Al no provenir de un medio letrado, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, se deja deslumbrar, casi siempre para mal, por cualquier intelectual que le pasa por delante. Puede sucederle lo dicho con intelectuales de izquierda, como La Poni, que es como una página de sociales del mundo cultural, o con el populachero -y no popular- y extinto Monsi. Pero también puede ocurrirle cuando unos poquísimos y representativos de nada intelectuales de derecha lo acusan de "deriva autoritaria" y de enfilar contra "la democracia". Al parecer, ahora es a la derecha, a falta de izquierda sólida, que le da por poner abajofirmantes en busca de causas. Tan no hay deriva autoritaria que el mandatario mexicano se da erróneamente el lujo de hacer caso de, insistamos, gente que no es representativa de nada.
Dos de los abajofirmantes (uno de ellos, el segundo, alguna vez bueno para su oficio) parecen haber perdido, junto con el chayote, lo que podían tener de discernimiento: la austeridad republicana afectó a Nexos, de Héctor Aguilar Camín, alguien a quien el hecho de nadar en dinero por décadas parece haberle ahogado la capacidad de pensar, si alguna vez realmente la tuvo; y afectó a Enrique Krauze (Letras Libres), quien parece haber dejado el trabajo para dedicarse a la muy titánica labor de caerle encima un día sí y el otro también al actual mandatario mexicano. Otra inteligencia perdida es la de Jorge G. Castañeda, hasta hace algún tiempo converso legible. Los hay que nunca se caracterizaron por el pluralismo político que reivindican: Jean Meyer Barth siempre manejó la revista Istor del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) con el mismo espíritu de clique (moi et mes amis) con que suelen manejarse los intelectuales de izquierda, procubanos incluidos, e inclusive con dejos del nepotismo del que correctamente se acusa hoy al lópezobradorista John M. Ackerman (al parecer, Guillermo Sheridan no ha descubierto todavía algunos procederes de Meyer). Istor terminó siendo un nido de anticomunistas entre los cuales se encuentra otro abajofirmante, Rafael Rojas.
Hay casos patéticos, como el de Antonio Lazcano, a pesar de que fuera advertido de que la fama no da impunidad. De Beatriz Pagés cabe preguntarse si no vió otra telenovela que "Cuna de Lobos": los editoriales de lo que queda de la revista Siempre! parecen escritos por Catalina Creel. Desde luego, con la representatividad en picada, se puede abultar la lista de abajofirmantes con Angeles Mastretta e Isabel Turrent. Pero lo que da pena, verdaderamente pena, es que el magnífico escritor Enrique Serna, tal vez el mejor del México reciente (aunque en gustos se rompen géneros y El vendedor de silencio no hable de mejoría) se haya perdido una ocasión de callarse. La cartita de los abajofirmantes no hace más que repetir que "López Obrador polariza" (!en bandos artificiales, menos mal!), que "violó la Constitución" (los regímenes anteriores se limitaban a hacer orgías con ella, invocándola siempre), que menoscaba desde el Ejecutivo los demás poderes (algo completamente falso si se considera cómo se ha comportado el Poder Judicial), que "ataca toda forma de expresión que no se identifique con su visión política" (!igualito que Meyer o que los "demócratas liberales"!) y hasta que "desprecia el movimiento de las mujeres que luchan por la igualdad" (encantadora, esta manera de refugiarse bajo unas faldas...). Dicho sea de paso, la declaración de Roger Bartra en el sentido de que López Obrador pactó "en lo oscurito" con Emilio Lozoya para las elecciones legislativas del 2021 es propia de alguien que ha hecho de la perfidia su modo de inserción en la opinión pública, caracterizada como la cúpula de la universidad pública por la presencia de unos cuantos acaparadores.
Así llamen estos abajofirmantes a formar un bloque opositor, López Obrador seguramente no debió hacerles el menor caso, y debería cuidar mejor de algunas cosas que ocurren en sus filas, curiosamente...con "sus" intelectuales, desde el Invitado de Lujo Ackerman hasta quienes han sido totalmente incapaces de echar a andar la Constitución moral o el Instituto de Formación Política del Movimiento de Regeneración Nacional. En el fondo, no es tanto asunto de izquierdas o de derechas: es que la cultura desde hace décadas no importa más que si es negocio y la intelectualidad está, pues, en el business as usual(sean Oligarcamín o Enrique Dussel, centavos más, centavos menos). Les pasamos el recado que López Obrador debió dejarles a la oposición intelectual y a sus propios corifeos ("Bendito Coraje", o algo así, da click en el botón de reproducción):