Las últimas elecciones presidenciales en el Perú dieron la sorpresa: las ganó el socialista (marxista-leninista) y mariateguista Pedro Castillo, un simple maestro de pueblo, que ahora irá a la segunda vuelta contra quien resultó en el segundo lugar, Keiko Fujimori, hija del ex presidente peruano Alberto Fujimori.
Llama la atención que, cuando las cosas son de abajo para arriba, aún con dificultades y contradicciones, los de enmedio no se mueven. Pese a la postura del ex presidente boliviano Evo Morales (sindicalista como Castillo, y también directamente procedente del pueblo) y curiosamente la del ex mandatario uruguayo José Mujica, el progresismo latinoamericano, encarnado hoy en buena medida por el Grupo de Puebla, no ha movido ni un dedo por Castillo, aunque éste haya partido como favorito en las encuestas. Tampoco ha habido nada del lado cubano o venezolano. Por lo visto, el pueblo está bien mientras le "gestionan" sus asuntos los de enmedio, pero no cuando toma las riendas y se convierte en sujeto activo de su destino. La candidata fallida del progresismo, Verónika Mendoza, no ha ido muy lejos en su apoyo a Castillo y tampoco el nacionalista Ollanta Humala.
El escritor Mario Vargas Llosa definió a la derecha latinoamericana: primero delincuentes que comunistas. Keiko Fujimori, formada en Estados Unidos, casada con un estadounidense, ya ha estado en la cárcel y está siendo aún investigada por corrupción en el escándalo Lava Jato, ya que la actual contendiente habría recibido dinero ilícito de Odebrecht para la campaña electoral de 2011. No muchos se han encargado de recordárselo. El asunto del "comunismo" es una pura etiqueta contra Castillo: no ha existido ni existe en la actualidad ningún país comunista en el mundo, lo que ha existido es socialismo de Estado (mientras que Castillo propone una "economía popular con mercados") y ni Cuba, ni Venezuela ni Nicaragua son inspiración del candidato peruano, por lo que no cabe hablar de "castrochavismo", menos si Fidel Castro y Hugo Chávez están bajo tierra, que se sepa. Castillo se ha manifestado más cercano a las vías de desarrollo -comprobables por cualquier organismo internacional- del Ecuador del mandatario Rafael Correa y de Bolivia (es exactamente lo que reconoce Vargas Llosa). No tiene ningún sentido afirmar que Castillo es de "extrema izquierda", como no sea para arrancarle concesiones, y es penoso insinuar un "golpe de Estado" para pararlo, como lo hace el escritor. Quien contraste la toma de postura de Vargas Llosa ("Asomándose al abismo") con el programa de Perú Libre (de Castillo) podrá asombrarse de las mentiras del escritor. Es falso que Castillo no defienda a la mujer: llama a no desvalorizarla reduciéndola a la prostitución o la trata y a la imagen de "portadora de enfermedades de transmisión sexual". Aunque Castillo no esté a favor de la homosexualidad o del matrimonio igualitario, es falso que rechace por completo el aborto: simplemente no quiere que se use como método anticonceptivo. Es igualmente falso lo dicho por Vargas Llosa de que Castillo está contra la minería, puesto que apoya el extractivismo dentro de ciertos límites y tiene propuestas para legalizar la minería ilegal. Castillo no ha hablado en ningún momento de "socialismo del siglo XXI", ya que nadie persigue esta idea, ni siquiera en Venezuela y más allá de la cabeza del profesor Heinz Dieterich Steffan. Nadie se ha apresurado tampoco a recalcar la importancia que podría tener una segunda Reforma Agraria (propuesta de Perú Libre) para el simple desarrollo del Perú, ni las ideas en materia de salud y más aún de educación, pésima en el Perú de hoy al grado de tener al país en el sótano de la comprensión lectora (!último lugar mundial!).
De una vez: no es "terruco" (terrorista) por definición quien busca un auténtico cambio social. De adolescente y joven, Castillo fue rondero, es decir, miembro de las rondas campesinas que protegían al pueblo del terrorismo de Sendero Luminoso y de la guerrilla del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA).
No queda claro si se trata de "todos por el mal menor", como llamó Vargas Llosa a Keiko Fujimori, o de saber leer, informarse y votar por programas, siendo que el de la hija de Alberto Fujimori, dispuesta a golpear de la peor forma, no hace más que terminar de regalarle el Perú al sector privado. Hace rato que Rafael Correa demostró que "Estado vs mercado" es algo mal planteado: en porcentaje del producto interno bruto (PBI), el gasto público es más cercano al ideal de los mal llamados "neoliberales" en Bangladesh (15%), Chad (19%) o Sudán (18%) que en Noruega (58 %), Finlandia (56 %), Francia (62%), Alemania (51%) o Bélgica (60%). Perú, claro está, se encuentra más cerca de Sudán (21 %). El programa de Castillo muestra que ha comprendido muy bien la "chatarrización" que implica pasar al sector privado asuntos como los de la educación, la salud y la seguridad, pero las cifras no dejan lugar a dudas: así como Lima, la capital peruana, es favorable a morir a Keiko Fujimori, a la derecha no le molesta demasiado tener un Sudán detrás de la fachada de abundancia con sus sirvientes.
Cabe señalar que de acuerdo con la Constitución actual del Perú, que data del "autogolpe" de Alberto Fujimori y sus secuelas (1993), el Estado no puede hacer mayor cosa, además de que se anuló toda referencia a la Reforma Agraria y a la garantía de estabilidad laboral, lo que puede contrastarse con el programa de Perú Libre. Castillo ha llamado a una nueva Asamblea Constituyente.
En todo caso, si es por los medios de comunicación masiva, el Perú es libre de seguir por rutas como por ejemplo la del comunicador Diego Acuña, quien antes de las elecciones nunca entrevistó a Castillo, por la simple y sencilla razón de que durante toda la entrevista “ concedida”el periodista se ocupó de engañar al actual candidato. La primacía del "mercado" sobre el Estado no pasa de ser una engañifa. Nos quedamos con música del Perú (da click en el botón de reproducción).