Las recientes justas electorales en varios países de América Latina, más que mostrar un dizque "neoliberalismo" (en realidad es conservadurismo) muerto y bien enterrado, han hecho patente lo que ya debiera saberse y estudiarse: las sociedades están partidas en dos, con la excepción de México. El resultado en Argentina fue claro: la fórmula Fernández & Fernández (foto, primera abajo) ganó con 48 % de votos, pero el mandatario saliente Mauricio Macri llegó al 40 % aún habiendo metido a la Argentina al despeñadero, lo que querría decir que con el capitalismo actual no todos pierden, ni son tan pocos los que ganan. Alberto Fernández es sin duda mejor para los intereses populares que Macri, pero aquél es más tibio que Cristina Fernández de Kirchner (quien tampoco era especialmente radical) y, la verdad sea dicha, en medio de la feria peronista tiende a hablar como político priísta mexicano ("la Argentina que todos nos merecemos", "la globalización es un hecho irreversible", etcétera, cosa que notoriamente no hace el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador). Alberto Fernández no está exento entonces de cierta demagogia (foto, segunda abajo).
A reserva de que en el Ecuador algunos indígenas se toman por el pueblo entero y secuestraron los intereses de éste en beneficio propio, o de que en Chile es el presidente Sebastián Piñera quien ha decidido encabezar las multitudinarias protestas contra Sebastián Piñera (sic), en Uruguay el Frente Amplio, oscilando entre la pura gestión y el ultraizquierdismo al estilo de José el Pepe Mujica, desdeñó un tema como el de la inseguridad (algo que aprovechó Estados Unidos) y se encontró ante una derecha que lo acaba de obligar a una difícil segunda vuelta. Aunque exageren los estadounidenses con sus alertas, el problema de la criminalidad en Uruguay ya no es menor, aunque la población haya dicho "no" a medidas drásticas: en 2018, el país de la Banda Oriental registró una cifra récord de homicidios, un 35 % más que el año anterior (un homicidio cada 23 horas). Hubo igualmente un incremento notable de las "rapiñas" (asaltos a mano armada) y de los robos. El gobierno de Tabaré Vázquez atribuyó el asunto al aumento de los enfrentamientos entre bandas de delincuentes, pero lo cierto es que en distintos países de América Latina y el Caribe (México es una incógnita por el momento) el de la inseguridad es un tema que los "progresismos" han descuidado, desdeñando en particular las influencias culturales que están pesando sobre la juventud. El periodista francés Jean-Francois Boyer lo dijo en México, pero vale para el resto de América Latina: ¿quién puede contra los modelos de conducta de Netflix en los rincones perdidos de la república, donde ya no hay Estado, si alguna vez lo hubo? Lo mismo sucede terriblemente en Colombia, pese a la victoria urbana de una izquierda en ocasiones dudosa y sumida en disputas abiertas (el líder Gustavo Petro le hizo una campaña terrible en contra a la recién electa alcaldesa de Bogotá, la capital, Claudia López, quien no deja por su parte de ostentar innecesariamente su lesbianismo, etcétera). Lo más seguro es que quienes se apresuran a sepultar al conservadurismo lo estén haciendo por moda, como se acostumbra, antes que por reflexión.
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viernes, 1 de noviembre de 2019
FANÁTICAMENTE MODERADOS
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