Medio mundo, empezando por los cuates progresistas, estaba en el festejo del "nuevo ciclo" cuando se fue a caer después de 15 años un gobierno de izquierda más, el del Frente Amplio (FA) en Uruguay, que a últimas fechas perdió el tiempo en temas como la legalización de la marihuana o el matrimonio igualitario y los derechos de los trans, asuntos que son más de "individuos" que "cuestión social" y que por cierto el vencedor de derecha Luis Lacalle Pou no parece querer tocar.
Ya se había hablado del aumento de la inseguridad en el pequeño país sudamericano, tapón entre Brasil y Argentina, que estaría sirviendo de ruta de salida de la droga andina hacia Europa (aumento de los homicios en 45 %, de los robos con violencia en 53 % y sin violencia en 23 % en 2018). Llama igualmente la atención. que el Uruguay tenga después de Guyana la tasa de suicidios más alta de América Latina y el Caribe (y de hecho, entonces, la más alta de América Latina). La población de mayor edad es también la de mayor riesgo en el país más envejecido de la región, junto con Cuba. Tal vez no todos tienen ganas, a cierta edad, de ponerse a las payadas como José Mujica, invitado al próximo informe de gobierno del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, Con todo y sus virtudes, Uruguay sabe también producir cierto "sentido común" para capas medias y oficinistas -no sin nostalgias de estanciero-desde Galeano y Benedetti hasta los interminables desbarres de Raúl Zibechi. Efectivamente, pueden dar ganas de ponerse a llorar y es algo que está tan poco superado que la "Suiza de Sudamérica", de apariencia tan democrática, tuvo que soplarse un golpe de Estado "ruralista" a principios de los años '70 después del acelere tupamaro, todo para desembocar en la "filosofía de lo sencillo" de Mujica. Sencillito y carismático, pues. En el fondo, Uruguay parece tener una crisis de valores que no se resuelve con el "folclore de la filosofía", aunque difícilmente se pueda resolver con el Opus Dei en el gobierno de Lacalle.
Para un sistema educativo muy bueno y de muy larga data, con grandes educadores desde finales del siglo XIX, llama la atención que la deserción escolar llegue al 40 % en la educación media, una de las tasas más altas de la región, y problema que no se resuelve regalando computadoras a toda la infancia con el plan Ceibal
El Uruguay tiene una de las tasas de desempleo más altas de América Latina (9,8 %) y problemas económicos no desdeñables: en el fondo, sigue tratándose de un país subdesarrollado muy dependiente de la agroexportación, pese a cierta diversificación, y por ende de los precios internacionales de las materias primas.
En este país que el 24 de agosto festeja la Noche de la Nostalgia, tal vez quepa cierta reflexión, no "a lo Mújica", sobre lo que ocurre cuando las capas medias se adueñan del panorama, para no llamarlo escenario. Luis Lacalle Pou, por cierto, es hijo de Luis Alberto Lacalle Herrera, pieza clave del muy poco difundido Plan Atlanta para dar "golpes blandos" contra los gobiernos de izquierda en América Latina, sobre todo utilizando los medios de comunicación masiva. Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), también es uruguayo, y también dado a los papelones. No se trata de ningún "país inocente", pese a su relativa tranquilidad.
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