En estos días, a raíz de medidas que serán comentadas enseguida, el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, fue criticado, de muy mala manera, si es que no fue más bien atacado y descalificado. En algo reproducido por el periódico mexicano Reforma, Andrés Oppenheimer se preguntó si Bukele no es "un nuevo dictador" en América Latina. En el periódico salvadoreño digital El Faro, por lo demás con mentiras, se acusó al mandatario de El Salvador de actuar "a la manera de los dictadores tropicales" y de estar "matando la República". The New York Times llamó a Bukele "autócrata" y no faltó quien lo comparara además con Hugo Chávez. "Autócrata", como lo indica la palabra (auto-cracia) es la persona que gobierna para sí misma y se aplicaba sobre todo para los zares en Rusia. No queda claro qué quieren decir quienes han comenzado a ver zares por doquier. Lo cierto es que Bukele no es Arturo Armando Molina ni Carlos Humberto Romero, por mencionar tan sólo a dos dictadores "modernos" de El Salvador, que no dudaron en matar. Tampoco es Maximiliano Hernández Martínez, el dictador salvadoreño en 1932, año de la Matanza, quien consideraba que era peor matar a una hormiga que a un hombre, porque el segundo tenía una oportunidad de reencarnar que la primera no. Al parecer, cualquier cosa es buena con tal de sugerir que Bukele no es democrático, y que debe ser tratado en consecuencia. Más allá de ésto, las palabras están perdiendo cada vez más su sentido. ¿Hay estado de excepción en El Salvador?¿Hay represión con muertos, desaparecidos o exiliados?¿Hay el equivalente del militar asesino Alberto Chele Medrano, precursor de los escuadrones de la muerte?
¿Ha habido un golpe de Estado o un "autogolpe"? A decir verdad, tampoco. La Asamblea Legislativa salvadoreña, dominada ampliamente por Nuevas Ideas desde los últimos comicios legislativos, decidió destituir al fiscal general Raúl Melara, ligado al partido de extrema derecha Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), y a los magistrados de la sala constitucional de la Corte Suprema. Contra lo que miente El Faro, el poder legislativo está facultado con el mandato constitucional para hacer las destituciones que hizo. Como lo recordó Bukele, es el tipo de medidas que toma cualquier ganador de las elecciones, por ejemplo en Estados Unidos: el mandatario estadounidense nombró a la fiscal general de Estados Unidos, Loretta Lynch; Donald Trump nombró a William Barr, y Joseph Biden nombró a su vez a Merrick Garland. En El Salvador, los cambios ni siquiera fueron directamente por nombramientos desde la presidencia, sino desde la Asamblea Legislativa. ¿Qué sentido tuvo que la vicepresidenta estadounidense, Kamala Harris, la emprendiera contra el actual gobierno salvadoreño, en dos ocasiones, diciendo que Bukele "debe responder" por lo hecho?¿Entonces Estados Unidos debe responder por quitar a Barr? Si tanto le preocupara a Washington, capital estadounidense, el estado de la Justicia en América Latina y el asunto tan llevado y traído de los "pesos y contrapesos", hace rato que debió aislarse al gobierno ecuatoriano de Lenín Moreno, por ejemplo, que liquidó el estado de Derecho. Nada más que lo que Moreno hacía para perseguir a la Revolución Ciudadana y favorecer a la oligarquía, no se hace en El Salvador, donde por mandato popular la ley debe enfilarse a castigar a los corruptos, así se resista la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), que en el pasado no aceptó ni los tímidos intentos de Reforma Agraria de Molina.¿Alguien ha hecho notar la orden de captura contra Norman Quijano (ARENA, ex candidato presidencial y ex presidente de la Asamblea Legislativa), con "la fe puesta en Dios" para ver si se libra de las acusaciones de fraude electoral y asociación con pandilleros?¿Alguien ha hecho notar el éxito de la reciente Operación Monarca en Zacatecoluca, para detener a alcaldes acusados de corrupción?¿O de la Operación Montaña, para frenar el contubernio de políticos y crimen organizado en Sonsonate?¿O la nueva ley FODES (Fondo para el Desarrollo Económico y Social), para que los municipios que reciban dinero no lo usen discrecionalmente (para enriquecimiento personal, campañas electorales y un pequeño resto para pavimentar un callejón), sino que garanticen un 75 % de gasto en obras para la comunidad? Al parecer, y aunque diste de ser perfecto, hay coherencia en el gobierno de Bukele, salvo que se prefiera esta forma de impartir justicia (he aquí una audiencia en San Salvador, capital salvadoreña):
De manera absolutamente lamentable, y contraria a la ley, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, consideró necesario pedir "respeto para la Constitución salvadoreña" (a la que el gobierno de Bukele no le estaba haciendo nada) y para la "separación de poderes". Curiosamente para la izquierda progresista que se sumó a la condena contra Bukele, fue China quien recordó que las relaciones entre países, de acuerdo con Naciones Unidas, deben regirse por la no injerencia en asuntos internos. En respuesta a Estados Unidos, Bukele dijo: "estamos limpiando la casa, y éso no es de su incumbencia".
Una nueva pausa:
No se peleó una guerra en El Salvador en los años '80 para compartir el poder con la oligarquía. Tampoco tiene sentido, por parte del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), acusar a Bukele de "fascista", como lo sugirió por ejemplo Norma Guevara, dirigente de esta organización, pero sin comentar el grandioso nepotismo de unos 20 líderes de esta izquierda cuando estuvo en el gobierno. Bukele no le ha hecho tomar aceite de ricino a ninguno de los cuatro representantes que le quedaron al Frente en la Asamblea, ni se ven las chimeneas de cámaras de gas en Usulután, ni hay corporativización barata de las masas en las Juventudes Bukelistas, la Central de Trabajadores Bukelistas y la Confederación Nacional de Campesinos Bukelistas.
Es probable que, allende su mala simpatía por el comandante guerrillero Joaquín Villalobos, tenga razón el escritor salvadoreño Geovani Galeas. Si no se tiene el concepto de algo, no se puede ver algo, de acuerdo con la antigua sabiduría china. Así las cosas, sin el concepto de "buey", alguien no puede reconocer en el campo a un buey y decir "he aquí un buey", con tales y tales propiedades (cuernos, patas, etcétera). Si se ha tenido por décadas la creencia de que la política, además de no ser para el pueblo, es cosa de resolver las diferencias a tiros o de componendas y clientelas, no se puede reconocer lo que no es politiquería, porque se confunde política y politiquería. En este caso, no se puede interpretar lo que hace Bukele más que como la enésima maniobra para beneficio personal y no como política de verdad y al servicio del soberano, el pueblo. En el caso de Estados Unidos probablemente se trate de otra cosa, dada la inclinación de los Demócratas por el fraude. Como sea, de acuerdo con el ex comandante del FMLN Dagoberto Gutiérrez, es la lucha anti-oligárquica la que está moviendo a El Salvador. Aquí un poco de música de Ahuachapán, El Salvador (click en el botón de reproducción).