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lunes, 7 de octubre de 2019

ECOLOGIA, O LA INOCENCIA COMO CREDITO

En uno de los sermones que lo caracterizan en las páginas del periódico El Comercio, el obispo ecuatoriano Fernando Tinajero Villamar comparó al mandatario brasileño Jair Bolsonaro y la adolescente activista sueca Greta Thunberg, a favor desde luego de ésta. Escribió el padrecito: "lo que Greta puso en evidencia con mayor claridad que cien tratados, es que la humanidad está enferma. Si durante muchos siglos supo vivir en armonía con la naturaleza, al entrar en la modernidad lo hizo en las alas de un sistema económico y político cuya ambición desbocada sólo busca el lucro: para lograrlo, no ha vacilado en convertir a la naturaleza en una fuente supuestamente inagotable de riquezas, sin entender que la naturaleza tiene que ser constantemente renovada". Sí, seguramente, pero lo que no ha existido, salvo en ciertas cabezas ecologistas que se toman por automáticamente progresistas, es una Humanidad (con mayúsculas) que haya vivido en armonía con la naturaleza.
     Dos pruebas. En el año 79 hizo una catastrófica erupción el volcán Vesubio, al sur de lo que es hoy la península italiana. La erupción fue precedida de un poderoso terremoto 17 años antes. Pues bien, la erupción arrasó entre otras con la ciudad de Pompeya. Los pobladores no pudieron huir de la lava (que se derramaba a 110 kilómetros por hora) y murieron abrasados por altas temperaturas. Hasta entonces, no se sabía lo que era un "volcán" y se le dió el nombre por el dios Vulcano (dios del fuego). La lava terminó cubriendo unos 500 kilómetros cuadrados y murieron miles de personas, tal vez unas 25 mil.
     Para los amantes de los pueblos originarios de América y sus sabidurías ancestrales (aunque en algunos aspectos las tengan), cabe recordar que la civilización maya ya había desaparecido a la llegada de los españoles. Dicha civilización habría colapsado por una sequía de décadas. Fue antecedida de un periodo de lluvias excepcionales que aumentaron la capacidad de producción de los sistemas agrícolas hasta llevar tanto a la sobrepoblación como a la sobreexplotación de los recursos. Los mayas probablemente terminaron desforestando y destruyendo su paisaje: entre otras cosas, tenían que quemar 20 árboles cada vez que calentaban la piedra caliza para hacer apenas 1 metro cuadrado de cal y construir sus imponentes templos y monumentos. En el caso de Pompeya, no parece que la naturaleza haya sido amable con los habitantes del lugar, quienes ni siquiera sabían qué era un volcán. Los mayas, por su parte, habrían destruido la naturaleza hasta provocar la autodestrucción de su civilización.
     Cabe decir que la creencia de que "la naturaleza se venga" es propia de clérigos, que explicaron por ejemplo el terremoto y maremoto de Lima de 1746 por las injusticias que se cometían contra los pobres (!), la propagación de la lujuria, las prácticas ilícitas de la codicia y la usura y la vanidad de las mujeres por sus "escandalosos vestidos". Lo cierto es que la armonía de Tinajero no ha existido en el pasado y por lo demás, las grandes corporaciones ya van aprendiendo a lucrar con el ecologismo (mi banco con la Hora del Planeta, Forbes México designando a las 36 empresas con mayor compromiso ambiental, entre ellas Walmart, Herdez y Bimbo, etcétera...). Sin "sustentabilidad", es decir, sin cierta renovación de la naturaleza, el hecho de que se extinga sería un impedimento para los negocios y por ende una tragedia para el capital. Es más probable que, creyendo salir adelante con todo convertido en negocio, el Hombre se autodestruya. Por ejemplo, haciendo negocio con adolescentes suecas y con su inocencia, y con la credulidad de la gente....¿Un crédito para el padrecito Tinajero? Como que no se vale, ¿no? Al menos es la opinión del mandatario ruso Vladimir Putin, quien se pronunció contra la sueca Thunberg y su forma de escandalizar emocionalmente (da click en el botón de reproducción del video si eres hispanoparlante).

LO QUE HAY QUE TENER (THE RIGHT STUFF)

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