El lópezobradorismo tiene a sus seguidores, aunque no se declaren abiertamente como tales, en la universidad pública. Un caso es el de José Guadalupe Gandarilla Salgado, quien tiene por especialidad, cosa común, ponerse a la sombra de algún capo (Dussel, Quijano, etcétera...) para medrar en un mundo cortesano que considera que la mejor forma de movilidad no es el mérito, sino las "relaciones", algo que el filósofo Luis Villoro detectara desde los años '70 como una verdadera enfermedad de la sociedad mexicana (y es un enfermedad de poder). Así, se pueden escribir libros enteros con citas para "saber relacionarse" -citando a la persona adecuada- y asegurarse padrinazgos. Para colmo, este es el tipo de "pensamiento" que Venezuela ha venido premiando desde tiempo atrás.
El problema con Gandarilla (fotos), como lo muestra por ejemplo uno de sus últimos textos (Colonialismo neoliberal. Modernidad, devastación y automatismo de mercado), es que en lugar de pensar (lo que supone detenerse y silenciarse, algo con lo que tampoco pueden otros intelectuales lópezobradoristas) se dedica prácticamente a glosar "autoridades" poniéndolas casi de forma rapera. Dicho de otro modo, un autor para quien "colonialismo" y "neoliberalismo" pueden ir juntos (lo que en realidad no puede suceder) "rapea" lo que encuentra por ahí: y dice Fanon/que está muy cañón/porque el neoliberalismo/es un colonialismo/que te da más de lo mismo/ y con mucho eurocentrismo/, etcétera.
Veamos. En el texto referido, agarrándose de la autora Mabel Moraña, quien habla del campo de los estudios latinoamericanos como un "emprendimiento transnacional", Gandarilla escribe: "desde tal plataforma de emplazamiento es imprescindible clarificar de qué tipo de transnacionalismo hablamos, y qué tipo de fuerzas son las que impulsan su dinámica y hacia qué horizonte jalonan su proyección (global o planetaria, sic, y de inacabables objetivos, movidos, como son, por su desmesura). Colocar tal exigencia nos inscribe de suyo en una discusión que hace comparecer los ámbitos de la política y de la historia y sus implicancias para el ejercicio del pensar, en orden a (sic) clarificar nuestros puntos de interés y su intersección (latinoamericanismo y descolonización). Ello quizá también se revele útil para distinguir de mejor modo la historicidad de tal entrecruzamiento y las diferentes genealogías o tradiciones en las que se anclan ambas dimensiones. Desde qué tipo de latinoamericanismo hablamos y a qué momento, estructura o densificación de la relación colonial hacemos referencia". ¿Qué tal, chatos? Como sea, ya cité a Moraña y pocas líneas más adelante me citaré a mi mismo, porque el eurocentrismo/es un historicismo/ ¿qué dice de sí mismo?/ si no es liberalismo/ viva el escepticismo/ y no quiero tu optimismo/ como americanismo. Pues bien, es una de nuestras próximas autoridades intelectuales. Ahí está el detalle.
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