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sábado, 5 de julio de 2025

SOMBRAS NADA MÁS

 Aunque murió a mediados de los años '90, el estudioso estadounidense Christopher Lasch alcanzó a ver los frecuentes males que aquejan al mundo actual. Uno de ellos es lo que Lasch llamó la "rebelión de las élites", en un libro con este título. Es un fenómeno que tiene que ver incluso con la organización espacial: la gente acomodada vive con frecuencia en "burbujas" aisladas del resto del mundo. En algún momento, la moda era Singapur, como hoy lo es Dubái o a veces Hong Kong, todas ciudades-Estado de apariencia aséptica, sin ningún tipo de "suciedad" (incluida "la pobreza", que suele asociarse con mugre), aunque no faltan conexiones con el mundo subterráneo del crimen organizado o el lavado de dinero y los trucos contables. Instaladas en mundos aparte, creyendo incluso poder largarse a la luna o sobrevivir en búnkeres en caso de guerra nuclear, estas élites, por su misma "secesión", pueden saber de dominación para granjearse ganancias, pero no de dirección. Ya no son clases dirigentes ni tienen interés en serlo, en parte porque ya no pueden ver sociedad en conjunto: a lo sumo, prodigan demagogia, pero difícilmente pueden reconstituir una "estructura", porque no se sienten parte de ella. Son élites que no orientan, ni educan, ni tienen mayor cultura, aunque sí los diversos hábitos del lujo. Parte de las capas medias busca imitar a su manera: con "derechos y libertades" resguardados por seguridad por doquier, como si cierta comodidad terminara en manera de aprisionarse (zonas residenciales que se protegen del exterior, en vez de salir a él). Trasminan a universidades también "protegidas del exterior", salvo por las "conexiones" lumpen ya mencionadas. A falta de dirección verdadera, y cuando se toma incluso por "autoritarismo", la "sociedad" disgregada por dicha secesión y por el lumpen abajo no consigue organizarse por cuenta propia, porque "derechos y libertades" no bastan: no hay "saber hacer" y se naturaliza el caos, aunque se lo atribuya a la pobreza. No es así. Es que esas élites, aunque no dirigen ni ven la "sociedad" en su conjunto, al mismo tiempo controlan y formatean conductas.

      Sin referente externo, el referente es la propia imagen. Lasch lo vió en La cultura del narcisismo, una patología que, a juicio de este autor, se fue propagando como patología en Estados Unidos desde la segunda posguerra, lo que no impide venderle la tal imagen al "resto": lo propio de las élites es esconder los problemas mientras se pueda, y hoy hacerles "negligencia benigna" (benign neglect), para todo lo que no sea optimismo y "positivo". Se dice que parte de la solución está en reconocer el problema, pero lo que se "arma" es la evasión y lo que terminó por dañar a la izquierda, comunista incluida: como se habla con la imagen que se quiere tener, así sea para relacionarse de manera desaforada, todo se torna "identitario" y de "moral puritana", cosa -muy burguesa- de cuidar apariencias (o de "valorizarlas"). Si un problema no debe tocarse, tampoco debieran esperarse mayores soluciones, menos aún de fondo. Una cosa son las "soluciones" que no son más que adaptaciones al darwinismo, el "pragmatismo"; otra cosa es la negación sistemática de los problemas con tal de no perderse el deseo y la fantasía del éxito. El éxito es lo que permite tener la buena imagen de sí mismo y siempre el mejor papel (protagónico): nadie pone en su Facebook "soy bien cabrón, pego duro, rudo y no me importa madrearme a alguien". No es puritano. Como se trata de narcisismo y de Yo ideal, no hay nadie que no sea de éxito, guapo o guapa (no feo como un piojo), de lo mejor relacionado, y de bien, entiéndase que optimista y muy positivo. No parece, pero es parte del narcisismo patológico, como parte del éxito a toda costa -y de la evasión ante los problemas (hay que ser no problem, cool, relax y todo lo que aporta la reconciliación del hijo medio hippie o vago con el papá permisivo, a cambio de que no se le toquen los negocios: como lo mostrara Michel Clouscard, "la cosa" puede arreglarse, y al padre más autoritario le está permitida la regresión al daddy o hasta sugar daddy, pues no es, caray, !más que un niño grandote!).

       El remate está, a falta de sociedad cohesionada o mínimamente organizada, en lo que Lasch llamó, refiriéndose a la familia, Refugio en un mundo despiadado. No es tan nuevo en la descendencia oligárquica. Pero parece lo que se sostiene cuando el exterior es inseguro, "el pilar", por los supuestos o reales afectos y porque "la sangre llama" (hasta en el código mafioso, hasta hace poco). El italiano Leonardo Sciascia habló alguna vez de "sicilianización del mundo", cuando ya no quedan más que intereses particulares, y es lo que es la familia: refugio y evasión, ya que si antes preparaba para "salir al exterior", a la sociedad y al espacio público, hoy disgregados, ahora parece proteger y hasta ser "zona de confort", pero, al reforzarse, también es evasión que contribuye a disgregar al actuar contra los restos de espacio público y sociedad: este "exterior" es de desconfiar, mientras que el "interior", del hogar, el de la entrega total, incondicional, como si el amurallamiento protegiera de la intrusión de los problemas. Sólo que no es la casa de Bernarda Alba ni el Castillo de la Pureza. Como se filtra en las goteras o por la televisión el caos y el modelo de élite, el remate es el de la familia que ya no gira en torno a los adultos, sino a los niños, y si acaso, los "niños grandotes". Rara vez con orientación, dirección de algo, educación y civilidad: es, como en la secesión de las élites, la sombra desde la que, salvo para sacarle alguna ganancia, ya no se ve el exterior, se desconfía de él y se está como en la caverna de Platón o en el Ensayo sobre la ceguera: en el goce beato de las sombras, cuando no en el mal aprendizaje de cómo hacer fraude con un "yo siento" de apariencia auténtica por delante. No importa el tamaño: es más antisocial que el asocial que no es fanático de andar "familiarizándose" en reuniones, fiestas, etcétera con...la evasión (da click en el botón de reproducción).






EL AMOR ACABA

 Las elecciones en Bolivia mostraron a qué conduce la izquierda cuando se apega a lo que cree que es cultura, y además, hasta afectiva, aunq...