Uno de los problemas más difíciles de enfrentar para el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador es el de la Justicia. En más de un caso, el mandatario ha sido contrario a su ideal juarista: nada al margen de la ley, nadie por encima de la ley. Si alguien está por encima de la ley, !pues la cambiamos! Así llego el impresentable Francisco Paco Ignacio Taibo II a la dirección del Fondo de Cultura Económica (FCE), con desparpajo e ineptitud, ante un presidente acomplejado ante el mundo intelectual. Otras medidas han sido igualmente dudosas, como la de prolongar el mandato del magistrado Arturo Zaldívar en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) por dos años más. Sólo que Zaldívar no es Taibo, sino alguien interesado en una reforma a fondo del Poder Judicial. El problema es que se cae entonces en asuntos de personas y no de inviolabilidad de las leyes.
La oposición no puede ignorar que el Poder Judicial "autónomo" suele servir a intereses no confesos, pero que están ahí para asegurarse la impunidad en todo. De acuerdo con Ana Laura Magaloni, quien integrara por lo demás la terna para remplazar hace algún tiempo a un miembro de la SCJN, López Obrador no ha conseguido el acceso de los marginados a la ley (que según Magaloni está hecha en México para legalizar privilegios y castigar en vez de proteger a los marginados en cuestión) y en más de una ocasión la ha torcido para sus proyectos, aunque al mismo tiempo busca que el Poder Judicial no esté al servicio de unos cuantos intereses poderosos. No hay que precipitarse e ir más allá de lo que sucede: Roberto Madrazo, ex gobernador de Tabasco, puede tener algo de razón cuando aduce que López Obrador es un activista social y no un presidente, pero es desbarrar señalar que se está en una dictadura y con un tirano, para empezar porque ambas cosas no van juntas. Habría que decir en dónde está el estado de excepción, el toque de queda o dónde se encuentran los desaparecidos, torturados, asesinados y exiliados de esta dictadura, salvo que se trate de dañar la imagen del presidente para realzarse como "presunto demócrata" ante la audiencia, jugando además de modo irresponsable con el miedo. Tirano sólo lo es López Obrador en la cabeza, si la tiene, de alguien como la pseudoperiodista Beatriz Pagés, quien ya está definitivamente en otra dimensión: para aquélla, el presidente de México es como el "chacal" Victoriano Huerta que liquidó a Francisco I. Madero al principio de la Revolución Mexicana. En esa dimensión, cualquier cosa es posible, incluso sugerir que el presidente planea fugarse en un platillo volador: Pagés ya había dicho que era el presidente venezolano Nicolás Maduro quien estaba sentado en la silla de Palacio en México. Este tipo de cosas deberían tratarse con Jaime Maussán, especialista mexicano en cosas extraterrestres.
Desde principios del sexenio de López Obrador, el senador oficialista Ricardo Monreal estuvo insistiendo de mil y un maneras en una reforma del Poder Judicial, desde el Senado de la república. Fue notorio el silencio entre los incondicionales del lópezobradorismo. No les interesó nunca el contenido de lo que propusiera Monreal, sino la persona de Monreal, hasta donde podía atribuirsele ambiciones de "presidenciable". Hasta cierto punto, algo similar pasó con Zaldívar: ha querido hacer de la carrera judicial un sistema meritocrático, lejos del nepotismo y el tráfico de influencias, y con jueces formados en una Escuela Judicial de excelencia; que los defensores y asesores jurídicos lleguen a cualquier rincón del país; que las sentencias de la Corte tengan obligatoriedad inmediata, etcétera, pero estos contenidos no los discute la oposición, para la cual la cuestión es si Zaldívar o no Zaldívar, ni los defienden los incondicionales del presidente. Ambos -cada uno en su endogamia- terminan olvidando el contenido para perderse en interminables cuestiones de personas y, en el caso de la oposición, en "argumentos" a veces leguleyos, lo que no quita los errores de procedimiento en los que pueda incurrir López Obrador. Por lo demás, no queda claro qué está haciendo -o no haciendo- el fiscal Alejandro Gertz Manero, gente del pasado como Olga Sánchez Cordero, Esteban Moctezuma, Juan Ramón de la Fuente y alguno que otro más. El hecho es que no debiera ser un secreto para la oposición, salvo que por haber estado en el poder y la impunidad no haya visto nada, que el aparato de justicia mexicano está para garantizar justamente la impunidad, premiando al más pillo. En el fondo, sería de esperar que las iniciativas de Monreal y Zaldívar prosperen y logren una limpieza a fondo, aunque no sea más que un principio (¿aunque por qué nada más Zaldívar podía hacerlo?), porque la justicia en México no existe y, para colmo, no falta quien la confunda con venganza. Lo único que permite México es casos ejemplares y de antología como el del albañil mexiquense José Diego Suárez, quien estudió como autodidacta leyes durante casi una década para lograr encarcelar a los asesinos de su hija y los cómplices en el aparato judicial. Casi de milagro y en un crimen que pudo haberse evitado: la hija había avisado del riesgo a las autoridades judiciales que no movieron ni un dedo. Los broncos de Reynosa y un viejo anhelo de las clases populares (da click en el botón de reproducción)