que el capitalismo permite cumplir todo deseo- al servicio del gran negocio que, como el anuncio de una tienda departamental mexicana, reza que "la moda rompe reglas": de acuerdo, la moda de meterse alcohol y drogas hace rato que rompe reglas elementales de precaución, y hace que, como parte de la inseguridad y la precariedad, se acepte la existencia del mundo subterráneo descrito, muy tolerado y únicamente sancionado por arranques de puritanismo. Mismo caso en otros países con migrantes o sus descendientes, como el de Nahel en Francia: error policíaco y ocultamiento de que la víctima no estaba en condiciones de conducir, no nada más por no tener licencia (tenía 17 años), ni estudios (los había abandonado), sino también por probables antecedentes de líos con la policía. Para no decir que los estudiantes de "Ayotzi" secuestraban autobuses, por lo que delinquían. Pero, siendo jóvenes, como las mujeres y los negros no podían ser más que puramente inocentes, confundiéndose inocencia e irresponsabilidad. Los "derechos y libertades", exentos de obligaciones, derivan hacia el modo en que se toca al mundo subterráneo: mediante la irresponsabilidad, en un sistema que ha dejado de enseñar a los jóvenes la libertad con responsabilidad, si la segunda debe "saltar por los aires" (gracias a la embriaguez sensorial) en nombre del deseo. Piérdete.(da lik en el botón de reproducción).