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lunes, 30 de septiembre de 2019

FRANCIA: CHIRAC NO ERA UN VASALLO

El ex presidente francés Jacques Chirac falleció en estos días. Difícilmente se puede decir que haya sido un "gran estadista", aunque tampoco era necesario, a diferencia de lo que hizo el encabezado del rotativo mexicano La Jornada, regatearle ciertos honores. "Muere el 'gran estadista' de la derecha francesa, Jacques Chirac", tituló con el entrecomillado este periódico. Ni siquiera es seguro que Chirac fuera totalmente de derecha, y el hecho es que el periódico de México en ningún momento recordó los gestos positivos del ahora difunto. Después de todo, es moda entre los latinoamericanistas detestar la independencia de criterio cuando la hay en Francia y preferir a quien, como el líder "insumiso" izquierdista Jean-Luc Mélenchon, se postra ante la endogamia de la "cosa nostramericana" y su tendencia (peor que la francesa, dicho sea de paso) a creerse el centro del universo. Los rusos, en cambio, vieron en el fallecimiento de Chirac el del "último verdadero mandatario francés" (para quien "soberanía" e "interés nacional" querían decir algo), alguien "sencillo, generoso, cordial", quien luego fuera traicionado por Nicolás Sarkozy (en la primera foto, justamente detrás de Chirac), cercano a la Central de Inteligencia Americana (CIA), y también por los hipócritas socialistas, del tipo de Francois Hollande, por cierto que mucho más colonialistas que el "centro-derecha" francés.
Chirac no fue una perita en dulce, ni siquiera en una vida personal marcada por las infidelidades (entre las posibles, con Claudia Cardinale, la actriz tunecino-italiana, en la segunda foto) a su esposa y por el "drama de su vida", la muerte por anorexia de su hija Laurence, que sufría por la ausencia de su padre, cosa que éste reconoció como craso error en sus Memorias.
Chirac estuvo lejos de ser un De Gaulle, pero igual supo ganarse el aprecio de los rusos, de tal modo que el mandatario Vladimir Putin asistió a su funeral (foto, da click para ampliarla), visiblemente afectado.
Lo que inexplicablemente obvió La Jornada es que Jacques Chirac se opuso frontalmente a la invasión estadounidense contra Iraq en 2003, en una época en que ya ninguna figura europea se ha atrevido a desafiar al imperio, salvo cuando se trata de estar a la moda y entorpecer como se pueda al actual huésped de la Casa Blanca, Donald Trump. Además, Chirac, a diferencia de colaboracionistas como el tan adorado por los latinoamericanos Francois Mitterrand (otra vez un socialista), reconoció la participación de franceses en el Holocausto, en particular en el Vel' d'Hiv (Redada del Velódromo de Invierno), donde unos 13 mil judíos fueron detenidos en 1942 para ser deportados: fueron franceses (4 mil 500 policías y gendarmes), y no alemanes, aunque se les estuviera obedeciendo, quienes llevaron a cabo la "tarea". "Francia, aquel día, cometió lo irreparable, aquellas horas oscuras son un insulto para nuestro pasado y nuestras tradiciones", declaró Chirac.
     No es todo. Chirac fue solidario con la causa palestina, aunque se lo desaconsejaran, y uno de los primeros en sostener incondicionalmente el ascenso de Evo Morales en Bolivia. Es por este motivo que Morales, ajeno a la ingratitud frecuente en el latinoamericanista ("no es nuestra historia"), tuiteó a la muerte del ex presidente francés, así fuera en su eterno lenguaje sioux: "lamentamos la partida del hermano Jacques Chirac, ex presidente de Francia que acompañó solidariamente el inicio de la Revolución Democrática y Cultural en Bolivia. Honramos su obra y su legado a favor de la democracia y la construcción de un mundo multipolar. Paz en su tumba". Morales tuvo la delicadeza, también "sencilla, generosa, cordial", de mandar un mensaje de condolencias a la familia de Chirac, y al pueblo francés. Seguramente se lo merecía el estadista (aunque no fuera tan "grande") a quien otro mandatario francés, Georges Pompidou, llamaba el "bulldozer", por su capacidad para "hacer que las cosas se hagan" (en la foto de abajo, Chirac con Morales). El presidente boliviano tuvo la gentileza de no salir con la mezquindad de la "lucha contra el eurocentrismo" o alguna otra cosa por el estilo.


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