En 1955 tuvo lugar en Bandung, Indonesia, una Conferencia que fue el antecedente del Movimiento de los No Alineados y en la que participaron líderes como el egipcio Gamal Abdel Nasser y el indio Jawaharlal Nehru. A muy grandes rasgos, la Conferencia, en plena descolonización en Asia y Africa, se oponía a la intervención de las potencias en los asuntos internos de los países del Tercer Mundo.
Desde los años '60, Indonesia, gobernada por Sukarno, tenía el tercer partido comunista del mundo, con millones de miembros (3 millones), sólo detrás de la Unión Soviética y China. El Partido Comunista de Indonesia (PKI) tenía fuerzas juveniles (Pemuda Rakyat), de mujeres (Gerwani), sindicatos obreros (SOBSI) y campesinos (Barisan Tani Indonesia).
En septiembre de 1965, un golpe de Estado derrocó a Sukarno y puso en su lugar al general Suharto, apoyado por el ejército de Tierra y Estados Unidos. Se lanzó entonces una feroz cacería de comunistas. El primer ministro de Australia de entonces, Harold Holt, calculó que entre 500 mil y un millón de comunistas y simpatizantes fueron "pasados al tapete". Fuentes comunistas cifran los muertos en entre 1 y 3 millones (Petite contribution au livre noir de l'anticommunisme et de la contre-révolution, Comité Internacionalista para la Solidaridad de Clase). En estas circunstancias, un millón de asesinados sería probablemente una buena estimación. ¿Es algo que se conozca en Occidente, tan ducho para calcular grandes cifras de muertos e inflarlas cuando se trata de países socialistas? Para nada.
La gran matanza fue cometida entre otras por las milicias islamistas Ansor. Hubo millones de prisioneros y deportados, además de gente privada de sus derechos y fichada (Tapol). La embajada de Estados Unidos entregó listas de comunistas a los perpetradores de la matanza. En algunos lugares de Indonesia, varios ríos estuvieron durante días arrojando cadáveres, de los miles que habían sido lanzados al agua.
Pese al silencio, la matanza de comunistas indonesios fue dada a conocer por documentales como The act of killing, de Joshua Oppenheimer, nominado al Oscar. En el filme, los asesinos recuerdan sin el menor remordimiento sus actos. Y tan no hay remordimiento que la masacre de 1965-1966 en Indonesia es prácticamente desconocida del gran público, pese a los documentales. Los muertos del enemigo simplemente no (se) cuentan. En cambio, Suharto resultó a la larga el presidente más corrupto del mundo.
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