Es solo a partir de 1989 que algunos estudiosos han podido tener acceso a documentos estadounidenses de inteligencia militar que explican cómo se tomó la decisión de usar la bomba atómica contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki hacia el final de la segunda Guerra Mundial. Con documentos de archivo al apoyo, Gar Alperovitz aborda largamente el tema en el libro The decision to use the atomic bomb (La decisión de usar la bomba atómica).
Algunos documentos militares de entre enero y abril de 1946, aproximadamente, señalan que Estados Unidos sabía dos cosas antes de lanzar las bombas atómicas:
-que no era necesario usarlas
-que no era necesaria una invasión de Japón para obtener su rendición (operaciones Coronet/Olympic/Downfall).
Concentrada en la guerra brutal contra Alemania, la Unión Soviética no había abierto el frente contra Japón, aunque había fuertes posibilidades de que lo hiciera, sobre todo después de claras victorias (posteriores a Stalingrado) como la europea de Kursk en agosto de 1943. En un principio, los aliados querían que Moscú precipitara la apertura del frente oriental contra Japón. Entre abril y junio de 1945, curiosamente, este anhelo dejó de mencionarse en los documentos estadounidenses: era como si, ahora, los occidentales ya no quisieran esta entrada en guerra soviética y temieran incluso que Moscú quisiera invadir el archipiélago, haciéndose de las condiciones idóneas para negociar con Japón. De 1941 a 1945, Japón había hecho por su parte todo lo posible por no aumentar las hostilidades contra los soviéticos.
En otros términos, y a pesar de que hay algunos periodos en 1945 de archivos destruidos o de muy difícil acceso, queda claro que a partir de cierto momento, viendo que la Unión Soviética se hacía imbatible (y podía concentrar hasta un millón de hombres en el Extremo Oriente), Occidente temió, para decirlo de manera muy sencilla, que Moscú "se le adelantara" en Japón (desde Yalta en febrero de 1945, por lo demás, las relaciones entre Occidente y la Unión Soviética se estaban volviendo algo tensas). Sin motivos en Japón para hacerlo (no era necesario, ni siquiera había que invadir), Estados Unidos se precipito a lanzar dos bombas atómicas que fueron una clara advertencia, y no precisamente contra Tokio, según consta en archivos de la inteligencia militar estadounidense.
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