El vicepresidente boliviano, Alvaro García Linera, se ganó la animadversión de unas cuantas decenas de intelectuales al criticar a cuatro organizaciones no gubernamentales (ONGs) que, nótese bien, no fueron perseguidas de ningún modo en los hechos: Fundación Tierra, Fundación Milenio, Centro de Estudios y Desarrollo Laboral (CEDLA) y Centro de Documentación e Información de Bolivia (CEDIB). Palabras más palabras menos, García Linera les pidió a estas ONGs no meterse en política.
Los intelectuales "abajo-firmantes" de inmediato vieron un intento por "criminalizar la oposición", en el peor de los casos, y en el mejor advirtieron contra un "gesto de autoritarismo e intolerancia" que podría hacer retroceder la democracia en Bolivia. En ningún momento estos intelectuales -por lo demás bastante menos feroces con otros regímenes neoextractivistas- mencionaron la argumentación de García Linera, expuesta por cierto con lujo de detalles en un libro, Geopolítica de la Amazonia, de difusión gratuita en la Web.
Según García Linera, en lugares como la Amazonia hay un proyecto transnacional que consiste en explotar los recursos preservando al mismo tiempo algunos de ellos (como los bosques) y a los indígenas (tal vez como parte del paisaje, agreguemos) mediante redes clientelares tejidas por ONGs: el objetivo para las transnacionales, acostumbradas a no tratar con el Estado, sería pagarle a éste el mínimo de impuestos y lograr así una ganancia extraordinaria. Según García Linera, lejos de ser una tarjeta postal (digamos), la Amazonia es reino de un dominio que es a la vez hacendal y transnacional y en el que los indígenas hacen las veces de clientelas, todo sin permitir mayor presencia estatal (para lo que sea, incluso para desarrollar si se quiere un capitalismo "andino-amazónico"). Algunas ONGs estarían refrendando la visión de estos parajes como "naturales", cuando actúan en ellos en realidad poderes importantes. En concreto, García Linera dijo que la visión de algunas ONGs es muy similar a la de agencias como la USAID (Conserving Biodiversity in the Amazon Basin), la Agencia estadounidense para el Desarrollo Internacional. Muy en concreto, García Linera consideró que los miembros de la ONGs pueden hacer toda la política que quieran, pero en partidos políticos y no como cobertura de intereses de las transnacionales.
Examinando los sitios Web de las ONGs criticadas, aunque no perseguidas (y no está en peligro de ninguna manera la grandilocuente "democracia en Bolivia", ni siquiera por un exabrupto), puede parecer que el vicepresidente se extralimitó, incluso contra los "trotkistas verdes". Sin embargo, no es un secreto que entre los años '80 y '90, en plena debacle de la izquierda y en la crisis "neoliberal", no faltaron "pensadores" que optaron por granjearse puestos y fondos -con estilos de vida correspondientes- de toda suerte de Fundaciones y ONGs para prestarles servicios sin reparar mayormente en su origen ni en su financiamiento internacional, no siempre bienintencionado. Era el momento en que el Estado se venía abajo, en que los "pensadores" pensaban en "sálvese quién pueda"; ahora que se quiere rehacer o tan solo construir un Estado, hay un dejo de antiestatismo -todo Estado es un represor en potencia- entre estos mismos "pensadores" -incapaces de reconstituir la voz del adversario- que es tan incómodo como los arranques ocasionales de García Linera.
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