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domingo, 5 de julio de 2020

"ECOSISTEMAS" INTELECTUALES

En el medio intelectual, como en parte en el académico, suele crearse en América Latina un "ecosistema" particular. No es exactamente corrupto, si se sigue la definición, bastante mala, que el gobierno mexicano, por ejemplo, ha dado de la corrupción: el abuso de poder para beneficio personal. En realidad, es para beneficio personal y de los allegados (familiares o no), porque hay que saber repartir, así sea discrecionalmente. Quien no reparte es mal visto, ya que, después de todo, se supone que no se encumbró, sino que "fue encumbrado" por todos los que, esperando la llegada del favor, supieron "quedar bien".
     En el caso al que nos referimos, las ideas y la política no se juegan demasiado en público, sino en una familiaridad para la que se necesita "saber socializar" en casas particulares, algo así como casas-hacienda. Se trata de saber invitar a casa, puede ser que al asado o a la "tertulia", de tal manera que se comprometa al invitado que queda en deuda. No se compra, se endeuda sutilmente haciendo favores, que se mantienen como "deudas por cobrar". No interesa tanto cobrarlas como mantenerlas, de tal modo que el círculo de conocidos enganchados se amplíe en grande ("ayer estuve en casa de...", "vi a fulano o mengano en casa de...", "me  dijeron en casa de...", "no te ví en la comida de..."). En casa, en plena simonía colonial (compra material de lo espiritual) se intriga, se habla de los ausentes, se conspira, se arman complicidades, o hasta aparecen acostones, en el viejo estilo mexicano de La Bandida o La Comanche, que supieron llevarlo al extremo del lupanar informal, algo de lo que supo por ejemplo el escritor mexicano Carlos Fuentes, como ya es de dominio público. No son más que formas de relacionarse que pueden desembocar, ya en público, en tráficos de favores o de influencias sólo explicables a partir de esos encuentros privados, desconocidos de los no elegidos, y que llevan a los tratamientos preferenciales partiendo de "conexiones entre personas". Lo practica la intelectualidad de derecha, con "grandeza" cortesana, pero lo ha hecho también la de izquierda, por común origen y admiración por las formas oligárquicas (Octavio Paz había visto bien la dimensión cortesana en un texto sobre Sor Juana). La casa-hacienda es la pequeña Corte de tal o cual. Así fue el mundo de los exilios latinoamericanos (sudamericanos en particular), salvo excepciones, de los intelectuales revolucionarios y de ciertos encuentros en hoteles habaneros (a falta de casa-hacienda, o como complemento), muy lejos de una militancia que jamás se exigió a los "grandes de este mundo", puesto que "ya habían trascendido". Es el mismo mundo en el que se desenvolvió el dependentismo. Podía agregarse el folklore musical para la "nostalgia del terruño", el momento de cantar, de sacar una guitarra, de entonar "La Llorona" o de la anécdota sobre lo chusco del país de origen. Quedó, como sea, la costumbre de invitarse a comer, en el peor de los casos, y de la cena o los días pasados en la casita de campo, en el mejor. Insistamos: la simonía.
      Desde luego que este "ecosistema" de poder daña la capacidad de juicio sobre las cosas, que se perciben y hasta se evalúan a la luz de complicidades que se toman por amistades. Hasta uno bastante malón puede quedar convertido en "grande" si sabe volverse familiar y entrar en el tráfico de favores e influencias anudado "en casa de...". América Latina está llena de grandes figuras con méritos dudosos en el trabajo (o en la militancia), o incluso de merolicos convertidos en intelectuales gracias a este "arte" muy peculiar de saber traficar favores e influencias.
