Hoy en día hay instancias europeas, como el Parlamento de Europa, que consideran que el pacto germano-soviético (Molotov-Ribbentrop) de agosto de 1939 fue el causante de la segunda Guerra Mundial, puesto que "los dos totalitarismos", el nazi y el "comunista", hubieran decidido entonces "repartirse Europa Oriental", lo que es falso. Gran parte de esta Europa permaneció en ese momento ajena a cualquier reparto (salvo Polonia y el Báltico) y habría que dejar por lo demás de hablar de un "comunismo" que nunca existió, puesto que la Unión Soviética fue un país socialista. El problema con la falta de atención al significado de lo que se esgrime es que un buen día se puede llegar, por así decirlo, "a otro nivel", como el de insinuar que por "los derechos y las libertades" democráticas se puede colar algún populista que se vuelva un Hitler. El asunto es tan rocambolesco que se acusa a este tipo de "gente peligrosa" de ignorar la realidad cuando al mismo tiempo se cuentan las cosas de tal modo que se esfuman las evidencias. Al fin y al cabo, no debería sorprender: se trata no de alguna verdad por establecer, sino de "vender la idea" (para obtener una ganancia), lo que es muy lógico en el sistema capitalista. Se busca así vender la idea de que tal o cual es un futuro dictador, tirano, autócrata o émulo del líder norcoreano Kim Jong-un. Que no venga al caso no importa, es de suponerse que opera la ley de Say en el mundo de las palabras y que "toda oferta crea su propia demanda", por lo que no faltan clientes para "comprársela", más si lo dijo tal o cual pluma "de marca" o que se cree tal.
Lo único que faltaba ya está: recuperar archivos y torcerlos, como lo hizo un disidente soviético bajo el pseudónimo de Víctor Suvorov, o como lo intentó el estadounidense Sean McMeekin, para afirmar que, luego del pacto mencionado, Stalin pensaba lanzar una gran ofensiva sobre toda Europa para conquistarla. De hecho, cuando Hitler decidió lanzar la Operación Barbarossa, en junio de 1941, contra la Unión Soviética, salió con que era un "ataque preventivo" dados los movimientos del Ejército Rojo en la frontera (que ciertamente los había, y no menores). El 3 de octubre de 1941, el Fuhrer, ya entrado en territorio soviético, dió un súper discurso en la capital alemana, Berlín, diciendo prácticamente que estaba salvando a Alemania e incluso "a toda Europa" de una amenaza gigantesca. "Toda Europa se hubiera perdido", dijo Hitler, ante el "enemigo bárbaro".
El libro de Hitler, Mein Kampf, que data de 1925 (Hitler subió al poder en 1933) ya es muy claro en sus intenciones de atacar la Unión Soviética, en la "Orientación política hacia el Este". Para tranquilidad de algunos, Hitler no tramaba "apoderarse del mundo", sino del Este europeo y, en Rusia, de un espacio comprendido entre Arjanguelsk y Astraján, de norte a sur. Es lo que marcó la Directiva alemana no. 18 de noviembre de 1940. A ver: ¿quién estaba pensando en tragarse a quién? Desde agosto de 1940, apenas un año después de firmado el pacto aludido, los servicios de inteligencia británicos habían detectado planes alemanes para atacar la Unión Soviética. Hungría, Eslovaquia y Rumanía se sumaron al Eje fascista en noviembre de 1940, lo que le permitiría a Hitler contar con el petróleo rumano para su campaña contra los soviéticos. ¿Quién se tragaba parte de Europa Oriental a toda prisa?
