¿Se puede dejar guiar la historiografía por los rumores de la calle? No debería ser así, pero sucede. Así se armó en México la ficción del Maximato, y hasta hace poco tiempo, parte de la intelectualidad cercana a la actual oposición mexicana e incluso al Partido Revolucionario Institucional (PRI) se dejó llevar por el ánimo de demoler toda autoridad, más si ligada a la construcción del Estado nacional.
El presidente Plutarco Elías Calles (1924-1928), al que ahora algunos "teóricos" políticos de la inteligencia progresista acusan de "autoritario", no estuvo detrás de la muerte de Alvaro Obregón en 1928. Ante los rumores de la calle que lo inculpaban, Calles dejó la investigación del asesinato en manos de obregonistas, para lo cual el general Roberto Cruz fue sustituído para la indagatoria como Inspector General de Policía por el muy obregonista Antonio Ríos Zertuche. Calles no aprovechó para seguir en el gobierno, sino que argumentó que era tiempo de pasar de un país de un hombre a otro de instituciones y leyes por lo que, como les encanta decir a los estadounidenses, dió un paso al costado. Tampoco fue quien designó al sucesor. El presidente interino Emilio Portes Gil (1928-1930) fue nombrado por el Congreso, y era por lo demás obregonista. Las Memorias de Portes Gil nunca fueron demasiado cálidas para Calles, y el sindicalismo de Luis N. Morones favorable al segundo fue demolido por el primero (laborismo, cromismo). Si Portes Gil llamó muy temporalmente a Calles como secretario de Guerra y de Marina (por apenas unos meses en 1929) para perseguir la rebelión escobarista, fue porque el general Joaquín Amaro, a quien le correspondía la tarea, quedó incapacitado por un grave accidente en un ojo. ¿Qué decían los rumores de la calle sobre la muerte de Obregón? "Cálles-e". ¿Y sobre el presidente interino? "Según te Portes, Gil". Contra la información que abunda en Internet, Calles nunca se "autoproclamó" Jefe Máximo de la Revolución, sino que fue la ocurrencia de un periódico capitalino llamarlo así, seguramente porque los aduladores nunca faltan. Calles tampoco puso al candidato del Partido Nacional Revolucionario (PNR), Pascual Ortiz Rubio. El candidato de Calles era Aarón Sáenz y al supuesto "Jefe Máximo" le significaron que Sáenz, demasiado cercano a los empresarios (de Monterrey en particular), podía dividir a la "familia revolucionaria", por lo que el supuesto Jefe Máximo cambió de parecer empujado, entre otros...por Lázaro Cárdenas, quien algún día reconocería en sus memorias que ya con Ortiz Rubio, Calles no conseguía la cohesión de los distintos intereses de la "familia revolucionaria". La influencia "callista" sí se hizo sentir como sea durante la presidencia de Ortiz Rubio, incapaz de gobernar a raíz de un atentado que lo cimbró psicológicamente. Para cuando Ortiz Rubio renunció (había sido presidente dos años, e hizo por lo demás alguna que otra cosa encomiable), el escritor Fernando Benítez reconoció que la influencia de Calles había ido menguando. El siguiente presidente interino, Abelardo L. Rodríguez, giró instrucciones por escrito a su gabinete para que se abstuviera de pasarse el tiempo consultando al supuesto Jefe Máximo. A lo sumo, el "poder tras el trono" tuvo fuerza por dos años de los seis que debió haber gobernado Obregón. Pero Ortiz Rubio era "el nopalito" (por baboso) y el que actuaba "apascualado": la calle decía al mirar el castillo de Chapultepec, residencia oficial, "el presidente vive aquí, pero el que manda vive enfrente", en referencia a la casa de Calles en la colonia Anzures. Luego terminaría Calles exiliado por el presidente Lázaro Cárdenas, de quien, para la anécdota, Abelardo L. Rodríguez decía que era sensible a la adulación y a los chismes.