     En el límite, en el lópezobradorismo mexicano se ha llegado a crear la figura del gran impostor de izquierda que la familiaridad descrita impide descubrir, como ocurre con el secretario de Adulación Pública, John M. Ackerman Rose, ducho en esquivar las acusaciones fundadas de nepotismo, y en ofrecer verdades a medias sobre su sueldo universitario y sobre el premio (Espinosa Yglesias) de su lanchera, que difícilmente alcanza para la compra de dos departamentos. Es la lanchera la que está en el origen de la mitomanía y de lo que Custer llama "sabiduría": Pablo Sandoval Ramírez, el padre sindicalista y político, no puede ser dado por "el guerrerense más valiente, inteligente, consecuente del mundo" o "ejemplo de dignidad rebelde", que "dejó un enorme legado", para no mencionar otras palabrotas de sus familiares. El problema tampoco llega a la función pública: no se dice, pero sucede que es obsceno para un universitario, asalariado del Estado, y así reciba herencias familiares, tener una casona en Coyoacán y otra en "Tepoz", de dos mil metros cuadrados, con alberca y jardines, obviamente para hacer las veces de casa-hacienda y ponerse a "cultivar" relaciones como si no hubiera mañana y hubiera que gozar del poder sin el menor rubor o recato. Pero tampoco es algo muy alejado del tren de vida de más de un investigador y del modo de arreglar los destinos universitarios en lugares privados y ajenos a la mirada del público. Es un viejo asunto y siguió siendo la tónica con el narrismo: darse la gran vida a nombre de alguna causa. Si el dicho recogido por el periódico mexicano La Jornada es correcto, no falta el lapsus del secretario de Adulación Pública: "esta es una cuestión horrible -dice- de ataque a la honra y de afectación a la privacidad y al bienestar de mi familia" (el subrayado es nuestro). Es que la forma del bienestar no tiene nada que ver con la "honrada medianía" que reivindicara alguna vez el presidente mexicano Benito Juárez, ni con lo esperable de una trayectoria universitaria, que no es para oligarcas ni para hombres de negocios. ¿Que los pobres perseguidos están pisando los intereses más oscuros del viejo régimen? Digamos que el tren de vida es, justamente, el del "ecosistema" del viejo régimen, que así acostumbraba traficar. No se dice que la universidad pública permite cosas así: el resultado está en la familiaridad de muchos con un uso faccioso de un programa universitario, por parte de un desvergonzado Buffalo Bill cuyas pocas obras (como El mito de la transición democrática) están llenas de desfiguros. Parece claro que el haber pasado por el programa televisivo del señor secretario de Adulación Pública nubló el juicio de una parte del gabinete lópezobradorista, que parece encontrar normal que con algo menos de 50 años una pareja de universitarios y servidores públicos tenga seis propiedades, dos de ellas para vivir en plan de hacendado. Cuenta más la deuda con el conductor del programa, quien sabe perfectamente lo que está haciendo: para beneficio personal y, también, para repartir protagonismo entre los elegidos de un proceso que, como lo dijera por cierto Jesús Silva-Herzog Márquez, eligió "trascender" (autodenominándose Cuarta Transformación) antes mismo de cualquier juicio de la Historia y de cualquier resultado. Afortunadamente, no todo el gabinete de López Obrador, que tampoco es, como lo pretendió explícitamente, "el mejor gabinete de la Historia" (¿se compraron la posteridad con la simonía?), pareciera tener esta familiaridad que distorsiona el juicio de las cosas y la objetividad.
      La del moño colorado, que ya puede recibir en huipil, porque el asunto es volkisch, se protege en lo emblemático: siendo mujer, la atacan por misoginia. El señor secretario tiene suerte: su suegro era emblemático, su esposa es emblemática, el abuelo de su esposa fue emblemático (así lo describe la siempre infantilizante Elenita Poniatowska), su padre Bruce es emblemático, su madre Susan es emblemática, la causa es emblemática, así que el tren de vida sólo puede ser, él también, muy emblemático. No hay cuentas que rendir a nadie, porque ya se trascendió. Sería grave que lo emblemático del caso lo fuera para la "austeridad republicana", y lo es para la confusión entre lo público y lo privado en la universidad pública. Pongámonos nostálgicos de los tiempos venideros, donde seguiremos siendo los grandes de este mundo. ¿Es una cajita o un estuche de monerías? Da click en el botón de reproducción para que te acompañen "tus" indios.


FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...