Cuando hace un discurso, el Demócrata Joseph Biden difícilmente puede evitar, al igual que el ex mandatario Barack Obama, hacerle sentir a la gente que Estados Unidos es un país superior a los demás, sin que quede claro por qué. Lo más llamativo es la cantidad de personas dispuestas a convencerse de que sí, las cosas son así y no pueden ser de otro modo. Al presentar su gabinete, Biden afirmó: "...Estados Unidos ha vuelto. Listo para liderar el mundo, no para retirarse de él. Listo para confrontar a nuestros adversarios, no para rechazar a nuestros aliados y listo para defender nuestros valores". Pudiera incomodar que Biden se esté refiriendo a "los aliados", cuando, que se sepa, nadie está en guerra. ¿Qué maneras de hablar son éstas que parecieran dar por sentada una beligerancia perpetua en vez del anhelo de un mundo de paz? Biden agregó al mostrar su gabinete: "en las llamadas que he tenido con dirigentes mundiales desde que gané la elección, me he sorprendido por cuánto esperaban que Estados Unidos recupere el histórico papel de líder del mundo".
Encima, está el modo de referirse a esta beligerancia. Queriendo colocar a Estados Unidos de nuevo en "el lugar de respeto mundial", Biden dijo poco antes de presentar a su gente: "vamos a meternos de nuevo en el juego. Ya no es Estados Unidos solo". ¿Cuál juego?¿Hay un juego?¿Estamos jugando a algo en las relaciones internacionales, o es que encima de todo a los Demócratas la beligerancia les parece un juego?
Biden implica resucitar los mismos tópicos de siempre. "He pretendido ocupar (el) puesto, ha afirmado, para resucitar el alma de Estados Unidos, reconstruir la esencia de nuestra nación, la clase media. Y para conseguir que Estados Unidos vuelva a ser respetado en todo el mundo". Biden quiere situar a Estados Unidos "de nuevo en la cabeza de la mesa", al parecer disponiendo de quién se sienta dónde y ocupa qué lugar. Ya echado a andar, Biden es capaz de declarar, como lo hizo, que "Estados Unidos es el faro del mundo". Por cierto, Biden ha acusado al actual mandatario estadounidense Donald Trump de no hacer nada de Irán a Norcorea, de Siria a Afganistán y Venezuela. Tal vez Biden quiera hacer énfasis en el exterior porque en el interior no podrá mucho: su plan de infraestructuras supone subir impuestos, y si los republicanos siguen controlando el Senado, Biden no podrá.
Algunas nominaciones van en el mismo sentido. Quien sería secretario de Estado, Anthony Blinken, es un belicista que no quiso retirarse nunca de Afganistán, que quiso meterse en Siria incluso cuando Obama dudaba en hacerlo, etcétera. Blinken ha sido así partidario, como Biden, de lanzar "guerras preventivas" contra países que no amenazaban a nadie. En el fondo, una "política exterior para la clase media" (la estadounidense) es garantizarle a Estados Unidos la succión del excedente de medio mundo, por las buenas o por las malas, para mantener el nivel de vida estadounidense. Aún falta ver el de quién en Estados Unidos: son en realidad a la carga los intereses de las grandes GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft+ Twitter) y la high tech, del Pentágono y sus empresas, de Wall Street (un lugar eufórico con Biden), el Big Pharma, etcétera, por lo que no se cree más que en el negocio (Biden está cerca de las ideas del Foro Económico Mundial y su Great Reset) y de ser necesario las cañoneras para respaldarlos. Otro ejemplo: la nominada para embajadora estadounidense ante Naciones Unidas, Linda Thomas-Greenfield, es una antigua empleada de Susan Rice, la arpía asesora de Seguridad Nacional de Obama que optó por bombardear Libia y apoyó la invasión de Iraq, además de haber contribuido a decisiones que facilitaron el genocidio ruandés. Thomas-Greenfield estuvo cerca de los proyectos africanos de George W. Bush (Millenium Challenge Account) y ha sido parte del Albright Stonebridge Group, que hace lobby para el complejo militar industrial. En el actual equipo de transición de Biden hay otras joyas, como Roberta Jacobson, antigua embajadora estadounidense en México: alguna vez miembro del mismo Albright Stonebridge Group, trabajó con Obama para designar a Venezuela "una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos", como si fuera para tanto. Otra integrante del equipo de transición, Kelly Magsamen, antigua del Pentágono, defendió con uñas y dientes al enviado especial estadounidense para Venezuela, el siniestro Elliott Abrams, alguna vez metido en el escándalo Irán-Contras y halcón considerado "arquitecto de la guerra de Iraq". Abrams fue subsecretario de Estado con el presidente estadounidense Ronald Reagan y encubrió los crímenes de la derecha en Centroamérica. Fue ayudante especial de George W. Bush y participó en el golpe de 2002 en Venezuela. Magsamen considera simpáticamente que Abrams es un "fiero abogado de los Derechos Humanos". Casos como los citados no son pocos entre la gente de Biden. Que sean mujeres o miembros de minorías no cambia mucho las cosas, aunque en gustos se rompen géneros: ¿usted prefiere que su casa la bombardee un hombre, una mujer o un negro?
Volvamos sobre el principio. Algo debe haber entre quienes han detestado a Trump y abonado el camino a Biden (quien al momento de escribir estas líneas no es el presidente de Estados Unidos de acuerdo con las leyes federales/nacionales del país) para creer que sin Estados Unidos el mundo es incapaz de autogobernarse (es la tesis de Blinken). Para los mismos Estados Unidos, ésto supone colocarse en una posición de superioridad, pero para quienes lo creen (y que difícilmente serán atendidos por gente como la de Biden), supone aceptar el vasallaje. Lo más simpático es que se hace en nombre de "los derechos y las libertades". No queda claro qué hace gran parte de la izquierda latinoamericana en esta relación como vasalla. De los autodenominados "demócratas liberales" puede esperarse otra cosa: no creen más que en "los intereses", y si grandotes, pues mejor. La coincidencia de percepción en todo caso ahí está. Es Deep State (Estado profundo) contra Deep Country (País profundo). Algo de estilo estadounidense, entonces...(da click en el botón de reproducción).