Jorge Ibarguengoitia (Los relámpagos de agosto) y otros (como Federico Campbell) quisieron de alguna manera "torcer" el sentido de la figura de Hilario Jiménez (Calles) en La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán, para dar a entender que la creación del Estado mexicano moderno se basó en hechos de sangre y casi mafiosos. A finales de 1927, Francisco R. Serrano y Arnulfo R. Gómez, contrarios a Obregón, fueron pasados por las armas sin juicio, el primero en Huitzilac, entre la ciudad de Cuernavaca y la capital mexicana. Calles se vió envuelto en el asunto. Serrano le había planteado a Calles "disolver las Cámaras" con ayuda del ejército para evitar la reelección de Obregón, pero se trataba de un método tal, por razones obvias, que el presidente se negó. Por otra parte, el Congreso había aprobado la reelección constitucional para abrirle la puerta a Obregón, pero con oposición de los callistas, y en alguna ocasión Calles le confesó a Joaquín Amaro su aversión a la reelección del mismo Obregón. Más allá de una conspiración con parte del ejército para asesinar a Obregón, Calles y Amaro, la orden de matar a Serrano la dió Obregón, aunque la orden escrita la haya dado Calles. Al ser recibido el cadáver de Serrano, que distaba de ser "el pobrecito", en el castillo de Chapultepec, un testigo dijo de Calles: "tengo la impresión de que estaba profundamente asqueado en esos momentos...". ¿Y cómo no? Estaba en una disputa en la que ni Obregón ni Serrano renunciaban a las armas para dirimir diferencias políticas. Lo demás es Historia: llamado a fabricar por escrito un falso "Consejo de Guerra Sumarísimo" por Calles y Amaro, José María Pacheco se negó. Era el padre del escritor José Emilio Pacheco. Y lo cierto es que Calles y Amaro a aquél simplemente lo dejaron ir...Roberto Cruz, el inspector de Policía, afirmó que Calles difícilmente habría aceptado ejecutar a Serrano y hubiera preferido desterrarlo, pero que la presión ineludible fue de Obregón. Por lo demás, gente ligada a los sucesos y que los precipitaron (como el gobernador del estado de Morelos) fue al poco tiempo cesada por Calles. La recreación académica de una época no puede ser la de los rumores de la calle sobre las personalidades del momento.
No hay "70 años del PRI", aunque sea porque el ideal de Calles para el PNR, fundado en 1929, no excluía la competencia política. La puerta al presidencialismo y a la corporativización de las masas la abrió Cárdenas con el Partido de la Revolución Mexicana (PRM), y el PRI, con su derecha política incluida, se creó en 1946, 17 años después del PNR, lo que ya hace menos de 70 años. Sí es posible creerle al último presidente priísta, Enrique Peña Nieto (quien parece haber estado para efectos protocolares): "no me levanto cada mañana pensando cómo fregarme a México". Si el presidente de Acción Nacional, Felipe Calderón, tuvo sus razones para actuar como lo hizo, deberían ser consideradas (ahí está el libro Decisiones difíciles), así se refuten. Aunque le falta autoridad y no pierde ciertas costumbres de activista, que no van con su investidura, tampoco es posible pensar que el actual mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, no es más que el enésimo enfermo de poder llegado a la silla presidencial en Palacio y al mismo tiempo el último de los ineptos. No se puede orientar el análisis y el debate por los rumores de la calle, o incluso de lo que se le quiere hacer decir a la calle, por ejemplo desde los medios de comunicación masiva. Hasta el doble Emérito y partidario del presidente estadounidense Joseph Biden (y de López Obrador), el historiador mexicano Lorenzo Meyer, debería detenerse a revisar el origen del ingenio El Mante (menos corrupto de lo que parece, según estudios históricos fehacientes) antes de darlo por prueba del interés de "los sonorenses" por "los negocios" en tiempos de Calles (la cuenta de Twitter de Meyer refleja fallas sistemáticas de apreciación de las cosas, por lo demás), siendo que "los sonorenses" no actuaban al unísono ni eran por cierto todos escuela de "disimulo y picardía", contra lo que dice...el sonorense Ignacio Almada Bay, que pareciendo "conocedor" le presta cosas algo fantásticas a Calles supuestamente en las bancas del puerto de Guaymas como dormitorio. ¿Se trataría de investigar o de buscar supuestas "pruebas" del prejuicio establecido? Los resortes de los hombres en el poder no se reducen forzosamente al poder por el poder, aunque pueda ser algo frecuente, incluso entre los rumores de la calle, ni se diga en la petulancia de los medios. Las razones de Estado también existen y pueden no ser maquiavélicas ni contrarias a la ética. Y las humanas, igualmente, para bien o para mal, así que a oír algo de música...sonorense por ejemplo (da click en el botón de reproducción). !Lo muy nuestro!