Algo sucede en los movimientos armados latinoamericanos que, cohesionados en tiempos de guerra, casi infaliblemente se dividen en la paz. Así terminó por suceder con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Nicaragua, y también con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador, del que se separaron miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), como los dirigentes Joaquín Villalobos (todo un escándalo por su orientación a la derecha e incluso su asesoría al uribismo de extrema derecha en Colombia) y Ana Guadalupe Martínez, o de la Resistencia Nacional (RN), como Eduardo Sancho (Fermán Cienfuegos). Lo sorprendente es la diversidad de caminos políticos que llegaron a tomar quienes se separaron: desde Villalobos a la derecha hasta otros a la socialdemocracia o algunos simplemente a los negocios, como Humberto Ortega, hermano de Daniel Ortega, en Nicaragua, para no hablar de algunos del desaparecido Movimiento de Renovación Sandinista (MRS) que no tuvieron empacho en acercarse a personeros estadounidenses. Cuba fue una excepción, salvo casos excepcionales como el de Carlos Franqui. Por lo visto, la lógica de las armas no se adecúa a la paz, lo que muestra por lo demás Cuba para institucionalizar la Revolución (aunque ya es el rumbo tomado con la Constitución más reciente), y las armas mismas no son garantía de una postura política inequívoca. Dicho sea de paso, no está de más señalar que Daniel Ortega en Nicaragua no se quedó solo entre los sandinistas: tenía el apoyo de Tomás Borge y cuenta hoy con el de Bayardo Arce.
La novedad es que es ahora el turno de las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ahora partido Comunes, entre otras cosas luego de la partida a la clandestinidad de Jesús Santrich e Iván Márquez, entre otros, y de las desafortunadas declaraciones del líder Rodrigo Londoño al respecto. Ahora ha sido el turno de la ex comandante Victoria Sandino ( de nombre Judith Dimanca Herrera), quien ha sugerido separarse de Comunes para crear otra agrupación, Avanzar, con el argumento de que Londoño y los suyos no oyen nada y no hacen más que imponer. Hay algo muy paradójico: Londoño, conocido también como Timochenko, no para de despotricar de una u otra manera contra las FARC y su papel en la guerra interna colombiana mientras en la paz mantiene métodos muy verticales de mando, lo que ha provocado que incluso dirigentes de Comunes reconozcan que las cosas no van y que se hace política "con mediocridad". Las discrepancias vienen de tiempo atrás y se remontan incluso al momento de las negociaciones de paz en La Habana que culminaron con los Acuerdos de 2016. El asunto es tanto más lamentable cuanto que ex combatientes de las FARC siguen siendo asesinados (fue lo que le ocurrió a Santrich) y que llevar a los hechos lo acordado era una garantía de encaminar a Colombia al desarrollo mediante importantes medidas agrarias. Victoria Sandino ha tenido la gentileza de recordar que las FARC fueron un "grupo rebelde" y no un "aparato criminal", contra lo que uno de estos días va a terminar de creer Londoño. Puede que, dada la debilidad extrema de Comunes y sus divisiones internas, todo lo dicho parezca absolutamente marginal, pero Colombia difícilmente resolverá sus problemas de fondo si se terminan arrumbando los Acuerdos. Cabe señalar que Sandino e Israel Zuñiga (Benkos Biohó) fueron marginados de Comunes por discrepar. Las FARC sufrieron un primer golpe fuertísimo cuando fueron militarmente derrotadas por el uribismo, aunque sea algo que nunca se haya querido reconocer; el segundo golpe ha venido de disensos que son fomentados desde afuera (fue el caso de las trampas que les pusieron a Santrich sobre todo y en menor medida a Márquez), y ante los cuales no hay una respuesta adecuada. Definitivamente, la lógica de la paz y la de la guerra son distintas: la Unión Soviética, por ejemplo, le impuso una monumental derrota militar al nazi-fascismo y ganó previamente una cruenta guerra civil pero se vino abajo en la paz, pareciera que sin ninguna formación para la misma a partir de 1953 y con cuadros sin la menor formación política.
Es loable que Cuba esté dando pasos hacia la institucionalización y dejando atrás un personalismo que no parece haber sido del interés de Raúl Castro, aunque Miguel Díaz-Canel no parezca siempre de lo mejor. La presión externa crea fenómenos como el de Daniel Ortega en Nicaragua y la vicepresidenta -esposa de Ortega- Rosario Murillo, por lo que es deseable la preparación de relevos e igualmente de alguna forma de institucionalización. El ejemplo de Cuba, donde Díaz-Canel constitucionalmente no podrá eternizarse, debería ser de utilidad en un continente donde múltiples factores (que no son siempre la supuesta ambición de poder) concurren para la personalización excesiva de la política, y por cierto que de las relaciones sociales en general (para el vallenato da click en el botón de reproducción).