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lunes, 11 de noviembre de 2019

MEXICO: ¿LA INSTITUCIONALIDAD FALTANTE?


Todo indica que el presidente-activista mexicano Andrés Manuel López Obrador, pese a su sensatez, llega a enredarse con influencias perniciosas y, como ya se ha dicho, sufre la falta de conocimiento preciso de sus expedientes, si es que prefiere pasarse el tiempo puebleando. Así por ejemplo, no es que no vaya a perseguir más a los grandes capos de la droga para no continuar con la “guerra contra el narco” del mandatario Felipe Calderón. Sucede simplemente que un Estado tiene la obligación de combatir el crimen organizado en vez de comprarse las versiones baratas del problema del compadre Epigmenio Ibarra. Después de lo ocurrido en Culiacán, pero también antes en Tepalcatepec y ahora con la familia LeBarón, queda claro que el Estado no controla su territorio, síntoma típico del subdesarrollo, y que persisten los rincones perdidos de la república.
Otra pifia: López Obrador afirmó hace algún tiempo que no buscará la reelección porque “no es un ambicioso vulgar”, pero aunque lo fuera, no tiene simplemente derecho a ninguna reelección porque la Constitución se lo prohíbe. Otra más: afirma el mandatario que no habrá golpe de Estado porque “la mayoría no lo quiere”, pero se trata en realidad de que no pueda haberlo por la Constitución , a la que se deben las fuerzas armadas incluso antes que al presidente (lo que evitó un golpe de Estado del presidente Gustavo Díaz Ordaz gracias al entonces jefe militar Marcelino García Barragán) y porque, nótese bien, a diferencia del grueso de América Latina México lleva ya 90 años, casi un siglo, sin sublevaciones armadas, habiendo sido la última la revolución escobarista que reprimió Plutarco Elías Calles en tiempos del presidente Emilio Portes Gil. No se puede lanzar el disparate de que no habrá “otro golpe” como el que se le propinó a Francisco I. Madero, como si no hubiera existido la institucionalización de la Revolución Mexicana y hubiera que borrar casi un siglo de historia. Dicho sea de paso, y contra lo que escribe un frenético mercenario como el chilenamente artero Pablo Hiriart, un militar de alto rango, así sea en retiro, no tiene por qué pronunciarse sobre política ni menos aún para inventarse polarizaciones inexistentes, ya que López Obrador cuenta con un apoyo abrumador. Por lo mismo, no puede descalificarse como “golpista” a toda oposición, según lo hace John “Custer” Ackerman, aunque los ex presidentes Felipe Calderón y Vicente Fox estén faltando a la regla no escrita, pero regla al fin y al cabo, de no meterse, lo que han respetado todos los priistas, Carlos Salinas de Gortari incluido, al menos hasta ahora.
El “ala izquierda” del lópezobradorismo está ejerciendo una pésima influencia sobre el presidente. Ya había ocurrido con la nominación de Francisco Ignacio Taibo II cuando éste debió renunciar al cargo propuesto y no llevárselo con una ley a modo y el vocabulario que le echó en cara la senadora sonorense Lilly Téllez. Tener una amplia mayoría no dispensa de seguir el ejemplo de institucionalidad que esa “ala izquierda” pulsional ha perdido, si alguna vez la tuvo.

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