En 1940, en vísperas de la Navidad, en un discurso ante militares soviéticos Stalin recordó Mein Kampf y afirmó que Hitler terminaría atacando un buen día la Unión Soviética. Stalin expresó claramente que esperaba demorar la guerra "dos años", aunque algunos de sus allegados creían que pódían demorar las hostilidades hasta finales de 1943 o algo así. Algo debió alertar a los soviéticos de que no sería así. Simplemente, la embajada soviética en Alemania tuvo aviso desde febrero de 1941 de que Hitler estaba suspendiendo sus ataques contra Gran Bretaña, "de manera indefinida". Echarse encima a las democracias liberales no era del interés de Hitler: se comió Francia en unas muy pocas semanas y al rato dejó las cosas por la paz con los británicos, "de manera indefinida". Estados Unidos se mantenía "neutral", una forma de decir para ignorar que unas 150 corporaciones estadounidenses trabajaban con la Alemania nazi. Francia cayó en junio de 1940. Gran Bretaña fue bombardeada hasta mayo de 1941, curiosamente, y no se tomó la molestia de bombardear Alemania. Las cosas quedaron suspendidas "de manera indefinida". Y fue entonces cuando, según el pobre Fuhrer, tuvo que correr más aprisa al Este -luego de engullirse Grecia y Yugoslavia- antes de que el judeo-bolchevismo, es de suponer, se tragara a todos. Lo que nadie sabría explicar muy bien es a qué se dedicó Gran Bretaña entre 1941 y 1944. Qué conste: según reportes estadounidenses, en realidad desde julio de 1940 la Alemania nazi estaba en preparativos para traicionar el pacto germano-soviético, al grado de planear un ataque en el otoño de ese año. Con Gran Bretaña se había tratado más bien de llegar a alguna forma de "negociación", y parece haber sido el caso, a juzgar por el "hueco" en la acción británica 1941-1944 (salvo en el norte de Africa).
El 11 de agosto de 1939, el Fuhrer le dijo al oficial de la Liga de las Naciones, Carl J. Burckhardt, que "todo lo que (aquél) emprendía era contra Rusia, y si el Oeste era demasiado estúpido y demasiado ciego como para entenderlo, tendría que alcanzar un acuerdo con los rusos, voltearse y derrotar al Oeste, y luego voltearse otra vez con toda su fuerza para dar un golpe contra la Unión Soviética", lo que efectivamente hizo. Hitler había escrito por lo demás desde Mein Kampf que Alemania no podía mantener abiertos dos frentes a la vez. Es apenas derrotada Francia que se concibió la Operación Barbarossa.
Como prueba de que Hitler declaraba públicamente cualquier cosa, en realidad pensaba que el Ejército Rojo no era "más que una broma" , según dijo en los años '30, aunque luego adujera -en un mensaje bien calculado- que Stalin quería conquistar Alemania y "toda Europa". De ahí la prisa desde 1940 por llegar al trigo de Ucrania y hasta los pozos petroleros de Bakú y Grozny, en el Caúcaso. Lo interesante está en saber que los occidentales calcularon que la Unión Soviética no resistiría el golpe, cayendo en "de ocho a diez semanas", según los servicios de inteligencia británicos, lo que pudiera explicar el "hueco" ya mencionado. Hasta El Vaticano estaba entusiasmado. Hitler nunca fue ningún "loquito" que se aprovechara de "los derechos y las libertades". Todo indica que las democracias liberales le dieron justamente "los derechos y las libertades" mientras les asegurara hacer la tarea sucia. Stalin estuvo pidiendo la apertura del "segundo frente" (de nuevo en el Oeste) durante un buen tiempo en vano, desde noviembre de 1943 en la Conferencia de Teherán. El primer ministro británico, Winston Churchill, se estuvo niegue y niegue y la Conferencia estuvo a punto de fracasar. El desembarco en Normandía (Día D) fue hasta junio de 1944. cuando el Ejército Rojo ya andaba por Polonia. Dicho sea de paso, en Teherán, Stalin planteó la reintegración de las fronteras polacas a los polacos.
En fin que, hasta ahora, es poco probable que Jair Bolsonaro, Nayib Bukele, Rodrigo Duterte, Viktor Orbán, Vladimir Putin o Andrés Manuel López Obrador vayan a recibir un trato tan amable como el que le fue dispensado al autor de Mein Kampf. Pero estemos alertas: con tal de vender, en el mundo de la palabrería como negocio todo es posible, porque se está, definitivamente, a otro nivel. Imagínenlo a color: !un tipazo!